La vista aérea del campamento de refugiados de Moria devuelve la imagen de un barracón de dimensiones descomunales. A pie de calle, la ansiedad y el caos se adueñan de la vida de miles de personas que huyen desde Turquía. La isla griega de Lesbos, donde se levanta el mayor asentamiento de migrantes de toda Europa, ha desaparecido de los medios de comunicación. Pero la vida continúa entre disturbios, palos y miedo para las 13.000 personas que ocupan un terreno con capacidad para 3.000. “La situación es crítica”, alertó ayer Malen Garmendia, coordinadora de Zaporeak.

Un día antes una madre y su hija habían perdido la vida tras uno de los dos incendios declarados en un asentamiento que no da más de sí. “Vamos a redoblar esfuerzos, vamos a ofrecer 2.000 comidas diarias hasta que podamos, pero la respuesta tiene que venir desde Europa ante un conflicto olvidado”, denunciaron los miembros de este proyecto solidario.

Ayer por la mañana se respiraba algo más de calma, pero los refugiados están tristes y estresados. Temen un nuevo incendio mortal en este escenario que es terreno abonado a las “graves vulneraciones de derechos”. Los dos incendios consecutivos del domingo no solo dejaron un saldo de al menos dos muertos sino que dieron paso a graves disturbios y enfrentamientos con la policía.

La ONG vasca, que colabora aportando alimentación nutritiva a los refugiados en Grecia desde marzo de 2016, conoce de sobra las dinámicas de trabajo y los devastadores efectos que puede ocasionar hacinar a migrantes en centros por encima de su capacidad.

En torno a 10.000 personas. Es la cifra que marca el punto de inflexión en el campamento de Moria. Cuando se sobrepasa el número de llegadas, el campo de refugiados no da más de sí, y tarde o temprano el conflicto acaba por estallar, como ocurrió el domingo y volverá a suceder de no cambiar las cosas.

El alcalde de Lesbos y la Agencia de la ONU para los refugiados ya han pedido a las autoridades griegas “descongestionar inmediatamente” el campamento. Solo en los últimos días han llegado unos 3.000 migrantes desde Turquía. En 24 horas, del sábado al domingo, lo hicieron 400 personas.

“Las personas viven presas de una tremenda ansiedad porque sobreviven en condiciones lamentables”, reveló la coordinadora Zaporeak.

El primer incendio se declaró en un olivo cercano al lugar de hacinamiento. Poco después, comenzó otro fuego, pero esta vez dentro del campo, al parecer en uno de los contenedores en el que estaba cocinando una mujer afgana. Las llamas se propagaron rápidamente desatando el pánico entre los refugiados. Según Acnur, que trabaja dentro de Moria, fallecieron una mujer y un niño. Otros testigos elevan esa cifra a tres personas, pues aseguran haber visto los cuerpos de dos menores.

El Gobierno griego envió fuerzas antidisturbios para tratar de frenar la violencia en el campo, donde los refugiados viven hacinados en contenedores. “Llamamos a los bomberos y llegaron 20 minutos después. Estalló la cólera”, declaró un testigo presencial.

Los integrantes de Zaporeak aseguraron ayer en un comunicado que la situación tras el fin de semana “parece estar calmada”, aunque de seguir así las cosas es cuestión de tiempo que se desate el caos de nuevo. Entretanto, el acceso al campo está prohibido, y los integrantes de este proyecto se desplazan con su furgoneta a las instalaciones que la ONG danesa Team Humanity, con la que colabora, tiene a cinco minutos a pie de Moria.