Mattin Aiestaran (Irurita, 1991) dirige la excavación del poblado de Irulegi desde 2018. Por aquel entonces, el joven arqueólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi ni soñaba con poder descubrir la excepcional pieza metálica que escondían las ruinas de un poblado arrasado a finales del siglo I a.C durante las Guerras Sertorianas. Pero, después de mucho trabajo, llegó la recompensa. En una de esas viviendas, se encontró en junio de 2021 una particular pieza de bronce con forma de mano que contenía el texto más antiguo escrito en lengua vascónica (antecedente del euskera). La primera de las cuatro palabras, sorioneku, es ya todo un símbolo. Ahora, Mattin Aiestaran recibe el Premio Sabino Arana 2022 por un hallazgo excepcional que ha arrojado luz sobre la historia de los vascones.

¿Qué supone recibir el premio Sabino Arana 2022 por el hallazgo de la Mano de Irulegi?

–Es un orgullo y un premio al trabajo realizado. Somos conscientes de la importancia que tiene el premio y nos llena de gratitud. Además, el hecho de que lo hayan concedido a todo el grupo es algo que nos alegra, ya que nos define perfectamente.

¿Cómo es el equipo que está detrás de este descubrimiento?

–Digamos que es un proyecto con muchas raíces. No está solamente está el director que soy yo, sino que este proyecto cuenta con miembros de distintas disciplinas como las restauradoras, los epigrafistas y lingüistas, geólogos, los arqueólogos profesionales, técnicas de comunicación, alumnas y alumnos universitarios en prácticas, vecinos del Valle de Aranguren en auzolan o trabajo comunitario, etcétera. Todo el mundo es necesario para que el proyecto siga avanzando.

¿Qué significa este descubrimiento para la cultura y la sociedad vasca?

–Creo que ante todo ha supuesto una buena noticia y eso ha sido lo que se ha transmitido en todo momento. A veces la arqueología nos brinda este tipo de hallazgos excepcionales y la verdad es que nos ha impresionado el eco que ha tenido, incluso a nivel internacional. 

¿Esperaban tanta repercusión?

–Sí que intuíamos que con suerte la noticia podía transcender a los círculos más o menos cerrados de académicos y aficionados a la arqueología, pero no pensábamos que sería para tanto. Parece que la mano ha tocado una fibra sensible de nuestra sociedad.

¿Cómo ha vivido estos dos meses después de que se diera a conocer el hallazgo?

–La verdad es que con mucho trabajo y con ganas de reanudar la marcha que llevábamos antes, pero muy agradecidos por seguir trabajando sobre estas cuestiones. Por otra parte, estos dos meses nos han subrayado la necesidad de trabajar con discreción en estos casos, y la verdad es que no lo hubiéramos podido hacer así si hubiésemos hecho pública la noticia con anterioridad.

Es el premio a muchos años de trabajo en el yacimiento (desde 2007) y de apuesta por parte del Ayuntamiento del Valle de Aranguren. En su caso, dirige la excavación desde 2018. ¿Cómo han sido estos años?

–Recuerdo que en las dos primeras campañas hicimos catas y sondeos y el volumen de trabajo era muchísimo menor. Veíamos el potencial del yacimiento e imaginábamos que podríamos estar en la situación actual, pero no nos ilusionábamos demasiado. Veíamos yacimientos de la misma época que llevaban años excavándose y soñábamos con encontrarnos en la misma situación que ellos. Desde el 2020, comenzamos a excavar en área abierta y eso cambió bastante el planteamiento de la excavación y el volumen de trabajo. En las últimas campañas, cada día hay alguna sorpresa o algún resultado gratificante. Está siendo muy emocionante.

¿Cómo fue la evolución del poblado de Irulegi en sus distintas fases?

–Parece que comenzó a ser una aldea en torno a la zona del castillo en la Edad del Bronce Medio, entre el 1.600 y el 1.400 a.C, y fue expandiéndose ladera abajo durante 1.200 años hasta alcanzar su mayor extensión en el siglo I a.C, cuando tenía un urbanismo bastante desarrollado para su época. En ese momento, terminó siendo incendiado de manera violenta en el contexto de las Guerras Sertorianas. Gracias a ese ataque, perdura una imagen congelada del final de la Edad del Hierro, puesto que los materiales quedaron cocidos y sellados en posición primaria bajo los restos de adobe. 

