Andrea di Pietro della Gondola imaginó Vicenza en el siglo XVI y la diseñó para que siempre fuera admirada. La ciudad, una belleza del Véneto, es hija suya, de sus planos, de su mente, de sus dibujos y trazos.
El gran arquitecto, símbolo del arte renacentista, conocido como Andrea Palladio, transformó la ciudad, abierta al mundo debido al patrimonio artístico que dejó en herencia: la Basílica Palladiana, el Palacio Chiericati, el Santuario de la Madonna di Monte Berico y el Teatro Olímpico.
Stendhal se mareó en Florencia tras entrar en Santa Croce. Le abrumó lo que sus ojos vieron y su corazón se desbocó. Sufrió un vahído. Desde entonces esa sensación es conocida como síndrome de Stendhal, que describió lo que le ocurrió en su cuerpo convulso por esas sensaciones.
Goethe no bautizó un síndrome, pero dicen que se quedó sin voz, embelesado, en la Basílica Palladiana. Johann Wolfgang von Goethe, autor de Fausto, enmudeció ante esa obra.
El gran autor alemán entró de incógnito en la península itálica en 1788 en un carruaje a través del paso del Brennero y desde el Tirol del Sur alcanzó Vicenza. En su viaje de dos años, recogido en su libro Viaje a Italia, recorrió el territorio de norte a sur.
Se camufló en el anonimato para que nadie le reconociera y pudiera admirar los pasajes de su periplo sin que le recortaran la libertad de movimiento.
El afamado escritor adoptó el rol de un pintor enamorado del arte y la cultura italianas para conocer los recovecos del país. Le reconocieron en Roma y volvió a ser Goethe, el escritor más grande e influyente de la lengua alemana.
Imperial Pedersen
El Giro, asombrado, admirado, abre la boca, pero no es capaz de articular palabras ante la contemplación de Mads Pedersen, vencedor en Monte Berico, frente al Santuario de la Madonna, en Vicenza.
El danés, como hiciera entre las cuevas de Matera, aprovechó el ímpetu de Vacek, que quemó a quienes le perseguían junto antes de la resolución, para conquistar más tierra italiana.
El gran danés emergió, colosal, como una divinidad para gritar su victoria, formidable. Pedersen remontó en la ascensión y derrotó a Van Aert en un esprint agónico en cuesta. Maravilloso el pulso de dos gigantes. Titánico el esfuerzo, anegado de ácido láctico, entre dos ciclistas descomunales.
De púrpura, el color ciclamen vistiéndole, Pedersen empuñó su cuarta victoria en el Giro. Una bestialidad. Brutalismo. Con el color del dolor ante la muerte y de la esperanza en la resurrección, se elevó a la gloria en Monte Berico, una llegada que postró a la mayoría.
Magnífico Del Toro
No a Del Toro, pura energía, solo sometido el líder por la grandeza de Pedersen y Van Aert. El mexicano, sumamente joven e irreverente, se quedó con la tercera plaza y varios segundos más para su saca, que engorda día a día. Gramo a gramo.
Palmo a palmo distancia a sus rivales el mexicano, que no se pliega ni se arruga. Cree en sí mismo. Se expone el líder con descaro. Del Toro embiste en todas las direcciones sin miedo.
En la última rampa dejó en el retrovisor a Ayuso, Roglic, Carapaz o Bernal. El alicantino inició el ataque al repecho con inercia, pero fue perdiendo pie, mientras que su compañero y líder seguía la estela de los forzudos con ambición y ojos de loco. Del Toro está construyendo su propio Giro. La arquitectura de su deseo y pasión. Reclamó su obra en Monte Berico.
El Santuario del Monte Berico también fue obra de Andrea Palladio, amante de la pureza de líneas y la simetría. Todo está calculado con precisión matemática para crear un impacto visual y espiritual duradero en el Santuario. Los caminos del Señor son inescrutables.
El Giro subía al Monte Berico, una ascensión de casi un kilómetro al 7,6% y rampas del 12% en el penacho final, antes de fusionarse con la victoria y colgarse del cielo ante el templo. En 2015, el año de la explosión de Landa en la carrera italiana, Gilbert se encaramó en el capitel de la victoria.
Giro de Italia
Decimotercera etapa
1. Mads Pedersen (Lidl) 3h50:24
2. Wout van Aert (Visma) m.t.
3. Isaac del Toro (UAE) a 2’’
4. Rémy Rochas (Groupama) a 5’’
25. Jon Barrenetxea (Movistar) a 18’’
47. Jonathan Lastra (Cofidis) a 51’’
68. Pello Bilbao (Bahrain) a 1:45
80. Igor Arrieta (UAE) a 2:49
114. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 16:08
154. Jonathan Castroviejo (Ineos) m.t.
General
1. Isaac del Toro (UAE) 46h32:59
2. Juan Ayuso (UAE) a 38’’
3. Antonio Tiberi (Bahrain) a 1:18
4. Simon Yates (Visma) a 1:20
5. Primoz Roglic (Red Bull) a 1:35
38. Jonathan Lastra (Cofidis) a 33:35
43. Igor Arrieta (UAE) a 37:00
46. Pello Bilbao (Bahrain) a 38:46
85. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 1h17:04
113. Jon Barrenetxea (Movistar) a 1h45:46
137. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 2h19:53
Intento de Bernal
Kilómetros antes, en San Giovanni in Monte, Bernal arengó a sus muchachos. La subida revirada, con el asfalto en forma de pregunta, mostró la vehemencia del colombiano y el rápido movimiento de Roglic, agazapado en su posición felina. Del Toro también actuó con celeridad. En esa cadena se soldó Carapaz.
Ayuso, Tiberi y Ciccone se acaloraron más de la cuenta. Una pequeña grieta. Dudas e interrogantes sobre Ayuso. El alicantino y el líder se retaron en el kilómetro que repartía bonificaciones antes de la resolución con un esprint deslenguado. Caretas fuera. Cada uno defiende su nombre. Duelo de egos. Combustible para la ignición.
La llegada en Monte Berico, picuda, de cuellos almidonados, invocaba a los puncheurs, ciclistas con empuje en cuestas hoscas que exigen velocidad. Un puntapié. Hubo un ensayo general antes del estreno de la obra.
Sonó el repicar de la campana y la fuga, con Scaroni y Germani boqueaba ante el pelotón, que eliminó la insolencia de los italianos antes de que cerrarán las puertas donde se retaban los nobles en la ascensión definitiva.
Todos conocían el final, podían subirlo a ciegas, con el código braille del pasar de la cadena, con el baile de los hombros y el claqué de las zapatillas. Tronaban las voces fervorosas, la afición encendida en la entrada del Monte Berico, que promovía un tumulto para ganarse la posición.
El lenguaje de los codos afilados y los manillares que buscan hueco, que hacen palanca sin permiso. Del Toro incitó a los suyos para encender la mecha, que corría rápida. Fuego en el cuerpo. Bardet y Vacek buscaron el asalto. Cuenta atrás para el despegue en el callejero que ideó Andrea Palladio.
En la rampas que alzaban la mirada y estiraban el cuello hacia el Santuario de Monte Berico, cedieron Vacek y Bardet. Se arremolinaron los mejores hasta que hercúleo surgió el danés que todo lo puede. El Giro, a sus pies. Pedersen es una bendición.