Estiró el cuello hacia arriba la Volta, que en un chasquido, en un quebranto, dejó el sereno y templado Mediterráneo, donde se arrullaban apacibles las melodías de Serrat, para instalarse en los tejados resbaladizos y fríos de los Pirineos, en medio de la tempestad. Vallter 2000, en el corazón pirenaico, esperaba pendenciero y desafiante tras los volcanes dormidos de Olot.

Las explosiones de la naturaleza se perciben en las montañas, donde el ser humano es un ser insignificante frente a la inmensidad de las pirámides que brotan altivas y orgullosas de la tierra, de ese boxeo violento de las placas tectónicas.

Tadej Pogacar es una fuerza de la naturaleza. Capaz de derribar montañas, de horadar la historia en medio de un cuadro de William Turner, el pintor de las tempestades. El esloveno, todopoderoso, vence de exhibición en exhibición. Otra vez intocable. Excelso. Su victoria responde a la conversación que mantiene a distancia con Vingegaard. Vasos comunicantes para el Tour. Su juego de tronos.

El genio del ciclismo golpeó con las manos desnudas en la cima de Vallter 2000, donde se vistió de líder. Más arriba de él sólo el cielo. En la cumbre pirenaica agarró la corona. Imperial tras aplastar a la resistencia, en la que sobresalió la rebeldía de Mikel Landa, el mejor entre los humanos.

Landa, segundo, a su llegada a la cumbre, junto a Vlasov. Efe

El alavés completó una ascensión prodigiosa, fiel a su estilo de escalador puro. Pose magnífica la suya. Como en los mejores días. Sometió al resto que no fue Pogacar, que levita. Está en otra dimensión el esloveno volador.

Pertenece a la estirpe de los supercampeones. Un elegido. Su estallido en la montaña dejó sin réplica a los otros, enmudecidos ante el trueno ensordecedor de Pogacar, que golpeó con la fuerza de un Thor.

Tras una actuación soberbia alcanzó la cima con 1:23 sobre Landa, excelente, y Vlasov. Los otros favoritos flotan cerca de los dos minutos de desventaja. Desde Vallter 2000, Pogacar alcanza a ver el castillo de Montjüic, donde perecerá la Volta el domingo. Agarra la carrera por la pechera.

Las carreteras de montaña, con ese asfalto ajado, baqueteado, rugoso, son una lengua burlona que apalea y exige el sacrifico. Mártires hacia el altar de Vallter. En ese encuentro hacia el padecimiento, Xabier Isasa se aferró al petate del coraje y se adentró en un camino ametrallado por la lluvia y alumbrado por el frío.

Se echó el capote encima y junto a sus colegas de fuga respiró el oxígeno de la esperanza. El de Urretxu compartió plano con Jansenns y Samuel Fernández. El belga fue el último en arriar la bandera. Isasa perdió fuelle en el Coll de Coubet y fue apresado por los centinelas de los jerarcas. Su luz intermitente, naranja, destelló honor.

Imperial Pogacar

La gloria había que arrancarla de las entrañas de la montaña, heladas las laderas, empapeladas por la nieve. Allí se colocó el póster del victorioso Pogacar. Otra cumbre para su colección. El esloveno es una cordillera. La cartografía de la victoria. Pogacar se adentra en el territorio de los mitos. Inaccesible en distintos escenarios, otra de sus cumbres.

Campeón en todas las estaciones y escaparates. Emplea para ello el esloveno el lenguaje de los grandes que anidan en la memoria tras entrar por la retina y se instalan entre la dermis y el corazón, agitando emoción y felicidad, zarandeándolo todo.

A seis kilómetros de la cumbre destruyó a sus opositores. Lo hizo sin mirar porque no se veía. El manto ceniciento de la niebla era el ropaje de la cumbre, donde se pasean los telesillas.

El esquí nació para que los ricos veranearan en invierno. El ciclismo, unido desde el cordón umbilical a la pobreza, es un vehículo para dejar atrás la miseria. Huye de la comodidad, entregado a un esfuerzo conmovedor a modo de expiación de los pecados.

Landa, tras la durísima etapa. Soudal

Excelente Landa

Se desplomó el cielo, el asfalto espejado, empapado, supurando agua. Un día de perros. El infierno que desata la lluvia despiadada. Se vaciaron los cuerpos en la ascensión, deshabitados ante el coloso, 11 kilómetros al 7,6% de pendiente y alguna rompa hosca y de mirada torva al 18%. Un día de absoluta miseria.

Jansenns, carne trémula, se despidió de su quimera. A Vallter se subía a tientas. Espectros. A Pogacar, campeón excelso, nada le asusta. Abrió con sus colmillos de ambición la niebla. Irresistible el esloveno, flamígero siempre.

El rey Sol desgarró la cortina. Su luz atravesó la montaña. A su espalda, Landa, Bernal, Vlasov, Martínez, Almeida, Uijtdebroeks… Delante de él, el presente. Pogacar abrió una herida enorme. Landa, fantástico, reivindicó su estatus. Liberado en la garganta de la montaña, su razón de ser. El alavés, agarrado de abajo, no se arrugó.

Valiente. Elevó el mentón. El mejor del resto, que se fue desperdigando en las cuentas del rosario del sufrimiento. Sólo Vlasov, gélido, se cosió al ímpetu de Landa en una subida espasmódica que subrayó al alavés. El de Murgia es segundo de una carrera que pertenece al esloveno. Pogacar desata la tormenta en la Volta.

VOLTA A CATALUNYA


Segunda etapa

1. Tadej Pogacar (UAE) 4h52:37

 2. Mikel Landa (Soudal) a 1:23

 3. Aleksandr Vlasov (Bora) a 1:24

 4. João Almeida (UAE) a 1:38

 5. Lenny Martínez (Groupama) a 1:43

General

1. Tadej Pogacar (UAE) 9h 03:57

 2. Mikel Landa (Soudal) a 1:35

 3. Aleksandr Vlasov (Bora) a 1:38

 4. João Almeida (UAE) a 1:56

 5. Lenny Martínez (Groupama) a 2:01