Unos bellos caballos salvajes, el crin negro al viento, la piel marrón, suspendidos sobre una de las laderas de Monte Petrano, pastaban felices, ajenos a los asuntos mundanos que preocupan a los seres humanos, a sus debates en bicicleta. En ese marco agreste, Jonas Vingegaard galopó hacia la gloria sin cinchas que le oprimieran ni le sujetaran. Suyas son las riendas de la Tirreno-Adriático, a la espera del acto de coronación y los fastos. El danés es un hombre llamado caballo. Un centauro.

Ajeno, como los corceles, a las discusiones de los humanos. El danés les mira por encima del hombro, superior. Observa el ciclismo desde un punto de vista cenital. Siempre en las alturas.

Vingegaard, libre, salvaje, era un galope montaña arriba. Relinchó, desbocado, para devorarlo todo. Situado en lo alto más alto de la cadena trófica, se alimentó de ambición. Tiene la solitaria. Insaciable. “He atacado porque me gusta ganar”, sentenció el danés.

Con ese apetito voraz que vertebra su discurso, anilló otra victoria para su palmarés. Diga 33. El danés ha alcanzado esa cifra tras acumular otro laurel. Colecciona montañas. El danés es una cordillera. Monte Petrano también le pertenece. En la región de Las Marcas, Vingegaard puso otra equis en la carrera italiana. Dos cumbres y dos coronas.

El pulso de Ayuso y Hindley

El tridente de Neptuno le espera para proclamarse rey de los dos mares. La Tirreno-Adriático es azul Vingegaard. Juan Ayuso y Jai Hindley, que le retaron, cedieron más de 25 segundos tras un cerrado esprint. Un poco más tarde apareció Del Toro, remontando. El danés tiene una renta de 1:24 sobre el alicantino y 1:52 respecto al australiano. El podio está esculpido.

Juan Ayuso y Jai Hindley, en el esprint por la segunda plaza. Efe

Valientes, Ayuso y Hindley trataron de oponer resistencia en el meridiano de la montaña. Hindley mostró la cresta de la insurrección. El líder se la cortó. Ley y orden. Vingegaard enseñó entonces sus incisivos. Elevó el ritmo y Ayuso, descarado, le sostuvo el pulso en un primer instante. Un espejismo.

El danés, convencido, tensó los gemelos, cargó los hombros apuntando hacia el futuro y descontó a Ayuso, magnífico, pero insuficiente ante el fenómeno danés, cada vez más intimidante. “Estoy en mejor forma que el año pasado”, dijo. Un mensaje de largo alcance con destinatario en el julio francés.

Flota Vingegaard en las montañas, su razón de ser a pesar de la paradoja de llegar de un país sin huella montañosa. Levitó otra vez el danés, que no se oculta. Bien pudo gestionar la ascensión de una manera más cauta y precavida, a modo de un riguroso contable.

Sin embargo, al bicampeón del Tour le estimula escribir su historia con párrafos de bella prosa que se recuerden más allá de una tabla de Excel que refugien datos y conquistas para pintar su vida a través de los números.

Levita el danés

Vingegaard corre a lo campeón. Busca la emoción, la piel. Bajo esa mirada, el danés no rehuyó el cuerpo a cuerpo ni el esgrima con Hindley y Ayuso. En realidad, el movimiento del australiano provocó la reacción del danés, que se activó en un parpadeo. Le puso en órbita. Despegó.

Ayuso se revolvió. No tenía intención de rendirse. Contestatario. Se mostró firme, pero Vingegaard no rebajó la apuesta. Firme, sólido, consistente, una roca catapultada. Entonces llegó el quebranto.

Ayuso se plegó junto a Hindley, otra vez observando la partida del danés hacia la cumbre, donde llegó en solitario para besar el anillo, la costumbre familiar del campeón. Un hombre llamado caballo. Indomable Vingegaard.

Tirreno-Adriático

Sexta etapa

1. Jonas Vingegaard (Visma) 4h31:57

2. Juan Ayuso (UAE) a 26’’

3. Jai Hindley (Bora) m.t.


General

1. Jonas Vingegaard (Visma) 23h06:32

2. Juan Ayuso (UAE) a 1:24

3. Jai Hindley (Bora) a 1:52