Este año se han cumplido los 50 años desde que murió el dictador el 20 de noviembre de 1975, pero su desaparición no supuso la extinción de todas las huellas que dejó el régimen y su espíritu continuó sobrevolando la vida política muchos años. Algo tan sencillo como la petición de eliminar las marcas que en edificios públicos o en la calle dejó el paso de una Dictadura sangrienta y demoledora supuso, para quienes lo propusieron, amenazas, insultos y protestas, no solo por la calle o en el salón de plenos del recién nacido Ayuntamiento democrático de Tudela, sino también en los medios de comunicación.
Costó borrar el servilismo y el dejarse llevar por el impulso político de la España franquista y su eliminación supuso sudor, esfuerzo y lucha tenaz por quienes, en minoría, trataron de dar pasos y avanzar en un terreno político que vertió mucha sangre dentro de la llamada Transición.
Tudela aún se frotaba los ojos de incredulidad de ver cómo se había asesinado de forma impune a una joven en el puente del Ebro en una pacífica protesta ecologista. La vida de Gladys del Estal se arrebató el 3 de junio de 1979 y, pese a ello, el intento de retirada de los letreros y emblemas franquistas que quedaban en la fachada del Ayuntamiento fue una batalla democrática que costó conseguir y que hubo que realizar casi a escondidas para evitar problemas.
Desde pocos años después de que terminara la Guerra Civil, sin que haya constancia de la fecha, el Consistorio decidió colocar en la fachada varios lemas “Viva España”, “Viva Navarra”, “Viva Cristo Rey”, “Franco” y “Mola”. Como una losa para quienes sufrieron la represión de los golpistas y de aquel régimen, adornaban el edificio que era emblema del poder popular sin que nadie percibiera algo extraño en ello. Nada existe en el Archivo sobre cuándo se retiraron los nombres de Franco y Mola, aunque todo apunta a que se llevó a cabo a principios de 1977, y de madrugada.
LA MOCIÓN
En aquel primer Ayuntamiento democrático, salido de las urnas del 3 de abril de 1979, la corporación estaba integrada por numeras formaciones PSOE, UCD, ANAI, ATI, PTE y PCE y para mostrar la importancia de la recuperación de la voz popular y de la Democracia, el recién nombrado alcalde socialista Francisco Álava dedicó un homenaje a la corporación depuesta el 18 de julio de 1936, muchos de los cuales fueron asesinados en Tudela.
El alcalde habló ese día de “un acto de justicia y de reconocimiento a aquellos hombres y de la ilegalidad y del acto de fuerza bruta llevado a cabo contra ellos. Es una deuda que el pueblo de Tudela tiene con ellos y yo personalmente quiero reconocerlo, ya que esta corporación es continuadora de la línea democrática de aquellos hombres” por lo que leyó en alto los nombres de “Domingo Burgaleta Pérez de Laborda, Aquiles Cuadra de Miguel, Aquilino Ochoa Pascual, Epifanio Cruchaga Eseverri, Eugenio Tutor Lozano, Valentín Pérez Martínez, Francisco Jaraba Grima, Joaquín Meler Mur, César Muzás Mayer, Juan Navarro Anguiano, Francisco Úcar Liñán, Francisco Sarasa Morán, Pablo Sanz Blanco, Mariano Lacarra Osés y José María Azcona”. La importancia de este gesto es indescriptible.
Pocos meses después en el pleno del 28 de septiembre de 1979, donde también se guardó un minuto de silencio por el asesinato del concejal de HB de San Sebastián Tomás Alba y se debatió sobre el encarcelamiento de 11 mujeres en Bilbao por abortar, la concejala Inés Redondo (PTE) presentó una moción que tenía como objetivo “que sean retiradas todas las inscripciones de la fachada principal y en todo caso sean sustituidas por una que diga Ayuntamiento, que sean retirados todos los posibles símbolos que como expresión de esta ideología se conserven en el interior de la Casa Consistorial”. Redondo era una concejala del Partido de los Trabajadores de Euskadi, una formación comunista de las muchas en las que, como es habitual, se disgregó la izquierda.
