Regenerar no es otra cosa que reparar las partes dañadas. La primera vez que oí el sugerente concepto fue cuando me acerqué a la filosofía. El primer brote regeneracionista nace en Europa y en España, a finales del siglo XIX-principios del XX. El grausino Joaquin Costa lideró esa corriente krausista. Pretendía limitar la oligarquía y el caciquismo del momento. Su propuesta principal fue Escuela y Despensa. Afirmando que la Escuela es la sociedad entera, es la naturaleza entera, en una palabra, el mundo. Posteriormente, han sido muchas las personas políticas que han reivindicado la necesidad de regenerar la política. También los sindicatos han reflexionado sobre ello. Hace doce años me tocó coordinar un estudio en CCOO. En estos momentos el presidente Sánchez ha dado foco al importante asunto. Por lo tanto, no estamos inventando la rueda. Quizás hubo un paréntesis en la Transición Democrática en la que la ciudadanía anhelaba la política.

La diversidad de intereses y su conflicto es la naturaleza propia de la sociedad. Por ello, necesitamos de estructuras de intermediación que sean capaces de generar proyectos colectivos. A estas estructuras de intermediación les llamamos instituciones; que pueden ser políticas, sociales, profesionales… Pues bien, el deterioro reputacional de las mismas es muy alto en estos momentos. Todos y todas somos conscientes de ello.

Desde el ámbito institucional político surgió el concepto de gobernanza o buen gobierno. El desarrollo de ello implica políticas públicas de transparencia, participación, ética pública, voluntariado, rendición de cuentas.

Pero no sólo hablamos de los partidos políticos, de los sindicatos, del Parlamento… También de los medios de comunicación tradicionales. Porque no hay comunidad sin comunicación. En ello está empeñado la Unión Europea, que ha señalado, como prioridad, la libertad de prensa. Ser libres es consustancial con nuestra naturaleza. Zarzalejos, en su reciente libro, afirma que de la crisis de la prensa no sólo tiene la culpa el mercado sino también el debilitamiento de la fiabilidad. Como remata el mencionado autor: Interiorizar el conjunto de los problemas que causan esta crisis de los medios es el primer paso para encontrar la solución. No es el poder, es el pensamiento.

Los proyectos colectivos necesariamente provocan decepciones particulares. La ciudadanía sabe y entiende que no todo es posible, que sus preferencias no siempre coinciden con el común. De ahí la importancia de las instituciones como equilibrio social y argumento ante la frustración.

Así pues, estamos ante un reto de civilización. De especial relevancia para nuestra juventud. Empoderarles es crucial. Ellas y ellos son los verdaderos guardianes, actuales y futuros, de las sociedades democráticas. Nos lo recuerdan desde la ONU. Deben sentir que su voz cuenta.

Como país, necesitamos recuperar la legitimidad social que debe tener la democracia. No se trata de retratar al otro. Cada uno desde su papel y responsabilidad. Porque la democracia, a mi modo de ver, es la mejor expresión de inteligencia colectiva para convivir socialmente.

El autor es vicepresidente primero y consejero de Presidencia e Igualdad del Gobierno de Navarra