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Los tobillos de Hampsten

El 18 de julio de 1991 Miguel Induráin llegó a Jaca, en la etapa previa al descomunal mazazo de Val Louron que le instaló durante cuatro años y cinco Tours en el olimpo del ciclismo

Los tobillos de Hampsten

-jorge, ¿te vienes mañana a Jaca? .......... Justo esa misma tarde de miércoles 17 de julio de 1991 había pensado en irme al pueblo, ya recuperado tras los clásicos Sanfermines de los 18 años. Pero la oferta es irrechazable, así que el asiento en el río Irati podrá esperar. Eso sí, me hago un poco el interesante por teléfono -quedan años para que llegue el móvil y todo lo demás-.

-Kuko, tío, ya te dije que si no hago prácticas de verano es por algo, que me gusta el pueblo y que…

-Calla, hostia…, ¿vienes o no?

A pesar de llevar menos de un año colaborando en la sección de Deportes de Navarra Hoy, la relación con la plantilla es, digámoslo así, excepcional. Estoy encantado de que me hayan llamado para ir mañana a Jaca. Kuko, Félix, Saldi, Tomás y Pablo lo saben. Tengo todo el verano para estar en el pueblo viendo pasar el río y quién sabe si alguna trucha. ¡Bah, vamos a Jaca!

-¿Fotero?

-El Pérez.

-¿Acreditaciones?

-Hacemos allá.

-¿Objetivo?

-Entrevistas, a poder ser a Induráin y cualquier navarro que se menee, fotos para el archivo y poco más para el día. La crónica la hace Recuero, de Efe.

Felipe Recuero, también conocido como afortundamente (jamás escribió bien afortunadamente).

-Vale. ¿Hora?

-A las ocho, donde te recojo siempre. No salgas hoy.

-No jodas.

Bajo a por pilas para la grabadora, subo, me preparo la ropa para el día siguiente, las libretas, bolis, una radio pequeña y un pañuelo porque aún tengo la garganta como el Mar Muerto. Llega mi hermano a casa.

-¿Te vienes mañana a Jaca?

- No puedo. Igual me voy pasao a Val Louron con el Azagra.

-¿Hasta Val Louron en el Panda?

-El Panda puede con eso y con más. ¿Vas tú a Jaca?

-Sí.

-Etapa de chichinabo. ¿Qué me has hecho de cenar?

-Anda y que te…

A las ocho en punto de la mañana, Kukez y Pérez hacen su aparición, no recuerdo en el coche de cuál de los dos. Por llamar coche a eso, porque, eso sí, recuerdo ambos. Por la noche, las emisoras patriotas han hablado de la etapa de Jaca como una especie de venganza por lo de Trafalgar. Es 1991 y el ciclismo está en sus años culmen, con audiencias sostenidas desde 1987 de varios millones de televidentes. Desde 1977 no llega el Tour a España y Francia sigue siendo el país en el que siete años antes Arconada se tragó la falta lanzada por Platini. Todavía funciona el tópico de que cuando llegas a casa hay que dar el do de pecho sea útil o inútil. Los rápsodas de la noche siguen insistiendo en que hay que atacar sí o sí, a pesar de que el último puerto no es duro y desde la cima hay 28 kilómetros a meta. ¡Pero es que llegamos a España, joé!

-Puta criatura, ¿a dónde vas con ese pañuelo, cuándo te vas a sacar el carnet de conducir?

Pérez me llama puta criatura (lo sigue haciendo. Yo sigo viendo si me saco el carnet de conducir). Me monto en el coche, lleno de periódicos atrasados y un olor a tabaco de décadas. A los dos minutos, ya estamos tomando un café en el mítico Zori.

-Así que vais a Jaca.

-Ya ves -contesta Kuko-.

-Ese puto Lemond -dice el camarero-.

-Ese puto Lemond -contestamos los tres a un tiempo-.

Greg Lemond (1961, California, del equipo Z). El actual maillot amarillo y enemigo público número uno, una mezcla perfecta de rémora chuparruedas (su victoria en 1990) y de tenaz e inteligentísimo estratega (la de 1989, la de los legendarios ocho segundos sobre Fignon en la crono Versalles-París, la tarde en que en pleno júbilo Santiago lanzó al aire la boina y jodió el fluorescente de encima de la mesa de la cocina), aunque ya alejado de la majestuosidad de su primer triunfo ante Hinault (1986), poco antes de sufrir un accidente de caza. En todo caso, tan odiado por la afición como temido. Sube, desciende, contrarrelojea, llanea, esprinta. El yerno perfecto.

