PAMPLONa - Fernando Roncal Aramendía, estellés de 69 años, va a ser miembro de pleno derecho y de forma inminente de la Asociación de Víctimas de Centros Religiosos de Navarra. Roncal, de ideología comunista, ahora apóstata y jubilado de una empresa de Artes Gráficas y con familia, vivió en sus años escolares la mudanza en los primeros años del colegio El Puy de Estella, que pasó de la casa de los Curas de la plaza de San Juan a su ubicación actual.

En tal tránsito malvivió con aquel director y fundador del centro, José San Julián Luna, que ya reúne seis denuncias policiales en su contra por sus abusos y malos tratos. “Estudié allí entre 1957 y 1965 y cuando leí los testimonios de varios compañeros de Estella, me animé a decirles que yo también era de su gremio”.

Roncal deja claro que ahondar en esta cuestión es algo que “entiendo necesario, pero que me produce asco y náuseas. Mi generación sabe de sobra lo que hizo ese hombre. Pero ahora lo que quiero es animar a esa gente que está afectada, decirles que esto me indigna y me motiva a pegar un grito y alzar la voz. Hay gente que todavía vive secuelas de esto y que se encuentra en tratamiento. Y ellos me dan la motivación para contarlo. Lo que vamos a conseguir es darle a esto notoriedad, pero no confío para nada en que el Arzobispado o los colegios tengan interés en establecer cauces para solucionarlo. Yo creo que van a pasar del asunto, como han hecho siempre. La Iglesia no se va a desnudar para sentirlo y pedir perdón”.

Roncal entiende que los compañeros de Estella que ya habían denunciado la conducta de San Julián merecen su apoyo y el de muchos más que también lo padecieron. “Mucha gente ha vivido esas penurias y las ha sufrido. Si hacen lo mismo que estamos haciendo nosotros, aunque sea de forma anónima, sería un apoyo bueno”.

“elitista y sádico” Por entrar en harina en los hechos en cuestión, Roncal recuerda que San Julián era un “hombre muy elitista y sádico” y que el comportamiento con él, que “no era un estudiante ejemplar”, era similar, “tan público y notorio como el que yo veía a mi alrededor. A mí me tocaba cuando me hacía salir a la pizarra y me ponía detrás de su pupitre. Y también lo hacía en su despacho. Todo aquello le excitaba. Era muy perverso y tú te sentías fuera de lugar, extraño, no sabías qué significaba aquello y solo querías gritar. Pero siempre buscaba presas jóvenes, conforme crecíamos iba dejando de tocarnos. Y alguna vez pensaba, fíjate que reflexión más absurda e infantil, que mientras me hacía tocamientos al menos no me pegaba de hostias. Porque las palizas que daba eran terribles. He visto a un alumno sangrar del oído, de la nariz y de la boca”.

El estellés, que no contó en casa nada de lo que ocurría por entonces -“porque nadie me iba a creer e igual era peor contarlo, porque mi padre era militar y mi relación con él no era la mejor”-, comparte en esta denuncia su idea de que “el comportamiento de San Julián era público y notorio, por eso me cuesta creer que entre los profesores no lo supiesen. Los alumnos lo sabíamos de sobra. Pero entre el profesorado nadie tomó partido jamás ni le plantó cara”.

“carne de carabanchel” Roncal recuerda que como anécdota, en 4º de Bachiller, San Julián les anunció a mitad de curso a él y a un compañero suyo que iban a suspender hicieran lo que fuera. “Ni siquiera nos dejaba ver los exámenes, aunque una vez nos colamos por la capilla y los copiamos todos, pero aun así nos expulsó de allí. Nos decía que íbamos a ser carne de Carabanchel, que era algo que no sabíamos ni qué significaba por entonces. Y después, con el paso de los años, se ha dado la circunstancia de que he sido camarada de Marcelino Camacho y recuerdo que, de broma con él, le contaba: ‘A mí ya desde joven me vaticinaron que iba a estar cerca de Carabanchel, como tú”. - E.C.