La salud mental es uno de los principales retos en la agenda sanitaria a nivel mundial, especialmente tras la pandemia de covid-19, que trajo consigo una crisis sanitaria, social y económica que ha dejado huella en la sociedad. En el caso de Navarra, el número de personas que padece un trastorno mental se sitúa en máximos en más de una década, con 6.670 pacientes, la mayoría con depresión o ansiedad, al igual que los 58 suicidios del año pasado en la Comunidad Foral, máximo histórico.

Pero las cifras en bruto no quieren decir necesariamente que haya habido un empeoramiento de la salud mental de la población, porque una de las explicaciones del aumento progresivo de los trastornos mentales es que también está habiendo un incremento paulatino de la población, pero lo que sí que ha quedado claro es que la ciudadanía demanda que se ponga a la salud mental en el centro de las agendas. Cada vez se habla más de salud mental y cada vez se hace un mayor uso de los recursos y de las consultas de salud mental, algo que no solo afecta a Navarra, también al resto de comunidades y a la mayoría de países de Europa. De hecho, si se compara con los datos a nivel estatal, Navarra presenta una tasa de personas con trastorno mental inferior a la del Estado: en la Comunidad Foral un 1% de la población tiene problemas de salud mental, frente al 1,23 de la media de todas las comunidades.

Pero que la salud mental pase a ser una de las prioridades de la ciudadanía puede ser algo bueno y lo explica Antonio García, psicólogo clínico del centro de salud mental infanto-juvenil: “Que se hable más de salud mental es bueno, porque era un tema tabú en la sociedad española y poco a poco está dejando de serlo. Que se hable más de ello no necesariamente quiere decir que la salud mental haya empeorado, sino que es más visible. Yo creo que la población se está atreviendo más a hablar de su salud mental, esto se percibe como un aumento, pero en realidad se trata de una toma de conciencia”.

Y la pandemia ha sido la gota que ha colmado el vaso para poner en el centro la salud mental. Pero que la crisis sanitaria impactara en la población es algo que, según García, hay que verlo con normalidad. “Perdimos seres queridos, se alteraron nuestras rutinas y hábitos, vimos restringida nuestra vida social y la expresión de afecto, vivimos situaciones críticas en el ámbito sanitario… Lo inimaginable es que un hecho tan devastador como fue la pandemia no tuviera efectos sobre la salud mental de la población”, apunta, y añade que esto también ocurrió con la crisis económica y laboral que se inició en 2008, aunque hay factores de riesgo como “la vulnerabilidad socioeconómica o la presencia de problemas de salud mental previos”. 

La frecuencia, mayor en mujeres En este sentido, García reconoce que lo ha empeorado es “la percepción de la población sobre su salud mental”, un malestar que hay que atender “para que las personas no desarrollen problemas de salud mental”. No obstante, insiste en que no se debe confundir “percepción con enfermedad”, porque la sintomatología ansiosa -inquietud, temor inespecífico, estrés, problemas para dormir, etc.- y depresiva -tristeza, apatía, pérdida de la capacidad de disfrute, etc.- es mucho más frecuente que los trastornos.

Según los últimos datos de 2022 de la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria del Ministerio de Sanidad, detalla el psicólogo navarro, la frecuencia de problemas de salud mental es mayor en mujeres (30,2%) que en hombres (24,4%) y los trastornos más frecuente son la ansiedad y la depresión, que las padecen el 6,7% y el 4,1% de la población, respectivamente, pero se estima que afectarán a un 25% de la población en algún momento de su vida. Por su parte, el trastorno del sueño, con o sin problemas de salud mental asociados, afecta al 5,4% de la población. “Las psicosis, como ejemplo de trastorno mental grave, la padece el 1,2% de la población y en la vejez las demencias afectan al 3,2%. En la infancia y adolescencia los problemas más frecuentes son el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y los problemas específicos del aprendizaje, que afectan al 1,8% y al 1,6%, respectivamente.

Pero la mayoría de estos trastornos, los que no son graves, pueden solucionarse sin necesidad de ayuda profesional. García aboga por “no medicalizar y psicologizar la vida”. “En España, desde antes de la pandemia, tenemos el problema de la medicalización de la salud mental: somos uno de los países del mundo con mayor prescripción de psicofármacos por habitante”, alerta el psicólogo que insiste en dar respuesta al desafío de la salud mental a todos los niveles: “Hay que fortalecer la comunicación a nivel familiar, ofrecer alternativas de socialización a nivel comunitario, programas preventivos a nivel escolar, etc. La respuesta a los problemas de salud mental no es exclusiva de psicólogos clínicos, psiquiatras y pediatras, sino que atraviesa a todo el entramado social. Cuanto más se integre la salud mental de manera transversal, menos problemas llegarán a nuestras consultas”.

Faltan profesionales Sin embargo, aunque haya que abordar la salud mental desde todos los ámbitos, el nivel asistencial y profesional es vital y hay un problema: faltan profesionales. De hecho, España está muy por detrás de la media europea de profesionales de salud mental por habitante: 6 por cada 100.000 contra 18 de la media europea. “Nos llevamos las manos a la cabeza por el aumento de la demanda, pero lo que hay es un déficit en la capacidad de respuesta a esa demanda y una falta de priorización de la salud mental”, reflexiona García.