Chema Berro Úriz tenía 61 años y trabajaba como auxiliar administrativo en el Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea cuando se acercó al 15-M, como ha hecho durante toda una vida con “interés en todo lo que tiene un carácter social y movilizador”.

Insiste en subrayar que su papel fue “no significativo” y que no participó en la acampada, por lo que se quedó “fuera del meollo”. Pero muchos de quienes estuvieron en las protestas han mencionado su nombre cuando se les pregunta por alguien que estuvo metido. Berro, con sensibilidad social, se acercó para participar en las comisiones de empleo, de política y de ecología. Vio en el 15-M un movimiento “de personas”, no de grupos, “con todas las aspiraciones” y que pensaba en un “cambio de modelo social y político”. Casi nada. Todo, además, con un tono “asambleario, fuera de la política de partido, sin protagonismos ni apropiaciones”, con ese aire fresco e incluso un poco ingenuo, pero lleno de ilusión y ganas de cambiar las cosas, en la línea de lo que también vio su camarada Jesús Hernández.

Fue la respuesta a una parte de la sociedad harta de un “bipartidismo sin empalme con la sociedad, cada vez más blindado”, en un país “en el que crecían las desigualdades, donde retrocedían las expectativas laborales, habitacionales y vitales”. Era, recuerda Berro, un ambiente de “impugnación a la totalidad del modelo social y económico, también de representación política”. ¿Una de las principales contribuciones que, después de diez años, ha quedado? La visión global que dio el movimiento. “Hasta ese momento se venía hablando de sectores parciales, pero el 15-M viene a decir que todo es uno, que el curro, la migración, el militarismo, la libertad de expresión... que todo forma parte de un problema más global, que la política se hace a nuestras espaldas y contra nosotros, de forma envolvente, y mientras que no le hagamos frente, esos aspectos parciales estarán en constante retroceso”.

El movimiento, sin precedentes, “no cristalizó”. Era demasiado bonito para ser posible. “De asaltar el cielo a nadar en el barro”, resume Berro, que considera que fue un lema “respetable”, pero “difícil” dadas las “esclavitudes de la política institucional y la supeditación del poder político al económico”.

“El 15-M como toque de atención no fue suficiente para cambiar el rumbo perverso de las cosas”, y se llega al décimo aniversario tras “un paulatino oscurecimiento”. Sí quedan “algunas realidades parciales”, giros en “estilos y formas de hacer: horizontalidad, apertura, ocupación de la calle...” y también en “formas de expresarse, con lemas nuevos como no nos representan, democracia real ya, toma la calle, no somos mercancía”. Berro cree que algún colectivo, como Martes al Sol ha sido capaz de captar mejor la esencia genuina del movimiento.

“Seguramente no se consiguió nada”, considera, al final de su reflexión. “Fue como un toque de atención, como un estallido que se apagó, pero del que queda el recuerdo y el modelo, el nunca se sabe, y la sensación de que era necesario al menos haberlo intentado”, concluye.

“La política se comió las derivaciones del 15-M y de asaltar los cielos se pasó a nadar en el barro”