uizá sea más conveniente para nuestro equilibrio mental centrar la atención en las inciertas vicisitudes de la pandemia que ocuparnos en comprender la actualidad política de eso que ya casi podemos denominar el crónico caso Catalunya, véase la incompatibilidad entre el procès y el rigor implacable de los tribunales. Llevamos ya años comprobando que en el conflicto catalán los tiempos de la justicia y los de la política van contrapuestos. Tan enfrentados, que parece que rivalizan en torpeza llegando al disparate casi simultáneo cuando apuraban las fechas para la constitución del Parlament. Mientras la política se enzarza en bloques y vetos disponiéndose a volver al callejón sin salida, en el mismo día sus señorías europeas levantan la inmunidad de Puigdemont y la fiscalía suspende el tercer grado penitenciario a los presos independentistas de Lledoners. La justicia, empeñada en condicionar la política. Y para que no falte de nada, ERC levanta el tono y advierte al presidente Pedro Sánchez que, ojo, que su Gobierno es frágil y pueden hacerle caer.

Un vistazo al problema de Catalunya, a la enorme dificultad de encaje de las aspiraciones mayoritarias de la sociedad catalana con el entramado legal español, induce inevitablemente a la melancolía. Años llevamos ya sin poder distinguir las decisiones judiciales de las decisiones políticas. Así, mientras comprobamos que las fuerzas independentistas vuelven a emprender el viaje a ninguna parte, asoman las togas y las puñetas de Sus Señorías, las mismas señorías que hace cuatro años juzgaron, sentenciaron y condenaron una reivindicación política, para cortar por lo insano cualquier repetición del intento.

Ya me dirán en qué beneficia para la solución del problema que la justicia española presione hasta el agotamiento para lograr que a Puigdemont, Ponsatí y Comín se les prive de la inmunidad parlamentaria, con la perversa y vengativa intención de trasladarlos esposados a una cárcel española. Ya me dirán en qué puede contribuir al diálogo, la negociación y el acuerdo para un referéndum de autodeterminación de Catalunya el veto a cualquier pacto con el PSC, paradójicamente el partido más votado en las últimas elecciones. Ya me dirán en qué puede contribuir al entendimiento la suspensión de la precaria libertad de los presos independentistas, suprimido su derecho al tercer grado penitenciario. Ya me dirán en qué pueden contribuir al reconocimiento de los derechos nacionales de Catalunya los fines de semana estragados en fuego y en pillaje.

Es muy difícil distinguir entre tanta torpeza las decisiones políticas y las decisiones judiciales. Da la impresión de que la justicia actúa en momentos políticos clave, mientras la política reitera las decisiones de difícil encaje legal. Rivalizando en torpeza, los jueces españoles persiguen implacables a todos los que protagonizaron o puedan volver a protagonizar el delito que definieron como sedición, mientras que los partidos independentistas se disponen a repetir el mismo pulso con los mismos frágiles músculos.

Ya sé que es mucho pedir, casi soñar, pero la política podría recorrer un nuevo camino basado en la distensión y la transversalidad sin vetos, mientras los jueces podrían quedar fuera de juego si el Gobierno resolviera sus injerencias aplicando el indulto. Sería un primer paso.

Mientras las fuerzas independentistas retoman el viaje a ninguna parte, asoman las togas y las puñetas de Sus Señorías

Los jueces podrían quedar fuera de juego si el Gobierno resolviera sus injerencias aplicando el indulto.

Sería un primer paso