l Congreso de los Diputados ha aprobado esta semana de forma definitiva las Cuentas de 2022. Lo ha hecho con una mayoría amplia de 188 escaños, la misma que el año pasado, y con el apoyo de 11 partidos diferentes. Al mismo tiempo, en Navarra se ha superado la enmienda a la totalidad que había presentado Navarra Suma. Queda todavía el trámite en comisión, pero el acuerdo alcanzado entre las cinco fuerzas progresistas que sostienen al Gobierno de Chivite, que han pactado más de 300 enmiendas por valor de 15 millones, garantiza su aprobación definitiva. Habrá presupuestos. Y habrá estabilidad en un contexto de incertidumbre económica y sanitaria.

Puede parecer un hecho secundario, pero son ya siete presupuestos consecutivos en Navarra y dos en España. En ambos casos además con una mayoría de izquierdas muy similar. En estos tiempos de multipartidismo y nueva política, no solo es posible sumar mayorías, sino que empieza a ser lo habitual. En cierto modo gracias a Vox, cuya radicalidad facilita la cohesión de la izquierda. Un factor que el PSOE ha sabido aprovechar bien, y que resulta evidente en Navarra. La apisonadora con la que UPN ejerció el poder está todavía demasiado reciente como para dejar caer al Gobierno de Chivite. Algo a lo que ninguno de los partidos que lo sostiene se va a arriesgar.

Así que, en lo bueno y en lo malo, el escenario político muestra claros síntomas de normalidad. Incluso empieza a ser frecuente ver a EH Bildu participando en las mayorías de Gobierno en Madrid. Por segundo año consecutivo apoyará los presupuestos del Estado, un hecho impensable hace apenas una década que no parece tener mayor desgaste electoral para el PSOE, que asume el pacto presupuestario como un mal menor para la gobernabilidad. Esta vez no se ha oído ni una crítica interna.

Tampoco en la izquierda abertzale, que ha visto refrendada su estrategia en el debate de las ponencias que ha llevado a cabo Sortu. Una victoria clara de las tesis oficiales (71%-22%) que le permite volver a apoyar unos Presupuestos del Estado -en Navarra se ha quedado en la abstención- que incluyen partidas nada agradables. De la Casa Real a la Guardia Civil, pasando por inversiones millonarias para el TAV en Navarra y en Euskadi.

Lo hace, al menos en lo que se conoce públicamente, a cambio de cuestiones de más valor simbólico que económico, pero que refuerzan el perfil posibilista por el que ha optado la izquierda abertzale allí donde más le interesa. La captación de ETB3 y la jubilación anticipada de la Policía Foral apuntan a la defensa del euskera y del autogobierno en Navarra, mientras que los fondos para el amianto y regulación de los desahucios refuerzan su apuesta social ante el resto del Estado.

Son además propuestas fáciles de rentabilizar. Gracias en gran medida a la reacción magnificada de una derecha política y mediática que, en su afán por desgastar al Gobierno de Sánchez, está normalizando los pactos con la izquierda abertzale por la vía de la sobreactuación. Arrebatando incluso el protagonismo al PNV en un ámbito donde los jeltzales se sentían especialmente cómodos. El malestar en Sabin Etxea ha sido evidente.

Es en cualquier caso una alianza coyuntural, consecuencia más de la aritmética parlamentaria que de una apuesta estratégica. Pero que empieza a sentar las bases de una colaboración estable en Navarra y posible en Madrid, y que puede acabar extendiéndose a algunas instituciones de la CAV. Quizá no tanto como para cuestionar el liderazgo del PNV en el Gobierno vasco (EH Bildu duplica en escaños al PSE y los socialistas nunca darán la Lehendakaritza a la izquierda abertzale), pero sí como para empezar a explorar el tripartito con Podemos que ya se da en algunos ayuntamientos. La elección de Eneko Andueza como secretario general del PSE apunta en esa dirección.

Movimientos de largo plazo que pueden tener afección también en Navarra, pero que la derecha sigue observando desde la intrascendencia y sin más ambición que la de buscar repercusión mediática por la vía del espectáculo. Hace tiempo que los diputados de UPN hablan más pensando en agradar a sus seguidores en las redes sociales que en defender una posición estratégica para su partido, y mucho menos para Navarra.

La diatriba del diputado Sergio Sayas contra la captación de ETB3 en Navarra, tan desorbitada como ridícula, ha sido especialmente reveladora. Otra prueba más de la falta de autoridad política en la que vive UPN, cuyo presidente ni siquiera ha sido capaz de aclarar si comparte o no la autocrítica hacia las víctimas de la violencia del Estado planteada por uno de sus portavoces. Anclado en posiciones de firmeza dogmática de la mano del PP y de Vox, y con la mayoría absoluta como única vía para recuperar influencia institucional.

Algo improbable en Navarra, y posiblemente tampoco en Madrid por mucho que insistan algunas encuestas de dudosa credibilidad. Y que deja las manos libres a los gobiernos de Chivite y Sánchez para afrontar un año clave en el que necesitan concretar promesas y exhibir éxitos después de dos años monopolizados por la pandemia. Los presupuestos no son la panacea, pero ofrecen cierto margen de maniobra para hacer frente a una ralentización económica llena de incertidumbres y a una pandemia que insiste en quedarse a convivir entre nosotros.

La alianza entre el PSOE y Bildu es más coyuntural que estratégica, pero sienta las bases para una colaboración más amplia en el futuro

La diatriba Sergio Sayas contra 'ETB3' es otra prueba más de la falta de autoridad política que sufre UPN