ace dos semanas, Chad, país africano pobre entre los pobres, se hizo hueco en la agenda mediática con una de esas noticias de otro tiempo. Idriss Dèby, dictador militar desde 1990, moría en el frente de batalla un día después de revalidar su cargo como presidente de la república en las últimas -y siempre fraudulentas- elecciones.

Lo hizo como comandante en jefe de las tropas gubernamentales, en continuos choques con un atomizado crisol de facciones rebeldes cada vez mejor equipadas por las potencias mundiales -Rusia, Francia...- que, en la sombra, libran un pulso por controlar un país asentado sobre una enorme balsa de petróleo, que cuenta por decenas las minas de oro y de coltán y en el que el algodón crece casi sin querer.

Una noticia de otro tiempo para un país de otro tiempo, agotado por una dictadura que aspira a perpetuarse en el poder a pesar de la muerte del caudillo, cuyo régimen sigue contando con el respaldo de Francia, encantado con el colaboracionismo de la minoría étnica zaghawa que dirige el país con mano de hierro y permite el lucrativo negocio del expolio de las materias primas.

Francia tiene grandes intereses económicos y Macron se apresuró a salir públicamente a defender el statu quo. Con la excusa del terrorismo, un problema relativamente menor en el país, apeló a la paz en la región y abogó por un continuismo ordenado. ¿Qué significa? Que Francia está detrás de la iniciativa para que el hijo de Idriss Dèby, Mahamat, asuma el poder de forma interina hasta que dentro de 18 meses se convoquen elecciones. Una estrategia del régimen para que el tiempo y las penurias del país aplaquen los movimientos de protesta surgidos a raíz de la muerte del dictador, y protagonizados por una población joven que ha visto la oportunidad de despojarse de la tutela francesa y romper con un gobierno corrupto que impide cualquier atisbo de progreso.

El día 27 de abril hubo protestas multitudinarias bajo el lema Llegó la hora. Los manifestantes cargaron contra las gasolineras, gestionadas casi en exclusividad por empresas francesas, como símbolo de emancipación. El régimen respondió con brutalidad. Pero es el momento de mantener el pulso y, sobre todo, de que la comunidad internacional se despoje de los discursos interesados dictados por Francia y tome conciencia de la realidad que se está viviendo en el Chad, donde en el fondo se libra una batalla por la democracia. “La de una oposición muy bien preparada, comprometida, y que ha visto la muerte del dictador como una oportunidad para romper definitivamente las cadenas”.

Es lo que piden dos navarras que conocen bien la realidad del país y que forman parte de África United, una asociación panafricana que lucha por los derechos del continente. Nerea Muskiz Rekondo (Pamplona, 1986) vivió entre 2012 y 2014 en Chad, donde trabajó como optometrista y trabajadora social en un hospital y en el centro penitenciario de Bébédjia, al sur del país. Y Madjissem Aranda Gondoh conoce bien el Chad porque nació allí (provincia de Logone Oriental, 1981). Muerto su padre biológico en una de las guerras étnicas y religiosas que ha sufrido el país en las últimas décadas, su madre se casó con un cooperante catalán, médico de Tortosa, que cuando Madji tenía 12 años se trasladó a Navarra. Ahora, Madji vive en Barañáin, y hace cuatro años volvió a su país, de viaje. “Fue un shock. Desde el aeropuerto, los únicos complejos que se ven, que parece aquello Marbella, son de los chinos. A mí en mi pueblo me dio la sensación de que en treinta años no había cambiado nada”.

Todo sigue igual de pobre para la población local, “que tiene ganas de romper cadenas” pero no sabe cómo. “El neocolonialismo es patente, el gobierno es un títere y hay mucha represión. Eso hace que la gente esté resignada”, comenta Aranda Gondoh, que lamenta el profundo atraso de su país, incluso comparado con su entorno, también pobre. “Los niños no van a la escuela, porque el tiempo que estás en la escuela no estás cogiendo cacahuetes para comer hoy. En Chad, con cinco años empiezas a trabajar: llevando a otro niño contigo, llevando agua al campo”.

