- Los Estados, asegura, "son los primeros responsables de la deficiente respuesta europea", en este momento de miedo e incertidumbre.

¿Cree que la Unión Europea está haciendo lo suficiente? Se ha criticado su inacción y la falta de solidaridad de los Estados más ricos€

—Debe de quedar claro que ninguno de los Estados miembros podría adoptar las medidas que se están anunciando para garantizar la liquidez del sistema productivo y hacer frente a los gastos inmediatos y extraordinarios que implica esta crisis si no existiese la Unión Europea. El respaldo del BCE con el programa de compra de 750.000 millones es clave para asegurar los programas de respuesta inmediata.

¿Será suficiente?

—Hace falta más. Hace falta mutualizar la gigantesca deuda que nos va a dejar el confinamiento, la reducción de la actividad económica y la recesión y el paro que se quedará con nosotros cuando esto termine. Y hace falta un plan de recuperación que será tanto más eficaz cuanto mejor sepa capitalizar las virtudes del mercado único para movilizar los recursos nuevos que vamos a necesitar para recuperarnos. Es una tragedia, pero debería convertirse en una oportunidad si la aprovechamos para reformar Europa en la dirección adecuada. No podemos enfrentar este tipo de retos con unas instituciones europeas cuyo presupuesto es apenas el 1% del PIB europeo.

¿Los países que se oponen a ese avance acabarán cambiando de posición?

—Creo que sí. La Unión mejora a base de crisis. Durante la pasada crisis financiera nos inventamos el mecanismo europeo de estabilidad y los Estados entendieron que sin un nivel de supervisión financiera y de gobernanza económica que no se había querido incluir en el Tratado de Lisboa, el euro y la propia Unión no podían funcionar. Cedieron soberanía hacia arriba. Ahora estamos ante otro tipo de crisis que necesita nuevas recetas. Ya no se pueden incorporar condiciones para prestar dinero porque es imposible imputar la causa de esta crisis, una pandemia global, a la gestión de un gobierno determinado.

¿Qué podría impulsar una solución rápida en esa dirección?

—La voluntad de los Estados, las fortalezas de Europa y el sentido común. Que a nadie se le olvide que Europa tiene una virtud convencional, la dimensión de su mercado interior y otra más singular, su diversidad que es una de las bases de su capacidad de innovación. Aprovechémoslas para movilizar nuevos recursos que se sumen a la gigantesca tarea de reconstruirnos. Y en cuanto a la voluntad de los Estados basta con animarles a que respondan a esta pregunta: ¿Dónde van a vender los bienes que producen quienes se salven, si pudiese alguno salvarse en solitario? Hay que acelerar los trabajos de la Conferencia sobre el futuro de Europa para mejorarla practicando los valores de sus padres fundadores y reformar profundamente su gobernanza.

¿Se está utilizando a Europa como "chivo expiatorio" en esta situación de miedo e incertidumbre?

—No solo ahora. Como europeísta que soy, me duele mucho leer críticas a "Europa" por ejemplo por su respuesta a la crisis de los refugiados cuando Comisión y Parlamento llevan años aprobando soluciones globales en la dirección correcta. Nos hemos cansado de aprobar reformas en el sistema de gestión de los visados, de proponer cuotas obligatorias de acogida, de crear corredores seguros de viaje y diseñar programas de desarrollo en las zonas de origen. Todas ellas han encallado en la mesa del Consejo Europeo, donde se sientan los gobiernos de los Estados miembros.