Eran las cinco de la mañana. La cuadrilla salía de la discoteca donostiarra. Entre ellos no se encontraba inicialmente Santi Coca, quien falleció con 17 años, tras recibir una paliza aquella misma noche, el 26 de abril de 2019. Su hermano Iker, que había pasado la velada con los amigos, quedó con él para regresar juntos a casa. Santi llegó en esos momentos, justo cuando la cuadrilla trataba de aclarar un incidente registrado un poco antes.

A un amigo de Iker le habían quitado un paquete de tabaco. “Fuimos a pedir que se lo devolvieran. Hablábamos con la persona que lo había hecho, y empecé a notar alboroto. Cuando oí gritos, me giré y vi cómo le daban a mi hermano más de diez patadas y puñetazos mientras él trataba de echarse hacia atrás. Noté un golpe. Todo fue muy rápido”. Iker Coca, hermano de Santi Coca, ha sido el primero en testificar este lunes durante la segunda sesión de la vista oral que sienta desde el viernes en el banquillo de la Audiencia de Gipuzkoa a cinco acusados de la muerte del joven. Un sexto encausado se encuentra huido.

El joven, que ha dado cuenta de los hechos ayudándose de una pizarra, ha identificado en la sala a uno de los inculpados, aunque no ha sabido precisar su grado de participación. La trifulca, según ha relatado, se produjo a la altura de la fuente ubicada entre la discoteca GU y el Ayuntamiento de Donostia. “Cuando me giré vi a mi hermano tirado en el suelo mientras les seguían agrediendo. Traté de protegerle poniéndome encima de él para amortiguar los golpes”, ha relatado visiblemente emocionado. Calcula que fueron unos 20 o 30 segundos. Todo fue muy rápido. Posteriormente los agresores emprendieron la huida “hacia la Parte Vieja”, según ha precisado.

Iker quedó en estado de shock. “Mi hermano no se levantaba. No hablaba, no respiraba, no estaba. Le dieron puñetazos y patadas entre unas seis u ocho personas”, ha respondido a preguntas del Ministerio Fiscal. “Me decían que tenía que llamar a casa, pero yo no quería”. No daba crédito a lo que acababa de suceder.

La prueba testifical del juicio ha arrancado este lunes en torno a las 10.00 horas. Minutos antes entraban en la sala los cinco encausados, que se enfrentan a una petición de veinte años de cárcel tanto por parte de la Fiscalía de Gipuzkoa como de la acusación particular, que ejerce la familia a través del abogado Eduardo Ruiz de Erenchun. También está personado el Ayuntamiento de Donostia, que ejerce la acción popular y reclama quince años de prisión para cinco de los procesados, y eleva hasta los 20 años su solicitud para un sexto joven, fugado, a quien se atribuye “la última y brutal patada en la cabeza” cuando ya había perdido el conocimiento.

“Una vez que mi hermano cayó al suelo le siguieron dando patadas. En ese momento se quedó inconsciente o muerto, no lo sé”, ha reconocido. Equipos sanitarios desplazados al lugar le practicaron maniobras de reanimación cardiopulmonar, tras lo cual fue trasladado en estado de extrema gravedad al Hospital Donostia, donde falleció dos días más tarde.

Un ertzaina le aconsejaba que avisara en casa de lo ocurrido, pero a Coca le costó reaccionar. “Era un buen hermano. El mejor que podía tener. Esa noche venía a recogerme él a mi, cuando debía haber sido al revés, puesto que yo soy el hermano mayor”, se lamentaba.  

Durante la vista oral también ha declarado el joven de la cuadrilla a quien aquella noche le pidieron un cigarro, lo que desencadenó el posterior desencuentro. Su testimonio coincide con el del hermano de la víctima. No conocía a ninguno de los cinco encausados. “Salí con un amigo de la discoteca antes de que cerrara, y es entonces cuando me vinieron a pedir el cigarro, le dije que no, y entonces me quitó el paquete. Al ver que había varias personas con caras amenazantes nos fuimos, y es entonces cuando nos encontramos con Santi, Iker y un tercer amigo”, ha relatado.

