La gran familia del mundo del surf se ha dado cita este domingo en la playa de la Zurriola para despedir a Randall Cory Young, el deportista de Florida de 44 años que falleció el martes pasado cuando practicaba paddle surf y una serie de olas le empujó contra las rocas de Sagüés, donde trataba de recuperar su tabla. Con el mar mucho más en calma, este domingo han lanzado flores en el mismo lugar donde perdió la vida.

Randall era un apasionado del surf que siempre hablaba muy bien del País Vasco. De hecho, llevaba planeando el viaje a Donostia desde hace más de tres años, obligado a retrasarlo una y otra vez por la crisis sanitaria, hasta que por fin la sexta ola de la pandemia comenzó a remitir y pudo así hacer realidad su sueño: Tomar el ansiado vuelo desde Miami, donde residía con su familia, hasta Donostia, escenario de su pasión. Por delante, una semana de vacaciones cogiendo olas.

Su mujer y sus hijos, a pesar de la desgracia, tienen el consuelo de que al fin y al cabo ha muerto haciendo lo que más le gustaba, practicando un deporte que durante los últimos años "se había convertido en su obsesión", según recoge la carta escrita por la viuda, que el socorrista Borja Agote ha comenzado a leer en la Zurriola ante un centenar de personas. Lo ha hecho hasta que un nudo en la garganta, y al borde de las lágrimas, le ha obligado a parar. "Es que les hemos visto estos días muy jodidos", se sinceraba Agote, emocionado por los momentos tan duros que ha compartido con la familia de Randall.

Su compañero Mikel Yanci ha continuado leyendo. "Era honesto hasta el extremo, siempre será mi otra mitad. Lo único que brinda cierto consuelo a mi familia y a mi es que esta tragedia se está utilizando para ayudar a los surfistas de la comunidad", ha proseguido el responsable de salvamento en la playa donostiarra.

RITUAL DE DESPEDIDA

La comunidad del surf de Gipuzkoa le ha rendido así homenaje en la Zurriola al estadounidense. Tras la lectura del escrito, una docena de surfistas se ha lanzado al agua con sus tablas en dirección al lugar donde Randall perdió la vida el pasado martes, junto a las rocas de Sagüés.

Lo han hecho siguiendo el ritual de despedida de la ancestral creencia polinesia, por la cual venimos del mar, y todos regresamos a ella. Los surfistas, que portaban flores, le han dado su último adiós formando un círculo sobre sus tablas, en un emotivo acto que ha finalizado agitando las aguas con las manos.

La despedida ha tenido también un tono reivindicativo. "En la Zurriola llevamos ya cinco muertos en once años. Hace falta ampliar la temporada de vigilancia más allá de los dos meses actuales; evitaríamos muchos accidentes", ha señalado Yanci, que junto a su compañero ha tratado de ofrecer explicaciones sobre lo ocurrido en los últimos días.

Los comentarios en torno al triste desenlace se han sucedido durante la última semana, en la que se han vertido críticas dirigidas tanto al establecimiento que alquiló la tabla al estadounidense, como a los servicios de emergencias, e incluso, a la propia víctima mortal por su supuesta inexperiencia.

Los hechos ocurrieron el martes pasado a las 15.00 horas en la zona de Sagüés en un día de intenso oleaje. Según ha revelado la mujer del malogrado deportista, Randall "llevaba más de veinte años surfeando y no era ningún inexperto", según ha dejado por escrito la viuda. Aunque nadie sabe exactamente qué le ocurrió antes de que se viera obligado a pedir auxilio, ya que los pocos surfers que había el martes estaban en el otro extremo, al parecer inicialmente entró por la zona del espigón, donde encontró protección para llegar a la rompiente de la ola.

Se sospecha que se le partió el invento -cabo que une la tabla con la pierna- cuando todavía estaba en la parte de atrás de la rompiente. Fue al ir a buscar la tabla de paddle surf cuando una serie de olas le empujaron hasta las rocas, con las que se golpeó violentamente hasta quedarse inconsciente. Es decir, entró por el lado del espigón y acabó justo en el otro extremo de la playa, debido a la dirección norte de la mar, que empuja hacia Sagüés.

