Jornadas atípicas de una campaña electoral bastante trillada. Desde hoy hasta el lunes una parte de los indecisos disfrutará de su asueto y cogerá vacaciones en su indecisión. No digamos ya quienes tienen decidido su voto. La desconexión va a ser un elemento más de estas Generales, riesgo serio cuando hay tanto en juego.

Atención al PSOE, que atisba la posibilidad de romper sus expectativas más cautas, y en busca de una victoria muy amplia se ha lanzado a desechar los votos de ERC casi a las primeras de cambio. Puede ser un farol estratégico o puede que no. Y que Ferraz tache al independentismo, en prevención de nuevos vetos presupuestarios y aprovechando el impás a la espera de la sentencia del Supremo. Muy probablemente al rechazo de un referéndum de independencia, habrá que añadirle la ausencia de una reforma constitucional por aquello de la falta de consenso. Este pasillo estrecho para entrar en los años veinte puede que finalmente reactive algo el voto de Junts Per Catalunya. Por otro lado Sánchez es consciente que Podemos y PNV no se van a entender con Ciudadanos. Así que el PSOE parece que baraja tres opciones: Gobierno con Cs, hipótesis que niega una y otra vez Rivera con credibilidad limitada. O Gobierno gracias a Podemos y PNV (un hipotético escaño de Geroa Bai podría apuntalar esta mayoría). O repetición electoral, con olor a déjà vu 2016.

La primera opción dejaría a Casado Rivera ante una legislatura de oposición bronca, propicia para su modus operandi. Un acuerdo PSOE Ciudadanos podría desembocar en una legislatura corta, que daría presente a Rivera pero le restaría futuro. A Casado le aguardaría un camino arduo, atacando a discreción a Ciudadanos y Rivera, pero compitiendo con Vox y sintiendo el carraspeo de Núñez Feijóo. La última hipótesis, la de la repetición electoral, podría acelerar una unificación de PP y Cs estilo España Suma o similar.

En clave vasconavarra, dos apuntes. El primero, una tendencia a corto, medio o largo plazo derivada de la progresiva normalización de la convivencia democrática. EH Bildu puede ser cuantitativa o cualitativamente un competidor cada vez más duro del PNV, pero su potencia dependerá mucho de si sigue soltando pasado o de si lo mezcla y en qué medida con antiguas inercias.

En lo que se refiere al ámbito exclusivo de Navarra, el tablero es singular. Para empezar, con el derechismo de Navarra Suma, amalgama españolista entre UPN, PP y Ciudadanos, donde la correlación de poder de unos y otros sitúa en zona de riesgo el autogobierno. El efecto Moncloa coloca al PSN en situación propicia, con Santos Cerdán como cabeza de lista al Congreso, candidato que jugó un papel destacado en el resurgir de Sánchez y que se disputa un buen número de votos con Ione Belarra, de Unidas Podemos, una de las diputadas con más visibilidad durante la legislatura. A su vez, Belarra confronta con Bel Pozueta, candidata de EH Bildu reconocida muy a su pesar por ser madre de uno de los jóvenes encarcelados de Altsasu. Completa la batalla por estos espacios concomitantes Geroa Bai, que intentó sin éxito extender la fórmula de Cambio-Aldaketa del Senado al Congreso. El Navarra no se toca de Geroa pierde pegada si se da por segura la victoria del PSOE y con ella el autogobierno fuera de peligro, olvidando la posibilidad de que un triunfo de Sánchez, camaleónico por experiencia, se traduzca en un acuerdo con Rivera. Dicho escenario, que parece complicado visto el tono de Arrimadas y del propio Rivera, sería muy atractivo para el PSOE: neutralizaría a la formación naranja, pondría en vía muerta al Podemos más pactista, colocaría al PP de Casado en crisis y daría un plus temporal de paz interna y mediática en Ferraz. En definitiva, una operación sugestiva como cálculo de poder, tentadora para el sanchismo escaldado, pero carente de la altura política que requiere el momento.