Dice en la web de su periódico que es periodista y directora porque le pierde la curiosidad. Esa propensión debió alimentar también su doble licenciatura en Ciencias Políticas. Esther Vera (Badalona, 1967) empezó su carrera en 1989, ha sido corresponsal en París y Washington DC, articulista, docente, directora de Comunicación, hasta asumir hace un lustro la responsabilidad de dirigir Ara, un joven periódico catalán fundado en 2010.

¿Qué ambiente político se respira en este momento en Catalunya?

­­-De entrada la opinión pública y los políticos están más centrados en los incendios y en la gestión de la covid que en el problema que había sido casi monotemático de los últimos años, que es la relación con el Estado español. Tenemos un gobierno acabado de estrenar después de una dificultosa negociación entre los tres socios independentistas, que está dando una cierta estabilidad y llevando a cabo gestión. El problema subyacente va saliendo, y volverá a estar sin ninguna duda en la primera plana dentro de un tiempo en función de cómo vaya la comisión bilateral y la mesa de negociación.

¿Cómo han sido recibidos los indultos?

-Las encuestas decían que la opinión pública estaba de manera muy mayoritaria a favor. Por lo tanto, se percibieron con una cierta alegría, y después se ha visto cómo la mayoría de los presos ha vuelto de alguna manera a la actividad política.

¿Esa vuelta limitada ha atemperado el clima?

-Sí, la Justicia les prohibe volver a la primera línea, pero de alguna forma son figuras que tienen un simbolismo o representatividad importante. En Catalunya el proceso ha decapitado a una generación entera de políticos. La media de edad del nuevo Gobierno puede haber bajado 15 o 20 años y tenemos al presidente de la Generalitat más joven de la Historia. Pere Aragonès tiene 37 años, y quien tenía que haber sido de su partido el presidente, Oriol Junqueras, está sobre los 50, está inhabilitado y en su casa. Pero la presión ha bajado muchísimo.

Con todo, el papel del Tribunal de Cuentas o la imputación de Roger Torrent deben condicionar sensiblemente la vida política.

-Eso lo que hace es reforzar la idea, en una parte de JuntsXCat y de Esquerra, de que las negociaciones con el Gobierno español no van a funcionar, que es imposible que funcionen, porque el Estado profundo, la Justicia y algunos poderes fácticos no van a permitir que eso funcione, y también porque se preguntan si realmente el PSOE tiene alguna propuesta para Catalunya.

Si el PSOE, tras los indultos, se va a mover en marcos internamente cómodos.

-El problema es si el PSOE considera que los indultos son el principio o el final de la relación con Catalunya, que es mayoritariamente independentista. Puede ser que haya una parte del PSOE, incluso el presidente del Gobierno, no lo sabemos exactamente, que piensen que con el desgaste que asumen con los indultos ya sea suficiente.

La mesa de diálogo tendrá algún contenido, pero parece que el PSOE calcula riesgos frente al PP.

-El PSOE lo primero que tiene que hacer es aclararse. Qué tipo de partido es exactamente y qué modelo de estado defiende, si federal o de qué tipo. Y ahí tiene al PP, tirado por Vox hacia la extrema derecha, haciendo una oposición salvaje, que va simplemente a romperle las piernas al Gobierno, y a deslegitimar su capacidad.

Por de pronto la ponencia marco para el Congreso socialista utiliza conceptos muy amplios.

-Necesitamos saber exactamente qué quiere el PSOE o qué puede llegar a querer. Hasta dónde llegará Pedro Sánchez en la oferta de una arquitectura institucional española algo más actualizada, y ante la que defienden en principio quienes se consideran garantes de la Constitución. Muchos de ellos lo que han hecho es violar el espíritu del texto.

Da la sensación de que estas mismas dudas en el PSOE ya se vivieron en la etapa de Rodríguez Zapatero, y de que el funcionamiento del Poder Judicial es un problema en sí mismo.

-El Poder Judicial actúa de brazo con toga de la derecha española. Es lo que está pasando. Rodríguez Zapatero llevó hacia delante un proyecto que era la última oportunidad de encaje de Catalunya en la arquitectura territorial del Estado, que se aprobó, me gusta recordarlo, en el Parlamento de Catalunya, en el Congreso de los Diputados, en el Senado y en referéndum en Catalunya, una vez fue pasado por el cepillo, como dijo Alfonso Guerra. El Tribunal Constitucional decidió cargarse esa expresión de Catalunya de la necesidad de poner al día su relación con España. ¿A quién respondía el Constitucional? Probablemente a un espíritu y a una manera de ver España muy relacionados con la derecha. Lo que hizo el Gobierno del Partido Popular con Rajoy y Sáenz de Santamaría fue externalizar su responsabilidad política en los tribunales, que han sido los encargados de responder a cuestiones que eran políticas y no únicamente jurídicas.

