a pandemia del coronavirus también ha puesto en cuarentena el contacto físico y muchas personas han dejado de abrazarse, de darse besos o incluso dejan de estrecharse la mano por miedo al contagio, pero los psicólogos tienen clarísima la receta: "Jugar con las sonrisas, tocarse con las palabras". En un país mediterráneo en el que "la piel con piel es fundamental", afirma en una entrevista el estellés Javier Urra, académico de la Academia de Psicología, pasar al aislamiento físico puede ser "terrible", porque la sociedad española "es muy de contacto".

Sin embargo, esa sensación de inquietud e incluso de tristeza que puede generar frenar en seco la costumbre de besar a tu pareja, abrazar a tus hijos o a los abuelos se revierte sin problemas si utilizamos la palabra. "Podemos decir a nuestro ser querido: estoy deseando darte un beso porque te quiero mucho y por eso mismo, porque te quiero mucho, no lo hago", sugiere Urra.

Solo a las personas con patologías previas, afirma, "le va a descompensar esta situación" que supone un cierre emocional físico, pero a la mayor parte de la población no le va a afectar porque "el ser humano es muy flexible y aguanta más de lo que piensa". "No tiene efectos sobre la salud mental", insiste Urra, que tengamos que evitar el roce entre las personas que están más próximas a nosotros.

Pero avisa de que sí lo tiene, en cambio, la incomunicación a la que se ven abocadas muchas personas por el estado de alarma, sobre todo los mayores, que están recibiendo menos visitas, en general no se manejan bien con las redes sociales e Internet y además, como todos, están "muy expuestos a la sobreinformación". Demasiada información, cuando esta encima es muy preocupante, puede llevar a "a entrar en bucle y a pensamientos obsesivos", especialmente en aquellos que están confinados en soledad.

Otra experta consultada, la psicóloga Rocío Valdelomar, hace hincapié en la idea de que la cuarentena es "una oportunidad de aprender a tocarnos con palabras, sin usar las manos".

Está convencida de que este periodo que nos ha obligado a parar "va a cambiar la manera de experimentarnos y de experimentar el tiempo", pero no va a tener consecuencias sobre los abrazos y los besos, que las personas se han dejado de dar estos días, señala, porque "son universales" y se recuperarán.

Sin embargo, Valdelomar sí cree que el descenso repentino de roce físico puede afectar al ánimo y agravar los casos de personas con problemas psicológicos previos y por eso subraya la importancia de expresar los sentimientos: "Si tenemos miedo o estamos preocupados es recomendable compartirlo con alguien cercano y normalizar las emociones".

Explica que en los últimos días, su gabinete está atendiendo una gran cantidad de consultas exprés online "para atajar síntomas de ansiedad, aislamiento y bajo estado de ánimo" que el estado de alarma está generando en la población, con la perspectiva además de alargarse más allá de los quince días inicialmente previstos.

Si bien el contacto físico es esencial en una relación humana", señala, "el afecto, el cariño, la preocupación o el amor se pueden expresar de muchas más maneras: conversa, cuenta, comparte".

También el profesor de la Universitat Oberta de Catalunya Adrián Montesano coincide con ellos en que los afectos se pueden demostrar de otras muchas maneras "sin romper la distancia de seguridad", si es que fuera necesaria, y la palabra, dice, es una de las fórmulas eficaces para hacerlo.

A su juicio, pasar un tiempo con las muestras de cariño restringidas no va a tener mayores consecuencias sobre el equilibrio emocional de una persona, salvo en casos de conflicto. Entonces sí puede acarrear problemas en las relaciones porque "el contacto físico es una herramienta muy buena" para favorecer la reconciliación, sostiene.

Cambio. El COVID-19 ha acabado con las tertulias en los bares y las citas de amigos o familiares. Se acabaron también los abrazos y efusiones tan propias de nuestra sociedad. E l que rehuye el contacto físico ya no es distante y altivo. Es solidario.