En el texto se recordaba que habían pasado 5 meses desde las elecciones y que sin embargo esos rótulos permanecían en la fachada “para deshonra de todos los que hoy trabajamos aquí y de los tudelanos en general”, unas inscripciones que calificaba de “ideología fascista”. Redondo recordaba que el “voto popular” había enterrado esta huella y que dado que muchos de los concejales que habían sido elegidos habían “combatido” contra ese régimen calificaba de “vergüenza que la fachada principal conserve dichas inscripciones, dando a entender que el voto democrático tudelano es fascista”.
Terminada la Dictadura, que la sede del poder popular siguiera teniendo estas inscripciones era un sinsentido. Votaron a favor los concejales Antonio Bueno, José Luis Pérez Pérez, Javier Otano, Alberto Tantos, Eduardo Pérez Ordoqui, Ignacio Milagro, Milagros Rubio, José María Lacarra, Inés Redondo, María Gracia Ribas, José Antonio Pérez Sola y el alcalde, Francisco Álava. En total 12 votos de PSOE, ANAI, PTE y PCE, frente a los 7 votos, de UCD y ATI, en contra de Juan Moya, Fernando Yanguas, Enrique Castel-Ruiz, José María Cuadra, Manuel Úcar, Andrés Escribano y Pedro Beamonte.
Desde el PSOE, que eran mayoría con 7 concejales de los 19 y ostentaban la alcaldía, se señaló que se iba a reformar la fachada y en el marco de los trabajos se retirarían los nombres, si bien caso de retrasarse las obras se ponía de fecha tope para quitarlo el 31 de octubre. Los símbolos a los que hacían referencia eran dos tapices en los que aparecían “el escudo de España, el águila imperial y la leyenda ‘Una, grande y libre’ y un escudo de Navarra con la laureada”.
En la discusión del punto, el concejal Escribano señaló que la moción era “de muy mal estilo” y que empleaba “frases chabacanas, revanchistas y vengativas” como poner que era para “deshonra de los que trabajamos aquí” y añadió que era el texto de una “persona poco inteligente”. En su intervención aseveró que “por suerte, todavía hay mayoría de tudelanos, cristianos, navarros y españoles a los que no nos molestan”. Por último, propuso un referéndum entre la población para que sea el pueblo quien decida y, curiosamente, le acusó de actuar con “ordeno y mando”, para retirar las huellas de la Dictadura. Redondo contestó que no se había hecho ningún referéndum para retirar os nombres de “Franco” y de “Mola”.
reacciones En el pleno del 9 de noviembre se presentaron diversos escritos de Pilar Martínez Jarauta, Ana María González Coscolla y de A. Aramburuzabala “y consortes” en los que pedían que se “reconsiderara” la idea de retirar los “símbolos religiosos y patrióticos” que había en la fachada del Ayuntamiento y que eran “patrimonio de todos los tudelanos”. Entendían por tales los “Viva Navarra, Viva España y Viva Cristo Rey”. El concejal Escribano comenzó su intervención señalando que “como navarro, español y cristiano…” lo que fue correspondido con fuertes aplausos por parte del público que llenaba el salón de plenos.
Fuera de las cuatro paredes del salón de plenos, y a partir de su aprobación, comenzaron a fluir ríos de tinta en los medios locales y regionales contra la propuesta.
Como ejemplo, la crónica que José María Arregui escribía en El Pensamiento Navarro, en la que hablaba del Partido de los Trabajadores de las Tierras Vascongadas y comenzaba “Querida roja - porque también nosotros sabemos usar adjetivos - si gritan ¡Viva España! es ser fascista yo soy fascista; si gritar ¡Viva Cristo Rey!, es ser fascista yo soy fascista ¿Más claro?, agua. Y miles de tudelanos, no se te olvide, si tú los calificas de fascistas por estos tres gritos, también son fascistas, así como para nosotros el que no grita el primero es porque no es español; el que no lo hace con el segundo, es porque no cree en Dios y el que no lo hace por el tercero, es porque no es navarro. Lo que corresponde es el realizar una nueva fachada municipal de acuerdo con el entorno de la Plaza Vieja; para que así haya obras en la ciudad y se empleen trabajadores en paro; que esa sí que es la verdadera obligación de quien ha asumido la representación municipal del Partido del Trabajo de las Provincias Vascongadas”.
