ra el año 2013 cuando se descubre que Luis Bárcenas tenía una cuenta en Suiza. Al mando del PP, una María Dolores de Cospedal que exhibía ese autoritarismo ridículo de quienes quieren aparentar mucho poderío aún siendo muy limitados. La primera intención de la señora fue, como en ella es habitual, tratar de cauterizar la herida a base de agasajar al tesorero, a pesar de que no le podía ni ver-mucho gallo para tan poco corral-. Fue cuando le prometió mantener un desorbitado sueldo, coche y secretaria, y que se quede lejos de Génova. Fue el momento "finiquito en diferido", epítome de la incompetencia y nulidad absoluta de aquella secretaria general del partido que ya estrenaba su segundo año en Moncloa. Pero Barcenas por una parte no se fiaba y por otra se sabía metido en un lío. De manera que urdió la que podríamos denominar "estrategia Sansón": si caigo yo, que caigan los pilares del templo. Así es como empezó a cerdear con Pedro José (y otros representantes del periodismo patrio de receptación), soltando miguitas para que Rajoy acabara por darse cuenta de que tenía que ayudarle en el trance, o el fango llegaría hasta más arriba. Es el tiempo del "Luis, sé fuerte" y "hacemos lo que podemos", acechado Bárcenas por los tribunales y agotándose los botes de Fortasec en las farmacias cercanas a algunos ministerios. Cospedal pensaba que este asunto iba a arruinar sus posibilidades de suceder a Mariano, y como se ha podido escuchar en numerosas grabaciones echó mano de la relación que tenían ella y su marido con Villarejo. El comisario delincuente, apoyo constante de la respetable doña. Este viernes, la Cadena Ser desvelaba un audio en el que hablaba con el emperador de las cloacas de que un tal Ricardo Costa era el que tenía que "comerse" el asunto de la Gürtel valenciana. Ignacio López del Hierro, al que los informes policiales atribuyen el apelativo de El Polla, siempre ha sido conocido en Madrid por las constantes comidas y reuniones que mantenía con mandos policiales y del CNI. Ahora que algunos se quejan de cuánto manda en este país la pareja Iglesias-Montero, los Ceaucescu de Galapagar, convendría también recordar el papel que tuvo esa otra dupla, Cospe y El Polla, en lo que entonces era el partido al que los españoles habían otorgado una mayorías absoluta. Asqueroso. Lo que llegó después con Kitchen lo vamos conociendo ahora en detalle por el sumario judicial. Desde el Ministerio del Interior se organizó, con cargo a los fondos reservados, una trama para espiar al Tesorero y sustraer pruebas que pudieran implicar a Rajoy o la propia Cospedal. No se escatimó. Incluso se empleó Sitel, el sofisticado sistema de interceptación de comunicaciones que en teoría -sólo en teoría- deben autorizar los jueces para perseguir delincuentes. Creo que no es difícil adivinar quién fue la persona a la que atribuir la autoría intelectual de todo esto. Lo que muchos ya se preguntan es si lo sabía Rajoy. Conociendo cómo funcionan estas cosas, estoy seguro de que alguien le dijo un día la frase "Presidente, no te preocupes, ya estamos haciendo lo que tenemos que hacer". Y el gallego entendió, y no preguntó nada más. Recuérdese la escena de la película Peligro inminente, en el que el presidente norteamericano le pregunta a su asesor de seguridad qué hay que hacer para combatir eficazmente al narco, -"¿Qué me está proponiendo que hagamos?" -"Presidente, lo que yo le propondría que hiciéramos es lo que no puedo proponerle que hagamos". Y así montaron una guerrilla y la mandaron a la selva. Debe estar nervioso Rajoy porque una fuente cercana -sólo hay una, hoy se le escucha en la COPE- dijo el jueves en La Razón que todo esto de Kitchen viene por la relación del anterior Secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, con Villarejo. Muy miserable hay que ser. Probablemente no sea popular escribirlo aquí: nunca he saludado personalmente a Martinez, pero tengo de él el mejor concepto. Si algún error ha cometido habrá sido por exceso de lealtad, o por algún tipo de coacción. Se le utilizó y se le dejó tirado, también muy al estilo de Cospedal y de ese PP al que vuelve a asediar el pasado sin que haya sido capaz en estos dos años de mandato de Casado de reconstruir toda una idea de partido -la misma sede, la misma organización, las mismas maneras-. Con Kitchen se intentó tapar la corrupción orgánica con corrupción gubernamental. Lo más grave.

Con el caso Kitchen se intentó tapar la corrupción orgánica con corrupción gubernamental. Lo más grave.