“Me llamo Abderrahmane y soy de Argelia. Llevo medio año viviendo en Pamplona. Los primeros meses dormía en la calle y no tenía nada para comer. Pasaba hambre, frío y mucho miedo. Desde hace unos meses la mayoría de las noches estoy pudiendo dormir en un albergue, aunque paso todo el día sin comer. Mi madre no sabe que estoy pasándolo tan mal. Cuando hablo con ella le digo que estoy muy bien, para no preocuparla y para que no sufra ella también.”

Cada día decenas de personas pasan hambre en una Comunidad que presume de riqueza. Quienes duermen en el albergue provisionalmente habilitado en González Tablas pueden cenar y desayunar allí; si se cierra, muchos no sólo quedarán sin techo, también sin nada que comer; tampoco desayuno y cena. Son en su mayor parte jóvenes que vienen a trabajar -muchos con formación en distintos oficios o con estudios- y a los que la ley de extranjería impide trabajar legalmente hasta tener los papeles en regla, algo que no consiguen hasta pasados una media de cuatro años. Se les llama ilegales y la policía les acosa una y otra vez, cacheándoles constantemente en la vía pública como si fueran delincuentes sólo por su aspecto físico -que delata su origen- estigmatizándoles más si cabe ante el resto de la ciudadanía. Quienes consiguen ingresos tienen serias dificultades para acceder a viviendas en alquiler, habitaciones en realidad, porque quienes alquilan les cuelgan el teléfono en cuanto oyen su acento.

Esta situación es el resultado de un sistema que alimenta el enriquecimiento de unas pocas empresas y personas a costa de la exclusión de millones de personas, de una sociedad en la que consumimos, producimos, importamos y contaminamos a un ritmo que no pueden sostener ni el planeta ni las sociedades a las que dejamos empobrecidas. De sus países de origen extraemos petróleo, gas, coltán, fosfatos, oro, diamantes, café, cacao, pescado, cereales y montones de productos a muy bajo precio, devolviéndoles residuos y un cambio climático que, por añadidura, es más severo en sus latitudes. A continuación, levantamos un alto muro, vallas y concertinas y un ejército armado hasta los dientes en las fronteras. Y, si consiguen sobrevivir a rutas cada vez más arriesgadas, les mantenemos arrinconadas y sin derechos poniendo todas las zancadillas posibles, a pesar de que acaban realizando los oficios más básicos y duros, y también los peor pagados; como el cuidado de la población de más edad o enferma, en el caso de las mujeres, o la agricultura, construcción y hostelería.

Se dice que están llegando muchos… ¿Nos extraña? Es el resultado de la desigualdad creada durante décadas y a la que sólo hemos mirado de soslayo como si no fuera con nosotras.

Exigimos a las instituciones navarras que garanticen urgentemente a todas las personas que viven en Navarra el cumplimiento del derecho a techo y a comedor, así como un compromiso real para combatir el racismo estructural, social e institucional. Exigimos que se dé cumplimiento inmediato al deber de empadronar a todas las personas que estén residiendo en Navarra.

Llamamos a la ciudadanía a la manifestación que con motivo del día contra el racismo se celebrará el próximo sábado 23 de marzo a las 12 del mediodía en la Plaza de Merindades.

Así mismo, os animamos a trabajar activamente para la integración de estas personas en la sociedad, personalmente o colaborando con las distintas iniciativas de asociaciones locales.

Punto de información a personas migradas / Migratuendako Informazio Gunea