el 11 de marzo de 2014, hace tan solo cinco años, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y Carolina Bescansa registraron a Podemos como partido. Nacía uno de los fenómenos políticos más singulares en cuarenta años de democracia. Tras siete años de cruenta crisis económica y sucesivos escándalos de corrupción, los de Iglesias señalaban con el dedo a la casta, a los de arriba, auguraban la devolución del poder al pueblo, y se organizaban en círculos ciudadanos, sin militancia al uso, rompiendo los moldes de un sistema de partidos que hacía aguas.

Podemos y sus aliados llegaron al Congreso el 13 de enero de 2016 escenificando una conquista tras ganar Barcelona y Madrid en las municipales y obtener un excelente resultado en su debut europeo, representando a una ciudadanía normal que asaltaba el cielo de esa casta de la Carrera de San Jerónimo, que los recibió con manifiesta hostilidad.

El día a día, la flexibilidad que exige la práctica política, el elevado listón ético que la propia formación morada impuso en la política española y los errores estratégicos, como una moción de censura estéril, o el rechazo a pactar con el primer PSOE de Pedro Sánchez, fueron minando el aura de los de Iglesias. También lo hizo la guerra sucia contra el partido orquestada presuntamente desde el ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz, y que ahora se está conociendo en detalle.

Sin embargo, las luchas intestinas han sido la circunstancia que más ha desgastado a Podemos, un partido que para su segundo congreso ya tenía dos almas claras, la pablista y la errejonista, que terminaron por hacer implosionar al partido a apenas unos meses de las municipales y unas generales que por entonces todavía no tenían fecha pero que se antojaban cercanas. Errejón se alió con Manuela Carmena para pugnar por la Comunidad de Madrid y sumió al partido morado en una crisis medianamente resuelta con con la alianza in extremis de Podemos, IU y Anticapitalistas frente a la candidatura de Iñigo Errejón.

Las pugnas internas por el control de las listas en las diferentes elecciones han terminado de sangrar a un partido en torno al que han girado polémicas más o menos triviales, como la mudanza de Iglesias y la número 2 del partido, Irene Montero, a un chalé; u otras de más calado como la eventual sustitución del primero por la segunda a la cabeza de la formación. Con estos mimbres y un Pablo Iglesias recién reaparecido -error de bulto mediante, con un cartel que le ensalzaba como líder único y masculino- y que pierde como aliados a los gallegos de Anova o los valencianos de Compromís, se enfrenta Unidas Podemos a las generales. Los sondeos le auguran a la coalición morada un notable retroceso, con una estimación que va de 33 a 41 diputados -en 2016 obtuvo 71-, y sin descartarse que pudiera ser, incluso, quinta fuerza por detrás de Vox.

Todas las circunstancias adversas anteriormente relatadas, por otro lado, están dejando de lado sus propuestas en torno a la financiación de partidos y medios de comunicación, o su protagonismo en la subida del SMI a 900 euros por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.

el antagonista de iglesias Ciudadanos creció en España como un partido nuevo, emergente, surgido de la disidencia catalana al nacionalismo, muy liberal en lo económico, ligeramente socialdemócrata en lo ideológico, básicamente laico y muy personalista. Para sus detractores, era el partido del Ibex 35, financiado por los grandes empresarios del país para, por un lado, ofrecer a Rivera como antagonista de Pablo Iglesias; y por otro, sustituir o complementar a un PP acosado por la Justicia.

Lo cierto es que ni Ciudadanos ni Rivera son nuevos en política. La formación nació en 2005 y creció de forma paralela al independentismo, en una suerte de respuesta al procés. Tras la llegada de Podemos el partido decidió dar el salto a España y creció como la espuma en las encuestas, hasta entrar en el Congreso de los Diputados con 40 escaños, un hito solo comparable al protagonizado por Podemos en esa misma breve y accidentada legislatura. Tras la repetición de las elecciones, fracasada la eventual unión con el PSOE, C’s se quedó en 32 escaños, pero la subida de la temperatura en torno al 1 de octubre de 2017 disparó después al partido en las encuestas.

La formación optó por dar un giro a su discurso y pasó de un liberalismo macroniano a un nacionalismo español exacerbado hasta la caricatura, que empezó a dar pábulo a las críticas sobre la volubilidad ideológica de la formación. Sin embargo, la estrategia rendía frutos y Ciudadanos subía y subía, hasta proyectarse como la formación más votada pese a apoyar al PSOE de Susana Díaz en Andalucía o cambiar de opinión en diversas materias.

el frenazo Sin embargo, Pedro Sánchez se adelantó a Rivera con una moción de censura a Mariano Rajoy que cogió a todo el mundo con el pie cambiado, se hizo con la presidencia del Gobierno español, y a partir de ahí la estrella de Rivera empezó a declinar. La irrupción de Vox le hurtó un discurso nacionalista que también el nuevo PP de Pablo Casado quiso adoptar, y los sondeos empezaron a castigar al partido naranja. El revulsivo elegido para hacer frente a esta situación ha sido la suma de Inés Arrimadas, ganadora de las elecciones en Catalunya, a la pugna del Congreso, lo que por otro lado eclipsa la figura de un Rivera que busca su sitio en la nueva y fragmentada derecha española. Ciudadanos afronta además las generales con una investigación abierta por la Fiscalía de Valladolid a causa de un presunto pucherazo en las primarias de Castilla y León, y con denuncias de procedimientos similares en otras comunidades.

En todo caso, todo el fenómeno Ciudadanos, su máximo auge y declive, se ha producido sin procesos electorales de por medio, y a fin de cuentas las encuestas señalan que pasará de sus 32 diputados actuales a cerca de 50. Teniendo en cuenta que tuvo la oportunidad de ser el partido más votado de España, los de Rivera pueden ver el vaso medio vacío, pero lo cierto es que contarán con más representación y pueden ser quienes decidan si gobiernan Sánchez o Casado. De momento aseguran que no apoyarán al PSOE.