Y mientras Francia maneja los hilos y los chadianos se hunden en la miseria; Europa mira para otro lado. “Aquí, las pocas noticias en castellano se han limitado a transcribir el discurso de Macron”, lamenta Muskiz Rekondo, que ve con incredulidad que un discurso tan paternalista tenga predicamento hoy en día. “¿Pero quién es Francia? El Chad tiene potencial para valerse por sí mismo, porque tienen una oposición preparadísima, pero tiene que poder hacerlo. El verdadero problema de los chadianos es la dictadura y el régimen, no el terrorismo. El problema es político y la solución es política”, reclama Muskiz Rekondo, que señala el momento como histórico. “Todas las etnias y la oposición, por primera vez, van a una. También la gente de la diáspora”, señala, en referencia a Les Transformateurs, un amplio movimiento contra la dictadura que reúne a todos los que no son el régimen. “Hay una rebelión, pero no se muestra, y 18 meses no va a aguantar la población civil”, apunta Muskiz, a la que le da “impotencia” que los discursos paternalistas lastren -como así quiere Francia- la incipiente reacción democrática.

“No se está contando que la población civil está harta de Francia. Hablamos del apartheid y nos parece una barbaridad: dentro de unos años, las condiciones en las que Francia explota el Chad serán vistas como una barbaridad”, augura Muskiz, que cree que para ayudar al Chad hace falta despojarse del buenismo de la cooperación al desarrollo, un parche que no ataja el problema desde la raíz. “El Gobierno de Navarra, el del Estado, destinan dinero a la cooperación al desarrollo. Es un parche, acciones aisladas que obvian que el problema es estructural, y político”.

Por eso, a su juicio, más que seguir financiando proyectos asistencialistas, lo que tiene que hacer Europa es utilizar su influencia política para propiciar un cambio político. Y a partir de ahí, con democracia e instituciones limpias, se podrá construir. “Que salga quien sea, pero que Francia no interfiera en el futuro del país y haya unas elecciones democráticas. Eso es lo que necesita el Chad”, concluyen desde África United Nafarroa.

1,2

El Chad es un país enorme en la esquina oriental del corredor del Sahel. A pesar de su extensión, el censo -poco fiable, advierten- ronda los 16 millones de habitantes, una minucia comparado con los países de su entorno -Nigeria supera los 200 millones-.

La saga Dèby. El país, que no ha conocido desde su emancipación nada parecido a un régimen democrático, estaba gobernado desde 1990 por Idriss Dèby, militar que llegó al poder tras un golpe de Estado. De la minoría musulmana zaghawa, ha sido un caudillo títere que ha asegurado el negocio de los recursos para Francia, el latrocinio para el régimen y la pobreza absoluta para los chadianos, que tienen una esperanza de vida de 56 años.

Una república ‘monárquica’. Muerto Dèby, Francia apoya que el Gobierno recaiga en el hijo del patriarca, Mahamat, para asegurarse la continuidad del expolio.

El objetivo es visibilizar. África United Nafarroa es una asociación panafricana que defiende la hermandad de todos los pueblos africanos y la unificación del continen en la lucha por la protección de los derechos de todas las personas africanas, así como de sus valores, de sus lenguas autóctonas, de sus valores y de sus recursos naturales. La plataforma, en la que participan tanto Nerea como Madji, también aboga por el fin del neocolonialismo a través de la sensibilización, la denuncia y la promoción de una convivencia intercultural. La plataforma va a poner en marcha varias iniciativas para sensibilizar sobre los problemas de origen del Chad.

“Chad necesita unas elecciones democráticas y que Francia deje de interferir en el futuro del país”

Miembro de África United Nafarroa

“La incultura, el neocolonialismo y la represión de un Gobierno títere ha sumido a la población en la resignación”

Miembro de África United Nafarroa