pamplona - Félix Arbués Ascaso, zaragozano de 81 años, casado, con dos hijas y tres nietos y asentado en Pamplona, fue entre 1977 y 2008 el observador y jefe de la oficina meteorológica del aeropuerto de Pamplona. Dicha oficina registra y transmite los datos de observación meteorológica desde el año 1975. Es la única estación principal de Navarra y está dotada permanentemente con personal de Aemet. Las observaciones meteorológicas se reportan puntualmente a los controladores y pilotos de acuerdo a los estándares internacionales con el objeto de contribuir a la seguridad, la regularidad y eficiencia del tránsito aéreo. Arbués recuerda que, al comienzo, su labor era de observador “de todos los parámetros meteorológicos” para confeccionar resúmenes meteorológicas. “Por entonces, igual tenías que atender a un seguro que te pedía datos sobre las rachas de un vendaval para ver si entraban dentro de las pólizas contratadas o te llamaba el Ministerio de Justicia por un accidente mortal para mirar las condiciones de ese momento”. Accedió luego a la jefatura de la oficina por concurso, desde el Bachiller elemental en que arrancó su carrera, y recuerda que durante las tres décadas de trabajo no ha dejado de aprender. “Esto de la meteorología es muy contagioso y evoluciona muy rápido, siempre tenías que estar preparado para las novedades informáticas o por los nuevos acuerdos internacionales. En los años 60 España estaba muy atrasada meteorológicamente y con el boom de la aviación comercial había que ponerse al día. Así, llegaron las estaciones automáticas, los láser para medir las nubes y la visibilidad. Todo ello unido a un personal de predictores que fueron a formarse al extranjero y que trabajaban en bucle con los observadores. Nosotros mandábamos información cada media hora. Era un parte con todos los parámetros que les llegaba en segundos a la central. Eso ya ocurría hace 40 años. Pero, en otros observatorios, tenías que echar mano del teléfono o pasar partes meteorológicos por morse. Yo lo he tenido que hacer porque no había otro método”. En Noáin, Arbués ha medido más de 90 litros de precipitación, vientos de hasta 120 km/h y mínimas de 17 grados bajo cero. Ahora, dice, las predicciones que se realizan no tienen nada que ver con aquellas a las que él asistía de inicio con su aportación de datos. “Hace medio siglo, las probabilidades de acertar un pronóstico con fiabilidad eran muy bajas porque no había medios y la orografía en España es muy mala, muy complicada. No es como Estados Unidos, donde todo es llano y las borrascas es difícil que se desvíen. Aquí se inviritieron en esos primeros años mucho dinero en meteorología, hubo profesionales invitados a hacer cursos. Yo no soy predictor, pero ahora mismo hay una fiabilidad de más del 90% en meteorología. En los pronósticos que nosotros hacíamos para la navegación aérea acertabas tanto con el paso de los días como los satélites”.