donostia - Las paredes del nuevo centro son muy elocuentes sobre el fin que persigue este recurso pionero. Hay dibujadas nubes de las que cuelgan pizarras en las que los menores dan rienda suelta a su imaginación y ponen nombre a pensamientos, fantasías y miedos que casi nunca se corresponden con la realidad, pero que tanto atenazan físicamente. Es una dinámica terapéutica que funciona la del nuevo centro de día foral para menores tutelados con infancias que han sido carreras de obstáculos que siguen sorteando. Aquí no hay culpables. Hay circunstancias de vida.

Los usuarios acuden al centro pero duermen con su familia, con la que el equipo de profesionales trabaja de la mano. Si algo pretende este recurso ubicado en Donostia, pionero en el Estado, es favorecer aquellas medidas que eviten la separación del hogar.

Son adolescentes de entre trece y 17 años, con casuísticas muy diversas, quienes acuden a este recurso foral que dispone de 18 plazas, de las que actualmente están ocupadas once. A pesar de su corta edad, han seguido una vida errática, dando tumbos, probando suerte en un sinfín de recursos de los que han acabado por escaparse, alejándose también de los estudios. “Llega un momento en el que ni siquiera eres consciente de lo que te está pasando, y de un día para otro te llevan a un centro. Te despiertas en él y no sabes ni dónde estás. Te cuesta hasta darte cuenta de que todo eso que está pasando te está ocurriendo a ti. Es como si lo estuviera viviendo otra persona”. Las paredes del centro hablan, pero más lo hacen las personas que van dejando impresas sus emociones sobre ellas, como lo hacía la chica de 15 años que ayer abría su corazón a este periódico.

Sus palabras revelan hasta qué punto el desconcierto asalta a estos adolescentes que, por muy violentos o déspotas que hayan podido mostrarse, si algo buscan es comprensión y ayuda. Y la van encontrando durante estos siete meses en los que lleva funcionando el centro, que ofrece un recurso terapéutico creado como alternativa a los actuales dispositivos residenciales, prestando una atención individualizada tanto a los adolescentes como a sus familias.

“pedir disculpas y cooperar” El local ofrece una imagen similar a la de un centro de ocio. Hay dispuesta una mesa de ping-pong, un microondas y un sofá frente a un televisor. También se ven cartulinas con lemas impresos sobre la importancia de “pedir disculpas” o “cooperar”, así como un palé de madera con frases como “reír cada día” o “disfrutar de cada momento”. En una esquina puede verse un calendario que detalla las tareas y labores que corresponde a cada uno de los usuarios según el día de la semana. “Existen otros centros de día para menores en fase de riesgo, pero este es pionero por cuanto les acoge ya en fase de desprotección, cuando presentan dificultades en su funcionamiento personal, en la convivencia familiar y en su integración en el entorno donde viven”, precisó ayer durante la visita el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, acompañado por la diputada de Políticas Sociales, Maite Peña.

Todavía es pronto para extraer conclusiones siete meses después de su puesta en marcha, pero este nuevo modelo de trabajo que permite mantener la relación familiar bajo tutela foral nace con vocación de ir extendiéndose paulatinamente, según explicaron sus responsables, entre los 790 menores y adolescentes atendidos actualmente en Gipuzkoa.

Siguiendo la inercia de las dos últimas décadas, hasta ahora no existía otra alternativa que la estancia en un centro foral o la permanencia con la familia. Los nuevos tiempos han puesto sobre la mesa la necesidad de habilitar recursos intermedios como el que se presentó ayer. “Teníamos la sensación de que las infraestructuras respondían a otra época, y había que actualizar el enfoque”, expuso ayer Olano.

La metodología y el tipo de intervención de este nuevo recurso se ajustan a las necesidades de las personas atendidas y a los cambios en las nuevas leyes de protección a la infancia. Para Gipuzkoa este centro supone “un nuevo desafío” en la medida que se convierte en “una apuesta clara” en la que se prioriza la atención terapéutica comunitaria, diferente a la atención clásica que se ofrece desde los recursos residenciales.

recuperar rutinas Diego Andrés, director del centro, no ocultó la dificultad que entraña el trabajo con un colectivo diverso en el que suele ser frecuente el abandono de los estudios, lo que exige ir sembrando poco a poco para desandar un camino que no llevaba a ninguna parte. Hacen falta establecer las rutinas necesarias que sienten la base de una nueva vida. “Estamos hablando de vidas muy dañadas, por lo que hace falta empoderar a estos chavales y a sus familias para evitar medidas que conlleven la separación de sus hogares”. El equipo lo integran, además de él, cinco terapeutas y un cocinero. “La intensidad del trabajo varía según cada usuario. Hay quienes necesitan apoyos más o menos puntuales y otros que han pasado por recursos del sistema de protección de los que se han fugado. Lo primero es establecer el contacto, que ellos quieran dar el paso, y comenzar a partir de ahí a normalizar la respuesta”.

Así, el recurso plantea “otra manera” de entender la intervención. Los profesionales siempre están dispuestos a tomar un café y escuchar con tal de evitar medidas coercitivas, apostando por la “contención emocional y la confianza”. Abre sus puertas de lunes a viernes, aunque los responsables están dispuestos a prestar atención cualquier día de la semana. “Muchos de los jóvenes tienen un largo recorrido por el sistema de protección, han pasado por varios centros, y es normal que desconfíen. También lo hacen sus familias. Por eso es necesario que colaboremos entre todos, de manera que comprueben que se pueden hacer una vida en el domicilio”. El director del centro agradeció ayer el esfuerzo del equipo de trabajo, porque “no es fácil” implantar un modelo de atención con un colectivo tan vulnerable “y hacerlo desde el respeto”.

Plazas. Gipuzkoa abrió el año pasado 107 plazas, entre ampliaciones y nuevos centros, cómputo en el que se incluyen las 18 plazas del nuevo recurso presentado ayer a los medios de comunicación.

Los programas. Entre otras, ocho nuevas plazas corresponden al centro Uba (que ahora dispone de 33), un nuevo centro de atención para menores extranjeros no acompañados (32 plazas), y ocho plazas en el centro Intxaurrondo para adolescentes que cumplen medidas en centros reforma. También se ha puesto en marcha el programa piloto Guraso, con seis plazas para madres menores de edad y sus hijos.

Distribución de pisos. En el marco del Plan Elkar-EKIN, el ente foral ha abierto un total de ocho plazas en pisos distribuidos en Errenteria (4) y Zumarraga (4), dentro del programa GazteOn SareLan, destinado a facilitar la inserción laboral de jóvenes de entre 16 y 23 años.

790

Número de menores tutelados por la Diputación en Gipuzkoa