El Estado puede pensar que tiene más debilitado y dividido al independentismo, mientras la monarquía, con su reforma de imagen, soporta la sacudida.

-Sí, lo que pasa es que cada vez vamos a dos realidades muy distintas. En Catalunya el Partido Popular es prácticamente residual y en cambio en España es el segundo del país. Y la monarquía en Catalunya tiene un 70% de desaprobación. Es verdad que los independentistas pueden dar la imagen de estar debilitados, pero en el Parlamento son el 52%. Eso es una fuerza que no se debe menospreciar.

Hay también una asimetría mediática muy potente.

-Es importantísimo que algún día los periodistas en general pasemos cuentas o analicemos qué papel han tenido los medios en la situación en la que hemos estado viviendo o estamos viviendo. Hay una especie de cápsula político mediática en Madrid, que se creen que son el centro del universo, y solo conecta con el poder del Estado allí, además de con la Comunidad de Madrid. Siempre me pregunto dónde están aquellos que dicen que España no es Madrid, porque finalmente acaban creyendo que su burbuja mediática y política es la del país, y no tiene nada que ver.

¿Qué sensación le dejó el 25-J Felipe VI y su familia, Nadia Calviño y Yolanda Díaz en misa en la catedral de Santiago?

-Yo lo que leí en la Constitución es que este era un Estado aconfesional. Esa relación tan estrecha entre el Estado y la iglesia a mí siempre me ha parecido muy extraña y muy propia de otras épocas. En algún momento se pensó que un rey joven y preparado, que había estudiado en los Estados Unidos y había viajado podía ser otro tipo de monarca, y el problema es que por lo que estamos viendo está muy vinculado a una visión muy de una España homogénea y una, que no creo que esté conectada con el espíritu de los tiempos. Incluso, con lo que es España en realidad.

Y si él tiene que arbitrar...

-Él ya demostró que no puede ser un árbitro, y en Catalunya la gran mayoría de la opinión pública sabe que él no va a ser nunca un árbitro. Aquel 3 de octubre él pudo haberlo sido, o como mínimo haber mirado hacia Catalunya con una cierta empatía. Y lo que hizo fue un discurso militar vestido de civil, cuando su padre el 23-F hizo un discurso civil vestido de militar.

¿Se habla mucho en Catalunya de la fábrica de baterías para automóviles eléctricos?

-Se habla de esa fábrica, pero en general se habla de los fondos europeos. Y lo que preocupa en Catalunya es que las decisiones sobre las líneas estratégicas de dichos fondos se tomen desde la Moncloa. Porque sería lógico que hubiera una cierta cogobernanza.

¿Qué perfil tiene Pere Aragonès para facilitar esa relación?

-El nuevo Gobierno empieza a gestionar realmente, y tiene un perfil completamente diferente al de Torra, que era un activista colocado en la presidencia de la Generalitat, y la gestión no era su fuerte. Pere Aragonès es un señor que a los 16 años ya entró en las juventudes de su partido, lleva toda su vida en la gestión pública. Es una persona ordenada, trabajadora...

Parece un tanto gris.

-Bueno, no sorprende por tener ideas muy brillantes, pero en cambio es una persona sólida y fiable. Probablemente es lo que necesitaba Catalunya en este momento, no un líder carismático, pero sí en cambio con habilidad para la gestión.

Volviendo a la fábrica de baterías. ¿Hay miedo de que se instale en Navarra o en Aragón?

-Aquí la respuesta política cuando se pregunta por eso es que si la decisión es puramente económica la fábrica vendrá a Catalunya. Eso es lo que a mí me responden.

¿Quién le responde?

-El último que me lo dijo, creo, en una de las entrevistas de la campaña, fue Pere Aragonès. Pero la verdad es que nadie puede decir que eso está hecho. Está claro que hay competencia y que hay otros territorios que tienen capacidad.

Le quiero preguntar por Inés Arrimadas, cabeza de la primera fuerza en los comicios catalanes de 2017, y ahora camino de deshacerse en Madrid, tras el hundimiento de Rivera.