Ante él, casi una decena de aspirantes. Entre ellos, la gran esperanza navarra: Miguel Induráin, 27 años recién cumplidos dos días antes, vencedor de la crono larga de Alençon -su primer triunfo en una crono en el Tour, tras las dos en finales en alto en Cauterets (1989) y Luz Ardiden (1990)- aventajando en solo ocho segundos a Lemond. Un Induráin que fue la principal estrella del Tour del 90, con su décimo puesto final, la victoria en Luz Ardiden ante Lemond y Lejarreta y aquellos 11:55 cedidos en Alpe D'Huez tras trabajar como un misil para Delgado hasta pie de puerto y dejarse llevar en la ascensión a Alpe (termina el Tour a 12:47 del estadounidense, lo que, aunque sea hacer cuentas fáciles, sin los 11:55 que cedió en Alpe le hubiesen dejado segundo).

En la general antes de llegar a Jaca, Lemond (Z) es el líder e Induráin (Banesto) marcha tercero a 2:17, 137 segundos que se han engordado desde que el primer día en línea Lemond y Breukink, entre otros, obtuvieran 1:44 sobre el resto de favoritos tras una escapada a todas luces surrealista que nadie quiso o pudo echar abajo. El vigente campeón y uno de los cinco máximos aspirantes escapados como dos vulgares cazaetapas.

Antes de la Pau-Jaca -12ª etapa, 192 kilómetros, con subidas al Soudet (1ª), Ichére (2ª) y Somport (1ª)-, Jeff Bernard (Banesto) es cuarto en la general, con Bugno (Gatorade) quinto, Leblanc (Castorama) sexto, Delgado (Banesto) octavo y Fignon (Gatorade) duodécimo. Los PDM Erik Breukink y Raúl Alcalá han abandonado junto con el resto de su equipo el día anterior, tras una supuesta intoxicación alimentaria -todavía no aclarada tras 20 años-. En liza, por tanto, y con todo por decidir pues es la primera etapa de montaña, el ganador de tres Tours (Lemond), el de dos (Fignon), el de uno (Delgado), el triunfador del Giro de 1990 (Bugno), el segundo de la Vuelta de 1991 (Induráin) y el segundo del Tour del 90 (Chiappucci, que marcha 18º a 6:18 de Lemond). Y un largo ramillete más, con Mottet, Hamspten o Theunisse, entre otros.

En cualquier caso, ese Induráin que por vez primera comparte galones en Banesto con Delgado tras su incontestable exhibición en 1990 (Delgado acabó cuarto en la general), no hace ni tres años era tachado abiertamente de bluff por, entre otros, José María García, la estrella indiscutible de la radio deportiva española. ¿El motivo? Que a ver quién era ese para correr la Vuelta a España de 1988 en lugar del Pedro Delgado que había optado por correr el Giro para preparar el Tour que finalmente ganó -con Probenecid, eso sí, incluido-. Cosas que pasan cuando amén de periodista se tienen vínculos económicos con la empresa organizadora de la Vuelta.

En Navarra, la expectación es máxima. De aquel percherón medio holandés se ha pasado en siete años de profesional a un tallo enorme que ya ha demostrado que no solo mantiene lo que le hizo destacar en sus primeros años sino que, además, ha mejorado en las cronos y ha pulido hasta el asombro sus aristas en las montañas, especialmente en las francesas, mejores que las españolas para él por su mayor longitud y también a causa del calor (la Vuelta se celebra todavía en abril) y lo más avanzado de la temporada.

-Pues esto, amiguitos, es Jaca.