Los ataques fueron muy similares a lo largo de semanas. Arregui recordaba en su crónica que los nombres de Franco y Mola se habían retirado años atrás “por indicaciones gubernativas allá por el principio de 1977” si bien reconocía que eran de “significación política. Hubiese estado bien la retirada de todos los letreros o leyendas allí colocadas; pero de eso a tratar de fascistas a quienes pusieron los letreros a que aludimos y a los que comulgamos con todo lo que representan, va un abismo”.
En La Voz de la Ribera del 13 de octubre, las opiniones de M.G.P. y D. Marín iban en un sentido muy parecido. “¿A quién puede molestar sino a los no creyentes que pese a ello lo quieran o no, serán siempre siervos y vasallos del Divino Dueño y Supremo Señor, Cristo Jesús, Rey de Reyes” a lo que añadía por supuesto con esa lógica, “¿Y el Viva Navarra? Para los verdaderos navarros es como el viva la madre que les dio el ser ¿Podría un hijo bien nacido no amar ni honrar a su madre?” decía M.G.P. En la misma página, D. Marín, se mostraba más folklórico y citaba una jota, “Quien al oír ¡Viva España!, con un viva no responde, si es hombre no es español y si es español, no es hombre” y se ofrecía a guardar él los tapices con los emblemas franquistas que no hacían sino mostrar “un escudo en el que se pide la unidad, la grandeza y la libertad de la Patria” y concluía preguntándose “¿quién iba a suponer que en nuestro Ayuntamiento serían mayoría los que no sienten en católico, en navarro y en español?”.
También hubo movimiento popular para pedir que se mantuvieran os letreros y cuando en Tudela había 25.000 habitantes se presentaron 1.232 firmas para que los gritos de viva permanecieran en la fachada. Pese a todo, y cumpliendo lo anunciado, el 31 de octubre su retiraron los letreros de la fachada que, al contrario que cuando retiraron el Franco y Mola, no dejaron huella en la fachada.
Ya retirados, una niña de unos 12 años (M.L. Azcona) firmaba un artículo en la misma revista que decía sentirse “herida” por retirar los “signos de grandeza y amor a la patria” que colgaban de la fachada. “¿Qué ha hecho esa señora Redondo para llegar y opinar lo que debe hacer con una cosa del pueblo? ¿Se ha parado a pensar alguna vez quién ha construido el mundo e incluso la tierra que nos rodea? Le aconsejo que si estas letras no le gustan cuando pase por el Ayuntamiento se tape los ojos y pase de largo, mientras os que piensan como yo pasamos con la cabeza bien alta y orgullosos de tener estas frases”.
En ese mismo número, se decía en la portada “se confirmó el expolio” y en el interior bajo el titular, “Los apátridas sin sentimientos humillaron a la ciudad”, la revista decía que la ciudad había sufrido “la vejación más humillante” y decía que ahora la ciudad se había convertido en “apátrida y sin sentimientos”. En la página nombraba, uno a uno, con nombre y dos apellidos a los concejales y concejalas que había apoyado la retirada de los letreros y también de quienes se habían opuesto, “ponemos los nombres de los corporativos debido a las continuas llamadas que se han hecho a este semanario pidiendo se diera publicidad de los mismos para que el pueblo las conociera”, confirmaban en la publicación, sin explicar muy bien con qué objetivos.
Sin embargo, no fue el más duro de los ataques que recibió la concejala. “Hubo un artículo en el que sin ningún disimulo había amenazas de muerte, de alguien que, además, había sido compañero de trabajo en las oficinas de UVESA. En el buzón de mi casa metieron varios anónimos, también con amenazas. Vivía sola en mi piso con mi hijo de un año. Al recordarlo todavía se me ponen los pelos de punta”, asegura Inés Redondo 50 años después.