pamplona - Atendiendo al tono bronco que está caracterizando la campaña electoral, todo apuntaba a que no iba a haber tregua en el primer debate a cuatro bandas. Sin embargo, los candidatos optaron por dosificar fuerzas y dieron pie a un debate más a la antigua usanza, donde no todo fueron descalificaciones e incluso hubo tiempo para contrastar propuestas de carácter económico, social y laboral. Nadie quiso arriesgar y quemar el cartucho antes de tiempo -la segunda vuelta de hoy en Atresmedia se antoja decisiva-, por lo que hubo menos cuerpo a cuerpo de lo esperado y tramos muy descafeinados, sobre todo en los primeros minutos. Tan poco ritmo hubo al comienzo de la emisión que incluso el moderador Xabier Fortes tuvo que pedir más contundencia a los contrincantes. “Podéis perderos el respeto educadamente”, les dijo.

Fueron las cuestiones territoriales las que elevaron el tono y subieron la intensidad del debate en el canal público. En especial, Catalunya. Las discusiones más duras fueron las que protagonizaron los dos representantes de la derecha, Pablo Casado y Albert Rivera, con el líder socialista, al que atacaron en todos los aspectos de su gestión. Pedro Sánchez eludió algunos ataques y respondió a otros con tono moderado y apelaciones al diálogo. Donde no hubo confrontación alguna fue en la izquierda del tablero. Iglesias y Sánchez coincidieron en diversos puntos del debate e incluso se dieron las gracias el uno al otro por el respaldo mutuo en las medidas sociales tramitadas en los últimos meses.

En cuanto a la imagen, los candidatos del PP y de Ciudadanos presentaron un look casi idéntico, con corbatas azules. Sánchez eligió una roja, mientras que Iglesias no sorprendió y optó por vestirse de manera informal, con camisa azul sin chaqueta. Además, todos ellos acompañaron sus intervenciones de gráficos, papeles, imágenes e incluso libros. El líder de Unidas Podemos leyó la Constitución en numerosas ocasiones, mientras que Rivera subió a su atril una fotografía de Sánchez con Torra.

las estrategias Fue el líder de Ciudad el más agresivo. Esgrimió cartulinas con noticias de prensa e incluso una “tarjeta sanitaria universal”, y se mostró especialmente beligerante en el conflicto catalán -“Se me saltaban la lágrimas de ver que en mi país daban un golpe de Estado (...) a mí me duele España”-, narró. Respecto a asuntos económicos, coincidió con Casado en tachar de “bolivarianas” las políticas del PSOE.

El líder popular, por su parte, se mostró perdido y fuera de lugar en diversos tramos. Le costó entrar en calor y quedó desplazado de la pugna con Sánchez en detrimento de Albert Rivera, fallando así su estrategia de emerger como la única alternativa al PSOE. “Ya me daría vergüenza, con víctimas del terrorismo en mi partido, que esté negociando con Bildu”, dijo recuperando el discurso contra el Gobierno que ha exhibido en sus últimos mítines: equiparar a Bildu con ETA y acusar al PSOE de pactar con ese partido.

Finalmente, Sánchez apareció nervioso en escena, trabándose en sus primeras intervenciones. El presidente se fue soltando a medida que pasaron los minutos y prefirió enzarzarse con Rivera que con Casado, saliendo en defensa de su gestión en sus diez meses en La Moncloa y sin cometer errores de trazo grueso. “La sede del PP era el gran bazar de la corrupción”, espetó a Casado.

El candidato más moderado fue Pablo Iglesias, que eludió la tentación de mostrar su discurso más radical y procuró enseñar una faceta de estadista y garante de las políticas sociales. Estuvo pausado, no entró en la confrontación directa y puso sobre la mesa diversas propuestas del programa de Unidas Podemos, para lo que se valió de artículos de la Constitución que leyó en directo. La exigencia de Iglesias a Sánchez para que aclare si planea un pacto con Ciudadanos tras el 28 de abril, y la “mano tendida” de Rivera a Pablo Casado para formar un Gobierno “constitucionalista” marcaron la recta final del debate.

Como cabía esperar, nadie ganó el enfrentamiento, al menos, nadie con claridad. Pero quizá sí hubo un damnificado: Casado perdió, al menos ayer, muchas de sus opciones en esta campaña, emparedado por los ataques de Sánchez -con continuas alusiones a la corrupción y un golpe al hígado por las 127 iniciativas votadas de forma conjunta en el Parlamento vasco por PP y EH Bildu: “¿De qué color tiene usted manchadas las manos?”- e incluso de Rivera. “El milagro económico del PP está en la cárcel”, le dijo el candidato de Cs.

Rivera recordó al expresidente Mariano Rajoy cuando recurrió a una “niña” en un debate electoral para defender su política. El candidato de Cs empleó el silencio como recurso narrativo y pidió a los electores que escuchen el “silencio”: el silencio que “heló la sangre” a muchos ante el referéndum y la declaración unilateral de independencia en Cataluña, el silencio de quienes no pueden tener hijos o sacar adelante a su familia, el silencio de un autónomo que cierra su negocio o el de una pensionista “indignada” por una subida “irrisoria” de su prestación. “El silencio”, continuó, “que nos quieren imponer los nacionalistas en Rentería, Alsasua o Vic”.

Está por ver si esta noche se repetirá el guión en la segunda parte del partido, o si los papeles se alterarán. - D.N.

Mateo no fue enchufada. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pidió el cese de la administradora única de la RTVE, Rosa María Mateo, por intentar, a su juicio, impedir la celebración del debate. “Estamos aquí de milagro”, dijo antes de acusar a Pedro Sánchez de colocarla a dedo. Sin embargo, Mateo fue elegida en votación en el Pleno del Congreso de los Diputados con mayoría absoluta de sus miembros. Fueron 180 votos a favor en segunda vuelta en una votación secreta los que dieron su apoyo.