Son algo menos de las 11 de la mañana y la etapa está a punto de comenzar. Vamos a tener tiempo hasta hartar. Pero, lo primero, es acudir a la Oficina de Prensa para acreditarse. El mundo todavía es muy reciente y aún funciona eso del "aquí te pillo aquí te mato", con lo cual con una llamada el día anterior avisando de quiénes somos y de dónde venimos y presentado los carnets de prensa y una foto y en diez minutos tenemos las acreditaciones que nos va a poder permitir movernos por el interior de la zona vallada con relativa libertad. Miro la acreditación y no me lo puedo creer, pero hago serios esfuerzos para que no se me note. Hace solo ocho años iba corriendo como el diablo y con la tripa llena el kilómetro que separa mi casa del pueblo para ver por televisión las etapas en blanco y negro en casa de Eugenia, Santiago, Michel, Esperanza y Juan Carlos y ahora soy una persona mayor con acreditación que ve las cosas en color. Asombroso. Cuando vaya al pueblo y se lo cuente no se lo van a creer. Vuelvo a revisar unas cuantas veces si llevo pilas, bolis, libreta, radio. Está todo, hasta yo. No me echo a llorar por pura educación. Así las cosas, nos vamos a visitar el hotel de Banesto antes de comer.

Un equipazo. No se le puede calificar de otro modo. Pedro Delgado, ganador del Tour de 1988, segundo en 1987, tercero en 1989, cuarto en 1990, dos veces vencedor de la Vuelta, la gran estrella real y mediática de la década de los 80, aunque ya en lento declive, al menos para el Tour, a sus 31 años. Miguel Induráin, el presente y el futuro, un fuera de moldes, al que el propio Navarra Hoy en la previa ha otorgado en una quiniela el 15% de opciones de triunfo, solo superado por el 20% de Lemond. Jeff Bernard, la promesa no cuajada del ciclismo francés, tercero en el Tour de 1987, buen escalador, excepcional contrarrelojista, rescatado esta temporada a sus 29 años por José Miguel Echávarri, el eterno director de Reynolds y Banesto, para labores de gregario de superlujo. Abelardo Rondón, colombiano de 27 años, tercera campaña en la estructura navarra, un escalador de gran nivel, muy serio y regular en carrera, quizá el colombiano llegado a Europa más brillante, aunque dos escalones por debajo, por supuesto, de Lucho Herrera y uno por debajo de Fabio Parra. Pero todo un seguro de vida, como lo demuestra su cuarto puesto en Alpe D'Huez'89 o el sexto también en D'Huez'90. Junto a ellos, todoterrenos como Jesús Rodríguez Magro o Fabrice Philipot y tres auténticos hombres-equipo: Dominique Arnaud, Marino Alonso y el segundo navarro, Javier Luquin.

-¿Creéis que habrá algún problema para entrevistar a Miguel y Javier tras la etapa?

-Por probar…

La respuesta de uno de los mecánicos de Banesto a la pregunta de Kuko cuando llegamos al hotel demuestra que, primero, el mecánico es de la Cuenca y, segundo, que todavía no se pactan entrevistas en pleno Tour con periódicos de provincia, por mucho que sean de la misma provincia que tú. La relación Banesto-medios navarros es excelente, pero los medios también saben que en la carrera francesa el volumen de peticiones se multiplica por 20 e incordiar por incordiar como que no. En contrapartida no hablada, tanto Echávarri como Eusebio Unzúe o los corredores atienden siempre que es posible los requerimientos de los medios. En resumen: habrá que buscarse la vida en el hotel tras la etapa. Eso si no nos echan. Por cosas como ésta se quiere ser periodista y al mismo tiempo empezar a correr hasta Canfranc.

-¿Aquí se toma algo o qué?

Cae a degüello un sol de 18 de julio -qué casualidad-, así que, mientras buscamos un abrevadero, nos vamos cruzando con varios míticos plumillas del ciclismo -Pedro González, Josu Garai, Javier de Dalmases, Chico Pérez, Javier Ares, Benito Urraburu, etc, etc- y nos perdemos por las calles de Jaca, no muy atestadas de gente, ciertamente, hasta la hora de comer. Con seguir la etapa por la radio y ver el ascenso a Somport antes de ir hacia meta, donde una pantalla gigante nos hará de guía, basta y sobra.

-Van escapados Mottet, Hamspten, Leblanc y Richard, entre otros.

-¿Tú, puta criatura, caña o una fantica?

- Fantica, fantica.

-¿Quién dices que va escapao, Richard Burton?

Una caña no le hace daño a nadie, pero rápidamente buscamos un sitio barato para comer -la prensa y su sempiterna crisis-, para evitar posibles aglomeraciones, que no tienen pinta de producirse. Hay mucha gente en Somport, dicen, pero poca en Jaca. El escenario circundante tiene demasiados atractivos en forma de montes y ríos y lagos como para pegarse varias horas esperando en un asfalto incandescente tras una jornada que acaba después de 28 kilómetros de descenso y llano. El público, como siempre, sabe más que los periodistas.

