A propósito de Greta
Vuelvo a sentirme el chaval del cuento que veía al emperador en bolas mientras el resto de los vasallos se hacían lenguas sobre la hermosura de su nuevo traje. Cuánto mejor parado saldría este humilde opinatero si fuera capaz de subirse a la ola de natillas y surfear con el rebaño que entona las aleluyas de una criatura que le canta las cuarenta a los malosos del universo que no hacen nada por evitar que el planeta se vaya a la mierda.
¿Puede haber alguien de corazón tan áspero como para no caer rendido ante una preadolescente que, en lugar de jugar a la Play o hacer botellón, se entrega con abnegación a la lucha? Y si le sumamos el no pequeño detalle de su peculiaridad personal -no sé como se dice “tener Asperger” en políticamentecorrectés-, ¿quién será el desalmado que se atreva a abrir la boca o a mostrar el más ínfimo reparo? Pues me temo que servidor. Y cualquiera que imaginase, por ejemplo, que Greta Thunberg fuese el icono de un movimiento antiabortista o contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo. Entonces sí, los que ahora se dejan las orejas aplaudiendo verían la barbaridad de convertir a una mocosa en mono de feria y, por supuesto, despotricarían sin freno sobre la obscenidad de usar su diferencia como escudo protector.
Pese a que he visto la idéntica hipocresía cientos de veces, sigo sin ser capaz de entender por qué las mismas personas que claman contra la utilización de los menores buscan mil argumentos de aluvión para justificar el circo en torno a la Shirley Temple sueca. Por otro lado, no me extraña en absoluto que el infantilismo que nos asola acabe corporeizándose en una niña.
Más en Actualidad
-
Ana Julia Quezada y su pareja, citadas como investigadas por amenazar a la madre de Gabriel
-
Récord de asistencias en el turno de oficio, que pierde abogados en el servicio
-
Hallan un bote con un kilo de pólvora escondido en un parque en València
-
El PP asegura que no hace falta tener pruebas para acusar a Sánchez de lucrarse con "los prostíbulos" de su suegro