“Aquí estoy yo, Carmen Jauregui”, ha dicho la anciana mientras señalaba con orgullo su entrevista, en la que había contado todos sus recuerdos. Al igual que ella, otras ocho personas del Centro Sociosanitario Bidealde han agradecido a los chicos de 4º de la ESO de San Fermín Ikastola el tiempo que les habían dedicado durante este último curso a través de la elaboración de cremas de caléndula y de la producción de una revista en la que se inscriben, a través de entrevistas individuales, las historias de cada uno de ellos.

Este proyecto, tal y como han explicado las profesoras Jaione Saez e Itziar Marauri, ha surgido después de que se introdujera la asignatura de Laboratorio en 4º de la ESO para trabajar temas científicos de forma práctica. Se le ocurrió que una buena forma de que los alumnos salieran de las aulas podía ser a través del servicio, ofreciéndoles unas cremas con propiedades medicinales para la piel. “Realizaron una búsqueda sobre qué características debían tener las cremas teniendo en cuenta el público al que estaba dirigido. Después, plantamos caléndulas en la ikastola, que hemos utilizado para hacer las muestras que vamos a darles hoy y, además, vamos a hacer otra plantación aquí en el centro para que los mayores puedan cuidarlas y podamos volver el año que viene”, ha señalado.

En cuanto a la modalidad humanística, Jaione habló con el profesor de Klik para que el proyecto abarcara distintos campos. Fue entonces cuando se le ocurrió a Jon Muñoa que los estudiantes podrían realizar una serie de entrevistas individuales que se concretaría en una revista: “Me pareció una buena idea porque así los estudiantes pueden romper la barrera comunicativa que existe con las personas mayores”, ha asegurado. De esta forma, los escolares tuvieron una primera toma de contacto con los residentes para que empezaran a relacionarse y generar confianza entre ellos. Llegó el momento de investigar, entrevistar, escribir, editar, reescribir y elaborar un libreto con todas las entrevistas”, ha enumerado. Todo esto contaba con un objetivo fundamental: que los alumnos cambiasen su percepción acerca de las personas mayores. “Muchas veces creen que la gente que vive en una residencia es aburrida y yo quería que vieran que en lo común también se puede encontrar lo extraordinario”. Y así fue. Conocieron a gente que había olvidado su lengua materna por haber pasado mucho tiempo en el extranjero, referentes deportivos en Navarra o historias de gente que tuvo que viajar a Latinoamérica. “No hay nadie que sea corriente. Todo el mundo tiene algo que contar, un valor y un gran recorrido vital”, ha sentenciado.

A Ane Biurrun no se le ha ido la sonrisa en ningún momento. Y no hizo otra cosa que agradecer a los residentes por haberles regalado su tiempo. Ella trabajó con ahínco durante todo el curso para poder llegar este día y dar las muestras de la crema de caléndula. “Me pareció un proyecto muy original cuando nos lo contaron, así que puse todo de mi parte para que saliera adelante”, ha comentado. El proceso fue largo: después de que las semillas germinaran, extrajeron el aceite de las plantas y lo mezclaron con cera de abeja a 40ºC. Una vez finalizado esto, añadieron esencias para que la crema tuviera un buen aroma porque “no olía muy bien” y lo introdujeron en los tarros.

Con mucha ternura y un poco de miedo, Ane le ha entregado su regalo a Araceli Urra. A esto le ha seguido un abrazo y un rato de conversación en el que la alumna pudo conocer acerca de la infancia de Araceli. “Me parece precioso poder estar en compañía de ellos, aprender de ellos y que les podamos dar una parte de nosotros. A mí también me están regalando mucho y espero recordarlo toda la vida”.

Historias por contar

Unax Gil también ha tenido la suerte de conocer a Araceli e, incluso, de contar su historia y reflejarla sobre el papel. “ Le he querido devolver todo el cariño que ella me puso durante la entrevista”, ha comentado. Por eso, después de haber encontrado la entrevista, quiso dar las gracias por todo lo que ha aprendido con su historia: “Araceli es una mujer energética, agradecida y luchadora. Ha sido una tarea difícil por la diferencia generacional, pero ha merecido la pena. Me ha enseñado mucho sobre la vida. Y esto es para siempre porque ahora quiero conocer historias y contarlas”, ha explicado.

Para Jaione Saez, otra de las metas fundamentales del proyecto era que los alumnos se involucraran en el trabajo de campo e, incluso, surgieran vocaciones. Este es el caso de Naia Martínez, que ya tenía en mente la idea de ser escritora, pero que, después de la actividad, tiene más claro su futuro. Ella conoció a Clemente Maya, un hombre “muy gracioso y muy curioso. Sentía mucho orgullo de que su familia fuera euskaldun, a pesar de que él no conociera el idioma. De hecho, me contó que a pesar de haberse exiliado a Cataluña durante gran parte de su vida porque su padre era republicano, nunca perdió ese sentimiento de orgullo por ser de aquí”, ha relatado la alumna. Por otro lado, Naia ha destacado la labor que habían hecho tanto ella como sus compañeros porque “a veces tengo la sensación de que se tiende a dejar de lado las historias de la gente mayor; como si solo se tuviera en cuenta a aquellos que han hecho algo extraordinario, pero tenemos que hablar de estas vidas que también son únicas y maravillosas”.

Carmen Jauregui abraza a su entrevistador. Patxi Cascante

Con las manos casi tan llenas como el corazón, los residentes de Bidealde se han puesto la crema y han leído las páginas de la revista. “Mira qué guapa sales en la foto”, le ha dicho una de las trabajadoras del centro a Carmen Jáuregui. “Me miraron con muy buenos ojos”, ha respondido ella después de darle un abrazo a su entrevistador.