-Dice Butano que el Banesto si no tira abajo la escapada no tiene perdón de Dios. Espera, espera, que empieza la ristra de insultos, ja-ja, ¡qué grande es!

Acostumbrados ya, entre el affaire Delgado y el habitual trato a Osasuna, nos reímos con el tema, aunque el volumen de las críticas no cesa, en la radio de García y en otros medios. El Tour del 89 se perdió por un despiste, los mismos que no veían corredor a Induráin criticaron instantáneamente su papel de rendido gregario en el Tour del 90, un casi desconocido Mauri (ONCE) le ha ganado al villavés la Vuelta del 91… Un caldo de cultivo muy propicio para uno de los deportes nacionales: la cuchillada trapera revestida de supuesto apoyo.

Aproximadamente a las cuatro de la tarde estamos ya en la zona de meta. La acreditación obra milagros. Por primera vez en mi vida entiendo a los VIP. Aunque se me pasa rápido. No obstante, también pienso que los que no tienen acreditación lo están viendo maravillosamente por televisión en un bar, tomándose algo hasta diez minutos antes, y que en una hora y media estarán donde les plazca y así todo el Tour. Los periodistas con acreditación somos así de estúpidos. Se caen los gorriones de las ramas de los árboles. Calcinados.

Los corrillos, radios y televisiones no dejan de preguntarse casi lo mismo:

-¿Qué hace Banesto, por qué no tiran?

Pocos escapan a esa idea, incluidos en cierta forma también nosotros, ansiosos mucho más que el resto, pues no en vano Induráin es nuestro y seguimos siendo el equipo navarro. La ventaja de los de delante, con el joven francés Luc Leblanc (Castorama) de virtual amarillo -en la salida estaba a 4:20 de Lemond en la general-, llega a los 7:15 al paso por la cima de Somport, desde la cual restan 28 kilómetros de bajada y llano hasta Jaca. Quedan con él Richard (Helvetia) y Mottet (RMO), mientras que ya han cedido más de un minuto y medio Hamspten (Motorola) y Fondriest (Panasonic). Chozas (ONCE) va algo por delante del grupo del líder, en el que marchan cinco Banestos -Induráin, Delgado, Bernard, Rondón y Philipot-. Fiel a su costumbre de garrapatear, Lemond les ha pedido ayuda en los relevos en numerosas ocasiones. Como es costumbre también, ni uno solo de sus gregarios del Z le acompaña, aunque tanto Cornillet como Jerome Simon y Duclos-Lasalle se han pegado una buena pechada entre Soudet y Somport. Los ONCE (Lejarreta, Mauri), los Castorama (Fignon y Vichot, cuyo compañero Leblanc está sacando tajada) y los Ryalcao (Herrera, Cárdenas, Vargas, Camargo y Jaramillo) tampoco mueven ficha. Ni Bugno ni Chiappucci están por la labor. Pese a todo, el murmullo es general y unidireccional:

-¿Qué hace el Banesto?

A fin de cuentas, es el, a priori, equipo más potente, una escuadra que desde su debut en 1983 ha ganado al menos una etapa en todas las ediciones -salvo en 1987- y que en su historia como Reynolds o Banesto tiene una victoria final, un segundo puesto, un tercero, un cuarto, un sexto, un noveno y un décimo a cargo de cuatro hombres distintos (Delgado 1º, 3º y 4º; Arroyo 2º y 6º; Chozas 9º e Induráin 10º). Desde el coche de Banesto, con José Miguel Echávarri y Eusebio Unzué, aseguran que no es el día más adecuado. Tal vez que 27 hombres al margen de los escapados formen el grupo principal es la mejor muestra.

-¡¡¡Mottet, Mottet, Mottet!!!

El animador de meta se desgañita cantando el sorprendente triunfo al sprint del pequeño galo -cuarto en 1987- sobre Richard, con Leblanc, que ha hecho de claro lanzador para su compatriota, a unos 20 metros, mientras Fondriest y Hampsten llegan a más de dos minutos y el pelotón enfila los tres últimos kilómetros. Es la segunda victoria de etapa consecutiva para Mottet y la cuarta para Francia, tras la dos de Thierry Marie (Castorama).

