En invierno, Lido di Camaiore zanganea a la espera del verano, que es cuando toma ese pulso vital de la alegría desbordada, del griterío, las tumbonas, la música, la playa, el baile, las terrazas y los idilios que no sobrevivirán a las vacaciones y el cambio de estación aunque se prometa amor eterno en una puesta de sol.

El ocaso anuncia el final, aunque el romanticismo lo decore con el crepitar espejado de la mar. La fusión del sol con la mar pinta postales en verano. En marzo, el cielo está empapelado con nubes. El amanecer de la Tirreno-Adriático está techado de tonos grises y la ciudad deshabitada.

No hay prisa ni frenesí porque los turistas y el flip-flop de sus chancletas están lejos, a meses de desembarcar. El silencio ocupa las calles. El jolgorio llegará con su rumor en primavera y sus voces en verano.

En marzo, la carretera es para los ciclistas que se miden bajo el reloj, que nunca descansa. No hay decibelios salvo los que esculpen las ruedas lenticulares y tallan las cadenas sobre desarrollos animales.

Juan Ayuso rueda en la crono de inicio de la Tirreno-Adriático. Efe

Ese hilo musical, el del tic-tac, enalteció la figura irreverente y descarada de Juan Ayuso tras una actuación supersónica, capaz el alicantino salvaje de domar a Filippo Ganna, récordman de la hora, dos veces campeón del mundo contrarreloj. Una bestia parda el italiano.

Ayuso, el muchacho hambriento de gloria, 1,83 metros y apenas 65 kilos, atemperó a Ganna, una torre de músculos, 1,93 metros y 83 kilos, por un segundo. La explosiva victoria del volcánico alicantino fue enorme. Su onda expansiva derribó al Gigante de Verbania, a Top Ganna, en un recorrido plano, de potencia y caballaje. De ida y vuelta.

Sideral Ayuso

En el giro, después de reservar energías en la tartera de la ambición, Ayuso se disparó. Percutió de tal manera que dislocó a Jonas Vingegaard, humanizado por el febril y frenético alicantino, monstruoso. Le acribilló con 22 segundos en un recorrido mínimo. Dos segundos por kilómetro.

Un disparate. Una barbaridad. Un aviso de su lo que esconde su polvorín. Ayuso creció dos palmos después de semejante exhibición. Julio y el Tour son todavía un perfil borroso, pero Ayuso, condecorada la pechera de medallas de deseo y codicia, dejó su firma.

Jonas Vingegaard se quedó a 22 segundos de Ayuso. Efe

El danés asombroso, el que completó en el pasado Tour una crono estratosférica que decidió la Grande Boucle, enmudeció. Encogió los hombros.

Se quedó sin respuesta ante al energía desatada de Ayuso, que fue capaz de alcanzar una media de 52,6 kilómetros por hora. El danés se quedó en 50,9. Una diferencia enorme.

"Esta carrera es muy importante para mí para ver el nivel que tengo comparado con los mejores del mundo. Nos orientará para ver dónde estoy, cómo trabajar y donde seguir mejorando. Antes, si tuviera que competir con corredores como Vingegaard, estaba por debajo, y ahora no quiero decir que estoy a su nivel, pero sí me estoy acercando", dijo Ayuso.

No fue la mejor puesta en escena de Vingegaard, a pesar del casco estrafalario con el que compitió para tratar de cortar el viento y lijar tiempo al reloj. De nada le sirvió frente al flamígero y ardiente alicantino, sideral, en órbita.

Lejos de él, en una galaxia muy lejana flotaron Jai Hindley, a 24 segundos, Daniel Martínez, a 27, O’Connor a 30. Fuera de foco, circularon Tao, a 35 segundos o Enric Mas, a 38. Todos ellos engullidos por el torbellino alicantino. Nadie sobrevive a Ayuso.

Tirreno-Adriático


Primera etapa

1. Juan Ayuso (UAE) 11:24

2. Filippo Ganna (Ineos) a 1’’

3. Jonathan Milan (Lidl) a 12’’


General

1. Juan Ayuso (UAE) 11:24

2. Filippo Ganna (Ineos) a 1’’

3. Jonathan Milan (Lidl) a 12’’