La primavera es la época perfecta para hacer un recorrido a la obra del escultor Eduardo Chillida, cuyos trabajos han dado la vuelta al mundo y nos ayudan a conocer la figura de tan ilustre artista. Es por eso que, en esta ocasión, les ofrecemos una jornada de aventuras con las esculturas de Chillida como epicentro. Nuestro primer destino será, como no podía ser de otra manera, Chillida Leku, donde tendremos la oportunidad de disfrutar de sus trabajos. Ubicado en Hernani, si nos acercamos desde Donostia estaremos a apenas un cuarto de hora en coche, a 58 minutos de Pamplona, una hora y cinco minutos de Bilbao y distancia similar desde Vitoria. 

Esta será, como decimos, nuestra primera parada en el itinerario. Aquí tendremos la oportunidad de recorrer cien años de historia, pues el 10 de enero de este mismo año se cumplió el centenario del nacimiento de Chillida. Y es que este espacio, reconocido con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes acoge cada año a miles de visitantes que se quedan prendados con la obra de este laureado escultor. Este museo abre todos los días en horario de 10.00 a 18.00 horas, salvo los martes y miércoles, algo a tener en cuenta a la hora de preparar nuestra visita. Es aconsejable además ir con tiempo, pues son muchos los rincones que tenemos por descubrir.

Al fin y al cabo, podremos conocer el propio museo, confeccionado en sí mismo tal y como recuerdan desde Chillida Leku como “una gran obra de arte”. Es un espacio abierto que no cuenta con un recorrido único. Nosotros haremos la visita totalmente personalizada. “Siguiendo la filosofía del artista, el visitante puede recorrer este espacio artístico dejándose guiar por su intuición, siguiendo el aroma de las obras, retomando aquí el término poético que Chillida empleaba para referirse a su proceso de trabajo: Guiado por un aroma”, invitan. Recorrer los jardines es una opción perfecta para enamorarse de la obra de Chillida, pues en este gran paraje encontraremos las obras de acero y granito del artista conviviendo en perfecta armonía con hayas y robles, formando un espectáculo mágico. 

También encontraremos el caserío Zabalaga, un edificio rehabilitado por el escultor y que mantiene su esencia tradicional. La modernidad ha llegado, eso sí, a este espacio, pues desde Chillida Leku nos ofrecen visitas virtuales, para que conozcamos este espacio antes incluso de ir, sin movernos del sillón y con nuestro ordenador o teléfono móvil como única herramienta necesaria. 

Balenciaga y Chillida

Nuestro siguiente punto del camino, abandonado ya Chillida Leku, se encuentra a 24 minutos del primero. Hablamos del Museo Cristóbal Balenciaga. ¿Por qué vamos allí?, se preguntarán. Pues bien, la parada que les proponemos a continuación es temporal, pues solo estará disponible hasta el año que viene. Se trata de la muestra Chillida Balenciaga. Plegar la forma. En ella, podremos maravillarnos con los trabajos del escultor donostiarra y del diseñador de Getaria, que compartieron lazos de amistad, pero también una esencia única. 

En esta exposición, la belleza se convierte en un elemento vertebrador del recorrido, donde invitan al visitante a explorar y percibir “mediante la luz oscura del Atlántico, los lugares comunes del escultor del aire y del modisto del espacio”. 

‘Peine del Viento’

Terminamos esta aventura tan entretenida acercándonos a Donostia para conocer -o redescubrir en muchos casos- el Peine del Viento. Esta obra es uno de los grandes iconos del trabajo de Chillida, una postal incomparable si nos acercamos a la capital guipuzcoana y queremos llevar con nosotros un recuerdo en forma de instantánea. Pero es mucho más que eso. El Peine del Viento se ha convertido en nuestra seña de identidad.

Acercarnos a la playa de Ondarreta es indispensable si planeamos pasar un día en Donostia, el colofón perfecto para esta andadura que hemos emprendido. Instaladas en 1977, estas piezas de acero resisten los envites del mar con templanza. Un auténtico espectáculo para los sentidos, también el auditivo, pues los sonidos que emiten las olas al colarse por unos tubos en el suelo son únicos. Con esta maravilla de postal cerramos la aventura -con tiempo para degustar pintxos, pasear por la Concha y disfrutar del atardecer en la mágica ciudad de Donostia-, y con el recuerdo de Chillida y de su obra siempre presentes en la memoria.