Como no hay que hacer entrevistas en meta puesto que las sirven las agencias de prensa, nos acercamos al lugar donde los corredores van dejando en el suelo sus bicis y cogen cualquier pozal de líquido que les sea acercado. Ver a Fondriest es ver directamente al Conde Drácula y, por supuesto, recordar el Mundial del 88, cuando Bauer se pegó aquella cruzada con codo incluido en la recta final que dejó sin un oro seguro a Criquelion y sirvió en bandeja el triunfo a Fondriest. Ver a Hampsten sentado quitándose las zapatillas es una imagen que se queda grabada a fuego. Los gorriones que se han caído de las ramas tienen los tobillos más anchos. Hampsten sonríe. Como siempre, vamos.

-¿Y eso?

Eso es Induráin, que acaba de pegar un latigazo al grupo en la cuesta que da entrada a Jaca viniendo desde Canfranc, un repecho de apenas 300 metros que sube en plato grande y chichonera y que le otorga la séptima plaza en la etapa y seis segundos de ventaja sobre el resto de favoritos. Esta jugada de último minuto es la que termina por sacar de quicio a los que consideran -y no se cansan de considerar, por otra parte- que Banesto tenía que haber jugado todas sus bazas y que ha dejado pasar una oportunidad de oro.

-¿José Miguel, podremos estar un rato en el hotel?

-Difícil, difícil, hoy ha sido largo y mañana más, pero probad. ¿Calor, eh?

Kuko localiza entre el tumulto de meta al alma mater de Banesto y la respuesta es clara: a pesar de que llueven las críticas -algo casi diario desde que en 1988 Delgado optó por el Giro, luego el Probenecid, luego el sobre a Ivanov en la Vuelta 89, luego el despiste de Luxemburgo 89, después lo de Giovanetti en la Vuelta 90, el semifiasco de Delgado en el Tour 90, la aparición de Mauri en la Vuelta 91…-, Banesto tiene mucho trabajo esta tarde. Compromisos, masajes, entrevistas, visitas, descanso. Mañana toca Val Louron, la etapa reina de los Pirineos, con varios colosos (Pourtalet, Aubisque, Tourmalet, Peyresourde, Aspin y Val Louron). Hay que intentarlo, no obstante. Las fotos de Chema en meta no cubren el objetivo.

Las cinco y media. Seis menos cuarto. Seis. Seis y media. Aún se fuma en los hoteles. Pepe Gutiérrez, micrófono en ristre, asoma por allá. Por persona interpuesta -José María García-, Gutiérrez es uno de los personajes públicos más queridos en Navarra. Un señor simpático, en todo caso. Medio planeta periodístico español y foráneo deambula por aquel hotel. Corredores, masajistas, mecánicos, directivos, directores. Ni rastro de Induráin. Las siete. Los compañeros de Diario de Navarra, Alfredo y Santy, están a lo mismo, con la caña preparada ante cualquier movimiento de las truchas. Su fotógrafo es un tal Jorge Nagore. La verdad es que es la primera vez que le veo en mi vida. Aunque, no sé, su cara me resulta familiar… A las siete y media alguien avisa de que alguien ha dicho que Induráin y Luquin están a punto de bajar al recibidor antes de ir a cenar y que nos atenderán unos minutos. No me habían sudado las manos tanto desde la tanda de penaltis contra el Steaua.

-Jorge, coge tú a Miguel, ¿vale? Yo me quedo con Luquin.

Hay gestos que no se olvidan.

Baja Miguel. Alfredo está pegado a mi -o yo pegado a él-, mientras Kuko ha perdido de vista a Santy. Nos llevamos bien, pero, bueno… estamos trabajando. Al día siguiente nos enteramos de que han conseguido entrar en las habitaciones, aunque no sabemos si antes o después de que Induráin y Luquin bajen al recibidor. Multiplicar casi por seis los ejemplares vendidos alguna ventaja ha de tener. En todo caso, no es fácil para nadie, es indudable.

-¡Hola!

Tenemos justo delante a un tipo casi negro, mucho más flaco que hace dos meses, serio, con cara de cansancio y concentración y que está ahí con nosotros porque su casa queda a 300 metros de donde se edita el periódico -en el caso de Navarra Hoy- y porque sus padres llevan media vida comprando Diario de Navarra. No hace ni seis años, un Induráin debutante pasó por Navarra Hoy en pleno Tour tras correr las cuatro primeras etapas y retirarse. Llegó a la recepción y preguntó, como le habían dicho, por alguien de Deportes.