¿Qué se sabe de los poblados vascones?

–Lo que sabemos arqueológicamente de los vascones prerromanos es relativamente poco. Las excavaciones que se han realizado en yacimientos de la Edad del Hierro de la zona denominada vascona son muy pocas y la mayoría son excavaciones antiguas, como la de Sansol (Muru-Astrain). Otras como Andelo (Mendigorria) o la Iruñea-Pamplona prerromana tienen el problema de que encima se les construyó ciudades romanas en la época antigua, y eso ha alterado los restos anteriores. Por el momento, Irulegi es uno de los pocos yacimientos que en la actualidad nos está ofreciendo abundante información sobre esta cuestión. 

¿Qué otros hallazgos se han realizado en Irulegi?

–Además de los restos arquitectónicos, Irulegi ha ofrecido una multitud de materiales arqueológicos diversos que gracias al estudio que estamos realizando permitirán conocer la vida diaria y las fases de inestabilidad social vividas con la llegada de los romanos a la Cuenca de Pamplona – Iruñerria. Pero también nos ofrece restos anteriores, que van a permitir conocer las distintas fases de la Edad del Hierro, así como sus transiciones.

¿Cuál es la singularidad de la Mano de Irulegi?

–La mayor singularidad es que es un testimonio epigráfico que muestra un evento de alfabetización que no se conocía hasta el momento. Se pensaba que los vascones prerromanos no llegaron a escribir, o que lo hicieron muy poco y mal, en algunas monedas, imitando a los pueblos de alrededor. Gracias a este hallazgo, se puede decir que al menos algunos de los vascones prerromanos sabían leer y escribir, como varios pueblos de su entorno. Por otra parte, está el hecho de que en un sentido epigráfico el texto está escrito en un signario adaptado del ibérico para poder escribir en una lengua que es el vascónico, que estaría de algún modo emparentada con el euskara actual. Y finalmente está el objeto mismamente, que es la mano, que nos aparece como elemento apotropáico, que aleja el mal y acerca el bien. Es, sin duda, un objeto excepcional.

¿Ha habido algún avance en la interpretación de la pieza?

–Hay diversos estudios en varios campos que estamos realizando en estos momentos y que no podemos adelantar hasta tener los resultados. 

¿Cuáles son los próximos pasos que se deben dar en el yacimiento de Irulegi? Hay un plan que acaba en 2024 y que se debe renovar.

–Efectivamente, ahora toca realizar el estudio de los demás materiales y las preparaciones para la campaña que viene, que va a ser de momento la más extensa que hemos tenido. Esperemos que encontremos más sorpresas este verano. 

¿Puede servir este descubrimiento para dar un impulso a los trabajos arqueológicos en Navarra?

–Puede servir para impulsar la arqueología y dar valor al trabajo de campo que realizamos anualmente. Hay mucha labor por hacer, pero es verdad que yacimientos del territorio vascón como Irulegi de momento no se conoce ninguno (exceptuando el de La Custodia de Viana, en territorio berón), en el sentido de que puedan ofrecer esa imagen congelada por un ataque.

¿Cuál es su deseo para este 2023?

–Que podamos seguir trabajando como hasta ahora con el grupo que hemos ido conformando y sigamos teniendo el apoyo que hemos tenido hasta ahora por parte del Ayuntamiento del Valle de Aranguren, que es ejemplar, y también la ayuda y asistencia del Gobierno de Navarra. Al yacimiento no le pediremos nada especial, ya que en nuestro caso, siempre responde.

El gran hallazgo

La cadena de custodia para conservar la pieza. La Mano de Irulegi ha seguido una estricta cadena de custodia desde que fuera encontrada por Leire Malkorra el 18 de junio de 2021 hasta que se encontrara su espectacular inscripción siete meses después, el 18 de enero de este año. Cuando se halló la lámina en la excavación de una de las viviendas del antiguo poblado de Irulegi, se pusieron en marcha todos los protocolos. “Pero no es nada especial. Es lo que hacemos con todas las piezas que aparecen”, remarca Mattin Aiestaran, director de la excavación del yacimiento de Irulegi.