Aunque oficialmente el verano termine el próximo 21 de septiembre, para algunos esa temida fecha se ha precipitado con la vuelta al cole que ha tenido lugar hoy en los centros académicos de la Comunidad Foral.

Una vuelta a la rutina agridulce en la que se combinan las ganas de volver a ver a los compañeros, contarles las anécdotas sucedidas en el periodo estival, pero también la pereza de madrugar y respirar el olor a libro de texto a empezar. Este arranque de curso, que sabe más a comienzo de año que el propio 1 de enero, es especialmente disruptivo para el alumnado que se estrena en primero de Infantil, sonrisas y llantos de por medio a la hora de ver que el aita y la ama no cruzan el umbral de la puerta del aula con ellos.

Este curso escolar, aunque con la experiencia del año anterior, también tiene un sabor ni fu, ni fa al ir acompañado de la pandemia, mascarillas, geles y distancias. La inclusión del protocolo educativo covid el pasado curso he hecho que los niños, que parecen adaptarse a todo con mayor facilidad que los adultos, tengan asimiladas las medidas para atajar la transmisión del virus como puede ser usar diferentes entradas y salidas para llegar a las aulas dependiendo de los cursos.

Así, la mañana de ayer fluyó como el agua en la Ikastola San Fermin donde solo un puñado de niños y niñas despistados se tomaron un segundo para saber por qué puerta entrar tras bajar del autobús. En el caso de este centro, al alumnado de Infantil y Primaria entra por cuatro puertas distintas para que no se den aglomeraciones.

Unas medidas que, “aunque ya hayamos normalizado, no hay que olvidar que no son normales y afectan en el día a día de los estudiantes”, apunta la directora de la ikastola, Hirune Pellejero Iturralde, quien, por otro lado, se muestra “muy contenta de poder mantener la presencialidad al 100%, cada día con una mayor flexibilización de las restricciones, aunque vayan muy poco a poco”.

Pellejero, según apunta, tiene la sensación de que la sociedad ha ido poco a poco eliminando o relajando restricciones, adaptándose a las nuevas situaciones, mientras que los centros educativos se han quedado atrás en este aspecto y siguen las prevenciones, a raja tabla, igual que el primer día. “Aquí tienen que llevar la mascarilla a todos lados mientras que en el parque del barrio no tienen que usarla”, ejemplifica.

En este sentido, la directora valora positivamente que se hayan relajado algunas medidas como que el alumnado de Infantil no tenga que llevar la mascarilla en el recreo o que tengan más libertad para jugar unos con otros en el patio. “Es algo que llevábamos pidiendo desde el año pasado porque no lo entendíamos. Estos niños y niñas conviven con grupos burbuja y no usan mascarilla dentro del aula, no tenía sentido que se la tuvieran que poner al aire libre”, opina.