-No hay nadie aún.

-Pues es para dejarles estas fotos del Tour. Me las ha dado Guajardo.

-Ah, vale. ¿De parte de quién les digo?

-De Miguel.

-Vale, gracias. Adiós.

-Adiós.

Ahora ya no tiene casi 21 sino 27 y el que no sabe quién es porque vive en una realidad paralela. Navarra entera lo adora y, por supuesto, todos -todos- aseguran que su progresión se venía venir y ya te decía yo.

¡Alfredo, coño, que soy un crío! Alfredo no reacciona. No abre la boca. O es el calor o que aún le dura la resaca sanferminera más que a mi o vete a saber. Quizá es que ya ha estado con Induráin en la habitación 103. El caso es que tengo 18 años, delante al hombre más buscado del pelotón, trabajo a medio minuto de la casa donde vive con sus padres, es tarde, tengo dos horas de vuelta hasta la redacción y otras tantas de curro -¡que no llegamos a Torredembarra!- y soy consciente, pese a todo, de que el que peor lo tiene es él: 232 kilómetros y seis puertos al día siguiente con fuego cayendo encima camino de Val Louron. Me siento un intruso en su proceso de sufrimiento.

Alfredo sigue sin abrir la boca mientras trago saliva y, solos los tres, hago la primera de una serie de preguntas más o menos lógicas y más o menos banales. No tengo ni la experiencia ni la mala baba necesarias para hacer preguntas que busquen ahondar en lo que otros ya han ahondado -más bien cavado- esta tarde. Tampoco tengo la intención ni el carácter. En diez minutos está hecho. Induráin responde con calma, mientras a nuestra espalda hablan Luquin y Kuko, con Chema haciendo las últimas fotos con el cigarro en la boca. El mensaje, a pesar de que no querer cargar las tintas sobre los críticos, es evidente: "Hoy no era el día, lo será mañana".

-Muchas gracias, Miguel. Mucha suerte mañana.

-Falta hará.

Induráin nos da la mano, nos mira por última vez y seguro que piensa que soy un poco mayor para seguir escribiendo en la revista del cole. Le da una chapada a Luquin, saluda a Kuko y se pierde por los pasillos en busca de algo que llevarse a la boca. Al instante vuelve a entrar Pepe Gutiérrez y regresa el olor a azufre. Son algo más de las ocho. Nos miramos los tres, nos despedimos de los colegas del Diario de Navarra y salimos de allá a escape, no sin antes llamar a la redacción para avisar del hueco que nos tienen que dejar. A las diez y cuarto, tras una parada técnica, estamos delante del ordenador. Me despisto un rato con las clasificaciones en el teletipo de Efe, hasta que recuerdo qué era lo que tenía que hacer.

A las once y media de la noche, la última línea es corregida y los montadores, con Alberto, Pepelu y Miguel entre otros, cortan con cutters los textos y las yemas de los dedos, encajan a mano los titulares, los pegan en las planchas y, en apenas un par de horas más, se obra el milagro del periodismo. A las nueve de la mañana, la cosa estará en Torredembarra y alguien se lo comprará y todo. Alucinante.

-¿Qué vas a hacer mañana?

-Lo de siempre. Levantarme, desayunar, leer la prensa y pegar la nariz a la tele de 10 a cinco y media. Lo que tú.

-¿Y ahora?

-Echarme unas cervezas contigo, si es caso.

En efecto. A eso de las tres, nos invitan amablemente a que desalojemos El Sitio -en el que, por otro lado, está media profesión allí reunida-. Una pena, puesto que solo habíamos arreglado el Hemisferio Sur. Llego a casa, me meto en la cama.

-Una hora después, entra alguien en la habitación.

-Me voy pa Val Louron con el Azagra. ¿Te vienes?

Intento recordar quién soy, qué hago ahí, si ése que me habla es mi hermano y alcanzo a decir:

-¡Estáis como putas cabras, las cuatrolamañana!

-Tú mismo. Luego no me vengas con que te chupaste la etapa chunga.

-¿Vais en el Panda, seguro?

-Pues claro.

-Estáis como putas cabras…