Se mire por donde se mire, la clase obrera es la más perjudicada cuando hay una guerra. No hace falta hacer un estudio sociológico para confirmar que la mayoría de los soldados muertos, heridos o mutilados pertenecen a la tropa y que esta se compone mayoritariamente por la clase trabajadora.

Como estamos viendo en la invasión a Ucrania, los jóvenes con recursos, cuando son llamados para alistarse obligatoriamente, intentan comprar mediante sobornos la exención al ejército e incluso salen del país o como mal menor, casualmente, suelen estar destinados a lugares y puestos con menor riesgo.

Las bombas, por muy inteligentes que sean, caen sobre la población civil sin distinguir edad, sexo, religión ni clase social. La única diferencia es que la clase rica tiene bastante más facilidades para protegerse, huir de las zonas más peligrosas e incluso salir del país.

Además siendo rico es más fácil hacer frente a la inflación, al estraperlo y al mercado negro para obtener los productos que escasean.

Resumiendo, se puede modificar el dicho “el dinero no da la felicidad pero ayuda” por la variante “el dinero no te garantiza la supervivencia pero te da más posibilidades de vivir y de vivir mejor”.

Pero los efectos negativos de la guerra en la clase obrera se producen incluso antes de que comiencen los ataques armados.

Todo el dinero público que va al ejército o a la industria militar es un dinero que no va a mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía.

El ejército y la industria militar siempre están pidiendo más inversión pública, para comprar más y mejores armas con la excusa de que hay que tener un potente ejército para disuadir al enemigo imaginario.

Se transfieren grandes cantidades de dinero público a la industria militar en detrimento de los sectores productivos e ignorando la necesidad de mejorar los servicios sociales.

Utilizan demagógicamente la creación de puestos de trabajo como justificación de la inversión en la industria militar. Con la misma lógica se podría afirmar que, como del tráfico de droga o la trata de personas también viven muchas personas, habría que apoyar dichas actividades. Olvidan que en el comercio internacional de armas los principios éticos se dejan de lado, ya que no se respetan ni los acuerdos internacionales firmados que prohíben la venta de armas a países en guerra. El Estado español está vendiendo armas a Israel, a pesar de que ha traspasado la raya del apartheid a la población palestina hasta llegar al genocidio, matando con las armas y de hambre a miles de gazatíes.

Por otra parte, considerando el conjunto de la economía, la industria militar sólo genera 25.300 empleos directos; eso sí, cada vez más especializados, y su aportación al PIB es un escaso 0,8%. Únicamente en lugares concretos la industria militar es el motor industrial de la que depende la mayoría de los puestos de trabajo.

El Estado español ya ha realizado reconversiones industriales en sectores que tenían más peso en el PIB como la siderurgia, o la naval. Recordemos que históricamente ya ha habido reconversiones de la industria militar en industria civil, sirva como ejemplo el caso de bicis Orbea o BH.

En los últimos presupuestos generales del Estado español el presupuesto militar aumentó un 26,3% respecto al año anterior, 2022, y ese año, ya había aumentado un 7,9% respecto al presupuesto del año 2021. Ya quisiéramos, la clase trabajadora, que un año nos subiesen casi el 8% y al siguiente el 26%, ¡ni en el mejor de nuestros sueños!

Para seguir aumentando el gasto público en el entramado militar el gobierno de España hace ingeniería contable para afirmar que el gasto militar sólo representa el 1,24% de PIB, cuando realmente el gasto militar es el 2,17%, como lo demuestran los estudios independientes (Centre Dèlas per la Pau) llegando hasta los 27.617 millones de euros. Cifra que se queda corta para los grupos pacifistas y antimilitaristas que la aumentan hasta los 48.800 millones al contabilizar la deuda generada por préstamos sin interés en la época de Aznar con los PEAs (programas especiales de armamento).

No sólo se ha gastado esta exagerada cantidad de dinero sino que se siguen realizando compromisos de gasto que condicionan los presupuestos de años venideros.

Todo euro de nuestros impuestos que va al ejército y a la industria militar es un euro que no va a mejorar la vida de la clase trabajadora.

La guerra causa destrucción durante muchos años y no soluciona los conflictos. 25 años han pasado desde que la OTAN bombardeó ilegalmente (sin ser atacada y sin autorización de la ONU) a Serbia y periódicamente surgen conflictos entre Serbia y Kosovo. Sin olvidarnos de otras intervenciones fracasadas, Afganistán, Irak, Libia…

Este 1 de mayo dejamos claro nuestro rechazo al gasto militar y nuestra repulsa al lenguaje belicista, antesala de la guerra. La guerra no resuelve los conflictos, trae destrucción y miseria.

Plataforma contra las guerras - Gerrarik Ez