-En Catalunya Ciudadanos ha pasado de 36 diputados en 2017 a 6 en 2021. Es una catástrofe bastante interesante desde el punto de vista político. Yo creo que lo que pasó con Ciudadanos es que en Madrid esa nube político mediática quiso ver algo que Ciudadanos no era, un partido liberal que podía contrarrestar al independentismo con un liderazgo de Rivera joven, abierto y plural. No eran esas las aptitudes de Ciudadanos. Y llegó un momento que les dejaron caer. Yo siempre decía que el único liberal era Garicano, que les daba un toque de liberalismo económico, pero que en el resto de temas no era un partido liberal. Ellos mismos se hicieron un lío internamente, no sabían si eran de derechas o de izquierdas, más allá del liberalismo económico. Eran anti lengua catalana básicamente y anti soberanismo. Al final el Partido Popular les acabará fagocitando.

Por cierto, sobre la lengua catalana. ¿Qué le parecen las palabras de Casado, una estrategia o un estilo ante el contexto de Vox?

-Yo creo que hay una parte de ignorancia, porque si no la honestidad intelectual no te lleva a decir algo así. Y hay una parte de la profunda influencia que tiene Vox sobre la derecha española. Como en España no se ha hecho un cordón sanitario, como lo llamarían los franceses, o un frente republicano ante la extrema derecha, los postulados de esta, que son populistas y muy fáciles de vender en tiempos muy rápidos y de poca reflexión, se está emponzoñando el debate público.

Última pregunta política para que me contextualice la importancia política de Pasqual Maragall, que vio la necesidad de reformar el Estado hace ya muchos años.

-Era un hombre políticamente muy inteligente, y tenía dos intereses. Uno era superar a Pujol en catalanismo. Era una cuita personal a ver quién era el gran político del país. El otro era encajar Catalunya. Maragall publicó dos artículos interesantísimos en El País. Uno que se llamaba ‘Madrid se va’, y otro que se titulaba ‘Madrid se ha ido’. En el primero explicaba cómo esa fuerza, casi de agujero negro, de intereses económicos y políticos estaban haciendo de Madrid casi un distrito federal.

Asunto de plena actualidad, y parte del discurso de Ximo Puig, por ejemplo.

-Efectivamente. Ahora escuchas a o Ximo Puig o a Francina Armengol y los dos tienen discursos que eran los discursos de Maragall hace muchísimo tiempo. Son artículos muy brillantes, casi inquietantes. Él veía hacia dónde iba haber acabado con el espíritu de la Constitución que aspiraba a integrar la diferencia. Y lo que se impuso fue una visión retrógrada de una España centrípeta y homogénea.

Último tramo de la entrevista para hablar de periodismo. Su diario se publica en papel íntegramente en catalán, pero en formato digital tienen una versión en castellano.

-Y una en inglés. Creemos que para explicar a los demás nuestra mirada sobre la realidad, en cuantos más idiomas mejor.

Su diario es joven, va cumplir 11 años. ¿Eso ha sido una ventaja a la hora de innovar?

-Sí, la suerte es que el periódico ya nació en época de crisis económica, que además coincidía con la crisis de nuestro sector. Así que desde que nacimos se puso una mirada muy poderosa sobre las nuevas tecnologías y el consumo de información. Tenemos un equipo de investigación bastante avanzado, desde el principio hemos sido un medio multimedia. En este momento el 64% de nuestros ingresos viene de los suscriptores y del quiosco.

Estará a punto de cogerse vacaciones. ¿Es posible desconectar de la dirección de un periódico?

-Las vacaciones me cunden, pero no desconecto extraordinariamente. Continúo leyendo periódicos, hablando con el equipo del diario. Tengo gente de suficiente confianza para saber que rápidamente nos vamos a poner de acuerdo sobre la portada o el editorial y con un llamadita a una hora prudente y después una revisión ya me puedo olvidar. Pero prefiero estar un poco encima. También es verdad que de estar siempre pendiente del periódico a cambiar, aunque sea de escenario y no tener que estar físicamente en la redacción, eso ya cunde. Yo me quedo tranquila yéndome a Mallorca, sabiendo que si pasa algo muy gordo puedo volver relativamente rápido, y prefiero no irme al otro lado del mundo. Esto de la covid ayuda, porque tampoco se puede ir muy lejos este año. Esta quinta ola, parece mentira, pero creo que todavía nos ha sorprendido a todos.