Existe una obra de arte en el cine dirigida por el admirado Terrence Malick que se llama precisamente como el título de esta reflexión, La delgada línea roja.

He visionado esta cinta en numerosas ocasiones profundizando sobre el mensaje que nos manda el autor a través de ella. Se desarrolla en una selva paradisíaca a donde llega la guerra con su crueldad máxima, la batalla al límite entre el bien y el mal, entre lo bello y el horror.

Ahí está precisamente la respuesta a mis interrogantes. La delgada línea roja separa ese bien de ese mal.

Después se ha aplicado en numerosas ocasiones a diferentes situaciones, especialmente en la actividad política.

Cruzar definitivamente esa delgada línea es precisamente lo que completó el martes el PP al pactar en la Comunidad Valenciana un gobierno de coalición con Vox.

Ya no es una excepción como era CyL, porque a ese hecho se le han añadido acuerdos en el mismo sentido en Elche, Toledo, Guadalajara y después vendrán Burgos, Valladolid, Alcalá de Henares, Aragón, Extremadura y las 153 poblaciones en las que hoy les necesitan para acceder al poder, en muchos casos arrebatándoselo a la lista más votada, la del PSOE.

El martes 13 de junio es ya un día marcado en negro en la historia de nuestro país.

Ese día el PP pasó de ser una derecha sin más, a una derecha extrema que pacta sin pudor con una extrema derecha con muchos rasgos fascistoides.

Quizás en el fragor de la noticia no caigamos en lo trascendental de este hecho que jamás debió suceder, pero con la calma del tiempo iremos siendo conscientes de la trascendencia de ello, al menos las gentes que reflexionamos con una cierta sensatez.

El PP ha sabido hacer una profunda labor de pedagogía con la ayuda de su poderoso entramado mediático para limpiar a Vox.

Mientras tanto, una izquierda acobardada ha vivido a la defensiva la campaña del 28-M con respecto a Bildu y ERC y amenaza con hacer lo mismo ahora.

Lo que va a ocurrir hoy sábado en Pamplona, a diferencia de esas 153 localidades mencionadas, es un signo evidente de ello.

Todo eso después de haber sacado con ellos adelante todas las medidas progresistas de la legislatura.

Ahora sólo cabe esperar que algunos insensatos que en la izquierda ziriquean en estos instantes de manera infantil, se caigan del caballo como San Pablo y sean conscientes de que especialmente ahora no hay que restar, hay que trabajar por la izquierda y no destrozarla con posiciones personalistas, ser generosos con altura de miras y no egoístas y vacuos.

Que Podemos justo el día en el que se puede visualizar ese innoble pacto PP-Vox en 135 localidades, convoque su Consejo Estatal Ciudadano estatal para poner palos en las ruedas de Sumar, es como para hacérselo mirar.

Quizás el gurú que mece la cuna desde Galapagar esté manejando la tesis de que para sus intereses de resucitar políticamente y mediáticamente, lo más conveniente sea que Sumar fracase, que ese fracaso se extienda a toda la izquierda creando así una crisis profunda que abra de par en par las puertas de la Moncloa a PP-Vox.

Eso provocaría la probable desaparición de la propia Yolanda Díaz y de Pedro Sánchez, quedando solo él como salvador que se enfrentaría a esas derechas envalentonadas.

Arriesgada jugada con tintes de insensatez, porque cuando la derecha llega al poder es extremadamente difícil descabalgarla de él, al menos en los siguientes ocho años, y en ese tiempo van a hacer mucho daño a las capas más desfavorecidas de la ciudadanía.

Veremos…

*El autor es militante activo de las izquierdas