inco mujeres nonagenarias, aparentemente comunes, esconden cinco vidas extraordinarias marcadas por el desarraigo y el exilio: de España a Rusia y después a Cuba. Allí residen todavía algunas de aquellas niñas de la guerra, mientras que otras regresaron a España en los años 80 y 90. Sus recuerdos del hambre, el frío y el miedo a la guerra se entremezclan con la nostalgia por un hogar que las acogió y ya no existe, la lejanía de un territorio que apenas conocen y, para algunas, la vuelta a un país que no es el que soñaron. Este es el punto de partida del documental Matrioskas. Las niñas de la guerraMatrioskas, de la realizadora navarra Helena Bengoetxea, que el pasado 18 de marzo regresó a Pamplona desde Cuba. Ella y su equipo, del que forma parte Iñaki Alforja como director de fotografía, pudieron tomar el penúltimo vuelo que salió de la isla antes de que la isla cerrara su espacio aéreo a causa de la situación mundial generada por el coronavirus.

El de Matrioskas fue el último rodaje internacional que acogió Cuba antes del cierre de fronteras y Bengoetxea cuenta que, si bien, grabar en la isla caribeña supuso un impulso importante para el proyecto, “todavía queda una parte importante por rodar”. En ese sentido, no le importa tanto tener que esperar a reanudar la filmación, aunque, inicialmente, querían tener un primer corte para otoño, como “poder hacer las entrevistas que nos quedan pendientes”. Y lo dice porque las personas con las que tienen que hablar pasan de los noventa años. “Por ejemplo, tenemos que estar con una señora de 95 años que vive en Barcelona y que, aunque habitualmente se encuentra bien y hace dos horas diarias de natación, no sabemos qué puede pasar ahora con esta situación”, confiesa. Y lo mismo le sucede con otros casos. “Nos falta rodar en Barcelona y en Rusia, ellas tienen una delicada salud de hierro, pero a ver qué pasa”.

Matrioskas es una producción impulsada inicialmente por Haruru Filmak, a la que el año pasado se sumaron la donostiarra Sincro y Pyramide Production, de Limoges. El proyecto cuenta con ayudas del Gobierno de Navarra (35.000 euros) y del Gobierno Vasco, así como una ayuda de la Eurorregión que forman Navarra, la Comunidad Autónoma Vasca y Nueva Aquitania. Esta propuesta fue en 2017 una de las seleccionadas en el programa Cima Mentoring de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales y posteriormente también recibió asesoramiento por parte de Ibaia, la Asociación de Productoras Independientes del País Vasco.

Bengoetxea, licenciada en Periodismo, formó parte de la primera promoción de la Maestría en Documental Creativo por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Durante aquellos estudios, descubrió la historia de las conocidas como niñas de la guerra españolas que en los años 60 llegaron a la isla procedentes desde la URSS, adonde las enviaron entre los años 1937 y 1938 en barcos que zarparon desde Santurtzi y Gijón. La mayoría de los niños de aquellas expediciones tenían entre 5 y 12 años y, cuando llegaron a aquel país inmenso, pudieron seguir estudiando en español con maestros republicanos y, como es lógico, con la asignatura de ruso “y con otras materias obligatorias del sistema soviético, como eran la educación musical y deportiva”, apunta Bengoetxea. Si bien no ha querido hacer una epopeya histórica, la cineasta sí se ha documentado para enmarcar en su contexto la increíble vida de estas mujeres que “han formado parte de la historia con mayúsculas, pero que a la vez han vivido una vida normal y son grandes desconocidas”.

Pues bien, aquellos/as niños/os que huyeron de la Guerra Civil española se encontraron con otra cuando ya eran entre adolescentes y adultos. La II Guerra Mundial llevó a varios de aquellos jóvenes a combatir en el Ejército Rojo y los más pequeños fueron trasladados a la parte asiática de la Unión Soviética, “aunque a algunos les pilló el cerco de Leningrado”. Nuevas penurias, hambre, frío, miedo... Y en la década de los 60, “un segundo exilio”.

Una vez que la revolución triunfó en Cuba, el país caribeño se alineó junto a la URSS, a quien demandó profesionales hispanohablantes para salir adelante. No en vano, “muchos de los profesionales que habían prosperado con la dictadura de Batista se habían ido”, y el país necesitaba traductores, ingenieros, médicos, etcétera. Más de 200 de aquellos niños de la guerra decidieron responder a esta llamada. “Para muchos fue como estar más cerca de su origen cultural”. Matrioskas gira en torno a cinco mujeres que se trasladaron a Cuba, donde trabajaron y contribuyeron a desarrollar el país. “Tenemos, por ejemplo, a Alicia, que fue una de los tres médicos especialistas en tuberculosis que acabaron con la enfermedad en la isla”, apunta la realizadora, que destaca la fortaleza del sistema sanitario cubano, a pesar de los pocos recursos de que dispone y del bloqueo de EEUU. Otras regresaron a España en los 80, tras ganar las elecciones el PSOE, que asignó una pensión a los niños de la guerra, y en los 90, ya que, tras la caída del muro de Berlín, “el país quedó aun más aislado, comenzando lo que se conoció como el período especial, una difícil etapa de escasez.

En definitiva, estas mujeres han pasado por todo, y poco bueno, “pero no se ven como víctimas, y yo no quiero mostrarlas como tales; lo que quiero es contar su victoria”, dice Bengoetxea. Y añade: “A pesar de todo, rompieron moldes. Hoy está más de moda decir que se es feminista, pero ellas lo fueron sin más consideraciones. Nada que ver con lo que les habría pasado si se hubieran quedado en España. Esto lo repiten mucho durante las entrevistas, en las que hablan de maternidad, de trabajo, de relaciones...” Son “muy conscientes” de que su destino hubiera sido otro de no haber partido en aquellos barcos. Matrioskas contará sus historias, las de cinco mujeres que ya rondan los 96 y 97 y son memoria de un tiempo “que no habría que olvidar”.

“Me interesa contar la victoria de estas mujeres; mostrar que, pese a todo, no son víctimas”

Directora de cine