Los socorristas de Donostiako Sorosleak entienden que "no hay que buscar culpables", aunque sí creen que son hechos que "se podían haber evitado". El amplio dispositivo de rescate no pudo hacer nada. Era ya demasiado tarde. El acto de hoy ha incidido en la necesidad de redoblar la seguridad.

PROYECCIÓN INTERNACIONAL SIN SEGURIDAD

Los socorristas señalan que si las olas de la Zurriola llegaron hasta Miami, donde reside la familia de Randall, fue por la proyección internacional que tiene Donostia como ciudad del surf, en el marco del Clúster Surf City Donostia, la red creada para fomentar sinergias y colaboraciones en torno a este deporte. Randall, acostumbrado a recorrer medio mundo en busca de rincones atractivos, pudo así planear el viaje junto a su familia: Su mujer, sus dos hijos adolescentes y su suegra, quienes acabaron velando desesperadamente su cadáver a pie de playa.

Los socorristas denuncian que la proyección internacional que tiene la playa no viene acompañada de las medidas de seguridad necesarias. "Le ocurrió lo que le ocurrió porque esta playa es muy peligrosa, de las más peligrosas que hay en España", advierte Agote, que ha sido surfista profesional y conoce a la perfección las características de cada uno de los arenales. "Por no haber, no hay ni señalética que advierta de su peligrosidad a las personas extranjeras o a cualquier usuario. Es peligrosa, y no solo en condiciones de mar pequeñas o medianas; sin olas también lo es".

Los surfistas denuncian que el número de socorristas en la Zurriola no ha variado en las dos últimas décadas, mientras se ha registrado un crecimiento exponencial de surfistas y personas usuarias. La comunidad de surf en Donostia es gigante. "No entra ni un pelo en el agua", acostumbran a decir de esta playa de algo más de 800 metros, con olas muy buenas que todos persiguen.

Aunque resulta imposible conocer el número de surfistas que pasa por la Zurriola al cabo del año, una aproximación puede ser el número de taquillas que se reservan de manera habitual en cada club para guardar la tabla. Son más de 200 en Groseko Indarra Surf Taldea, y otras tantas en Zurriola Surf Eskola. Los socorristas calculan que la media anual de surfistas en el agua ronda los 70 u 80 al día. Estas cifras pueden dispararse hasta los 500 deportistas un día de buenas olas.

"Si el Ayuntamiento quiere situar la Zurriola entre las cinco playas más famosas del mundo para surfear, es necesario un servicio de vigilancia acorde con lo que se está vendiendo. Lejos de hacerlo, ha acortado la temporada de playas en los dos últimos años", denuncia Donostiako Sorosleak.

El 90% de los socorristas que trabajan en la Zurriola son surfistas. Defienden que no puede ser de otro modo en una playa de estas características. Creen necesaria la visión de un surfista para detectar los problemas que puedan surgir, más allá de los conocimientos de salvamento y socorrismo.

El principal problema de la Zurriola, señalan, es que está orientada al norte, por lo que el mar entra de lleno. "Cualquier marejada, por muy pequeña que sea, la transfiere a la playa. A nada que haya un poco de olas, entran de lleno en el arenal porque no tiene ninguna protección", explica Agote. Es lo que hace que entre mucha masa de agua que, por algún lado, tiene que salir.

Hay tres corrientes principales en la Zurriola: la de la zona del muro de Sagüés, en las rocas donde falleció Randall, en la zona central de la playa, a la altura del ZM, y la corriente del otro extremo, en el espigón. Son las tres vías por las que desagua toda la masa que llega sin encontrar oposición. Un peligro a tener en cuenta. "Llevamos muchos años reclamando al Ayuntamiento que haga algo. Si miramos atrás, vemos que en octubre murió otro chico, y si no pasan más cosas es por que los propios surfistas nos encargamos de la seguridad en la playa y de rescatar a la gente", advierten.