Trabajo en el Club Natación Pamplona y presto servicios a través de una empresa de Gestión Deportiva, URTATS. Llevo 78 días de huelga indefinida. Setenta y ocho días en los que no he dejado de reclamar mis derechos como trabajadora, en los que he salido a la calle a pedir unas condiciones laborales que no deberían considerarse un lujo, sino un derecho. Llevo más dos dos meses denunciando los atropellos que hemos sufrido durante esta huelga todas las trabajadoras de Gestión Deportiva y, lo peor de todo, llevo todo este tiempo afectando seriamente el desarrollo deportivo de los equipos de competición de Natación Artística del Club Natación Pamplona.

Las deportistas del Club Natación Pamplona, referentes en las diferentes competiciones de Navarra en este deporte, no han podido entrenar ni tampoco competir en los pasados Juegos Deportivos de Invierno de Navarra. Muchas deportistas se han dado de baja de este club. Niñas que comenzaron a practicar este deporte cuando todavía esperaban que el ratoncito Pérez les trajera un regalo por cada diente que se les caía y hoy son estudiantes universitarias. Ese es el peor de los peajes que hemos tenido que pagar mis alumnas y yo. Esta huelga en defensa de mis condiciones laborales me ha quitado lo más preciado, una gran parte de mis niñas, y, con ello, los objetivos y el esfuerzo del trabajo de muchos años.

Pero, ¿por qué no he claudicado en esta larga y decepcionante lucha? Pues bien, como entrenadora paso largas horas de mi vida privada preparando entrenamientos, haciendo calendarios, asistiendo a reuniones relacionadas con mi trabajo, planificando actividades que mejoren las relaciones y amplíen aprendizajes de mis deportistas, buscando y montando músicas, preparando competiciones y asistiendo a las mismas en fines de semana completos y una larga lista de etcéteras. Todo esto sin que ni un solo minuto de estas largas horas del espacio de mi vida privada se consideren horas de trabajo.

Cuando he pedido un día de descanso porque por razones de competiciones he enlazado hasta tres semanas seguidas de trabajo, la respuesta de mi empresa ha sido que mi día de descanso por calendario es el domingo. Cuando lo he reclamado al club al que represento en dichas competiciones, la respuesta ha sido que ellos no pueden hacer nada porque no trabajo para ellos, no soy su trabajadora, que este tema lo tengo que tratar con mi empresa…

Mi horario de trabajo es regularmente de 15.30 a 20.30 o 21.00 de lunes a viernes. Entre esas horas tengo espacios de tiempo de quince minutos y medias horas para pasar del turno de socorrista a los entrenamientos de seco y de estos entrenamientos a los de agua. Esos quince minutos y medias horas no se cuentan dentro de mi jornada laboral, aunque me dedico a cambiarme de ropa, llegar a la sala o a la piscina y preparar el material necesario para el entrenamiento, este tiempo no se computa como horas de trabajo.

El curso pasado estos espacios de tiempo repercutieron en 4,25 horas semanales. Este curso son 3,75 horas semanales. Estas son las condiciones de trabajo que permiten este tipo de contrataciones.

Terminas una clase y hay quince minutos o media hora hasta que empiezas otra, porque es imposible terminar a una hora en un sitio y estar a esa misma hora en el otro, pero este tiempo no se cuenta dentro de tu jornada laboral aunque estés desempeñando el trabajo.

Mis condiciones laborales se han deprimido en los últimos años, aún cuando las familias han hecho un gran esfuerzo y me han mejorado el precio/hora. Quiero dejar claro que han sido las familias de la sección de natación artística del Club Natación Pamplona, y no la empresa, quienes han hecho este esfuerzo.

Pero aún así mis condiciones laborales son hoy peores que hace dos años, y el año que viene se avecinan peores aún.

Me queda una larga pelea, no me cabe duda de que esta huelga me pasará mucha más factura que la económica. La peor es la emocional, porque por más que denuncio a viva voz que este modelo tiene que cambiar, que éstas no son maneras de tratar a las personas que educamos en valores del deporte, sólo encuentro oídos sordos y es una pena.

La sociedad tiene que escucharnos. El deporte es sinónimo de empatía, respeto, valor y dignidad. Yo soy una entrenadora, esos son mis valores.

La autora es socorrista y monitora de natación sincronizada en Club Natación. Delegada de CCOO en la empresa URTATS