Los cinco encausados, según reconoce, estaban presentes aquella noche. “Empezó a haber mucho movimiento. Santi estaba rodeado. Cayó al suelo. No era una pelea de todos contra todos, sino una agresión”. Este testigo presencial reconoce que, al igual que su amigo Iker, trató de proteger a la víctima colocándose encima de él, “pero me tiraban de la cazadora para que me apartara”. Calcula que intervinieron en la agresión entre cuatro y siete personas.

“Cuando me acerqué a donde se encontraba Santi le vi caer al suelo. Estaba boca abajo. Intentaba protegerle pero notaba que me tiraban hacia atrás”, ha indicado el joven, quien después de la agresión se quedó tratando de consolar a Iker, que “se quedó llorando”.

Un tercer testigo de los hechos explica que tras salir de la discoteca supo que a su amigo le habían quitado el paquete de tabaco, a lo que inicialmente no dio mayor trascendencia. Según relata, parecía una discusión más o menos calmada. “Quien le había quitado el paquete se acercó y le dio un cigarro. Yo en ese momento me relajé. Fue poco después cuando me di la vuelta y vi que a Santi le estaban pegando patadas y puñetazos”.

Este testigo vio a Santi “solo” mientras era agredido por un grupo al que la víctima decía: “de uno en uno”. “Era un grupo bastante grande que luego se disolvió en dirección hacia el Boulevard”, detalla. En concreto, fue un puñetazo el que le hizo caer a Santi al suelo, según señala. A preguntas del Ministerio Fiscal, el joven responde que los golpes se sucedieron “del tronco hacia arriba y en la cabeza”. Este testigo ha identificado a cuatro de los cinco encausados, entre ellos, al joven que le arrebató el paquete de tabaco.

Calcula que transcurrieron unos treinta segundos desde que comenzaron los empujones hasta que se produjo la agresión mortal. “Era un grupo grande de personas, y los golpes, entre quince o veinte, se sucedían con rabia. Todo fue muy rápido”.

El juicio se ha reanudado este martes con el testimonio de Fátima Hacine-Bacha, madre del menor fallecido. Está previsto que declaren hasta el próximo 5 de diciembre casi medio centenar de personas, con la comparecencia en sala de más de 25 peritos.

“Cada vez que revivimos lo que le ocurrió a Santi supone caer en la depresión”

Fátima Hacine-Bacha ha reconocido este miércoles que el proceso judicial "se ha hecho muy largo, y cada vez que revivimos lo que le ocurrió a mi hijo supone caer en la depresión”. Fátima, vestida de negro, ha comparecido a las 9.50 horas frente al magistrado presidente en calidad de testigo. Su declaración apenas se ha prolongado por espacio de diez minutos.

“Ese día comimos y cenamos juntos. Me dijo que quería salir con su hermano. Estábamos entusiasmados porque venía de pasar tres semanas con sus tíos en Londres”. La mujer ha relatado que tras salir sus hijos por la noche, la siguiente noticia que tuvo de lo ocurrido fue a través de Iker Coca. “Me llamó y me dijo que Santi no estaba bien. Cuando llegué al hospital me dijeron que estaba en muerte cerebral. Pasé dos noches en UCI. Estaba en estado de shock, les dije a los médicos que, por favor, me dejaran con él, porque ya se iba”. 

La madre de la víctima mortal ha explicado que posteriormente fue conociendo a través de diferentes personas lo sucedido aquella noche, y que "todos los relatos eran coincidentes". Ha señalado que Santi era "un chaval alegre, cariñoso y muy respetuoso. Ese mismo día a una vecina le había llevado la compra. Me lo contaba todo. Era muy familiar y sociable, con sus valores, y muy respetuoso. Un estudiante de Física y Química que hacía footing y quería ser ingeniero”.

La mujer ha desmentido que su hijo hubiera estado ingresado en un centro un reforma, como señaló el lunes un abogado de la acusación. Fátima Hacine-Bacha ha testificado un día después de hacerlo su hijo Iker, que el día de los hechos se encontraba con su hermano fallecido y quien aseguró ante el tribunal que aquella noche “fueron expresamente” a por Santi, al que propinaron más de diez patadas y puñetazos”.