PARÍS. Capital del mundo durante tres días debido a la celebración este fin de semana de la cumbre del G7, el dispositivo de seguridad previsto en Biarritz convertirá el lugar en una ciudad blindada con vigilancia terrestre, aérea y marítima y fuertes restricciones para residentes y trabajadores.

Cuando está acabando la temporada estival, ese pequeño rincón de Iparralde, con unos 25.000 habitantes censados, sustituirá del 24 al 26 de agosto el trasiego turístico por la presencia de las delegaciones oficiales y de la prensa, unas 7.500 personas.

El centro de Biarritz se ha dividido en dos zonas. La primera, de protección reforzada porque incluye el hotel en el que tendrá lugar la cumbre, abarcará su litoral, prohibirá el tráfico y el aparcamiento y solo permitirá su acceso a residentes, trabajadores y asistentes mediante la correspondiente acreditación.

La segunda, que se amplía a parte del interior de la ciudad, autoriza parcialmente el uso de vehículos pero, desde este viernes, requerirá igualmente un pase específico.

Su alcalde, el centrista Michel Veunac, calcula que estas restricciones afectan directamente a una cuarta parte de Biarritz, donde el acceso a su playa principal y las actividades náuticas también estarán vetadas.

Francia, que en 2011 albergó en la también ciudad balneario de Deauville la cumbre del G7, desplegará 13.200 policías y gendarmes, apoyados por militares; más de 450 bomberos y trece equipos móviles de emergencias, y un fuerte dispositivo judicial para afrontar una triple amenaza, terrorista, cibernética y de orden público.

El foco estará no solo en Biarritz, donde el presidente francés, Emmanuel Macron, recibirá a sus homólogos de Alemania, el Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón, junto a otros jefes de Estado o de Gobierno invitados y representantes de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La contra-cumbre, lanzada por asociaciones como Attac para oponerse a la globalización capitalista que a su juicio representa esa reunión, concentrará sus protestas en Hendaia e Irún, lo que ha llevado a reforzar la vigilancia de la frontera con España.

La Guardia Civil española, la Policía Nacional y la Ertzaintza velarán para que no haya incidentes en territorio español. Ambos países están colaborando también en materia de inteligencia.

La protesta alternativa, que sus organizadores -entre ellos Egoitz Urrutikoetxea, hijo del histórico Josu Urrutikoetxea- esperan que congregue a más de 10.000 personas, tiene su campamento base en el municipio cercano de Urrugne.

El aeropuerto de Biarritz no garantizará además ningún vuelo comercial entre el 23 y el 26 de agosto y estará abierto solo a las delegaciones oficiales. La estación de tren también verá perturbado su funcionamiento.

Estas precauciones hacen temer a los comerciantes una caída significativa de su facturación.

"Si hubiera pérdidas, el Estado estudia posibles indemnizaciones y la ciudad dispone de los medios para bajar las tasas de aquellos que se vean penalizados. Biarritz no será un búnker y, sobre todo, no será una ciudad muerta", ha asegurado su alcalde a la prensa.

Los beneficios de estar en el foco mediático, sin embargo, no convencen a todos sus habitantes: en Facebook, la página "SOS G7 Biarritz", que denuncia las restricciones previstas, cuenta con más de 11.000 seguidores, y la alcaldía ha tenido que habilitar en su web un apartado dedicado a desmentir bulos.

Entre las falsas noticias se cuenta que los comercios tendrán que cerrar o de que los servicios de emergencias no podrán entrar a la zona protegida, todo ello debido al frenesí que acompaña a una de las principales citas internacionales.

Pese a todo, el ministro francés del Interior, Christophe Castaner, declaró el martes pasado que "la organización (de la cumbre) es un honor", si bien subrayó que no se tolerará ningún altercado violento y que el Ejecutivo se ocupará de que el amplio despliegue conlleve las mínimas molestias posibles.