Citérium du Dauphiné
Sexta etapa
1. Tadej Pogacar (UAE) 2h59:46
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 1:01
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 1:22
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 21h35:08
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 43’’
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 54’’
El 18 de julio de 2023, Jonas Vingegaard se sublimó como nunca antes en el Tour con una crono hiperbólica de 22,2 kilómetros, con rampas corajudas, entre Passy y Combloux. El perfil era hosco, punzante y avieso. En aquel frontispicio, el danés talló una de sus mejores obras. Un hito.
Contra pronóstico, en un ejercicio sideral, fuera de cualquier cálculo y en el extrarradio del sentido común, apaleó a Tadej Pogacar, que eran gemelos, casi siameses hasta ese peritaje, cuando el reloj eligió al danés para sentarse en el trono de los Campos Elíseos de París.
La igualdad extrema la dinamitó entonces Vingegaard con una actuación demoledora, hiperbólica, colosal. Un día después llegó aquel I,m gone, i’m dead del ocaso de Pogacar antes de escalar en Col de la Loze. Casi dos años más tarde, Pogacar le devolvió aquella afrenta con intereses. Vendetta.
El esloveno cuenta otra corona en el Tour, su primer Giro, el Mundial y varios Monumentos en su desfile imperial. Imparable de punta a punta. El campeón de todas las estaciones. Sin puntos ciegos. Vencedor de febrero a octubre en todos los escenarios. Totalizaba 96 victorias en ese periplo.
En Combloux sonrió la 97ª. Las mismas que atesoró Miguel Indurain en su biografía deportiva. El logro estruendoso de Pogacar, dos Tours menos que el navarro, le mide a la historia, otra vez alucinante el esloveno en una victoria implacable, que puede anticipar lo que suceda en el Tour. En su victoria, apuntó con el dedo al cielo, donde reside. Un altar de culto. Dios ciclista.
El Combloux del Dauphiné, que se hollaba con los escalones de la Côte de Domancy (2,5 kilómetros al 9,3 % de pendiente media) y la Côte de la Cry, (2,7 kilómetros al 7,8 % de rampa media), desveló el rictus juguetón de Pogacar, el padecimiento de Vingegaard y la agonía de Evenepoel.
La superioridad del esloveno es tal que es un gigante jugando con las ilusiones de los niños. El campeón del Mundo desplegó todo su arsenal en una ascensión meteórica que sentenció el Dauphiné salvo asuntos que escapan a la razón en una actuación tan soberbia como impactante. Termonuclear.
Su arcoíris enlutó a Vingegaard, sometido por el genio esloveno, que ha fijado un nuevo paradigma para exhibirse aún más, sin esfuerzo: atacar sentado y volar mientras sonríe. Estrenó el modelo en la Flecha Valona, lo replicó en Lija y lo fotocopió en el Dauphiné.
Sentado, como un rey en su trono, ajeno al vulgo, aplastó Pogacar los desniveles como si se trataran de papel maché. Nada se le resiste al esloveno, que no pertenece a este mundo. Levita mientras los otros, los mortales, los humanos, reptan pidiendo clemencia. Es un hombre venido del futuro.
Pogacar tenía cuentas pendientes y se vengó de Vingegaard en el mismo lugar en el que le domó el danés en 2023. Ahora, el esloveno es un caballo salvaje o tal vez una criatura mitológica, quizás un cohete. Ajeno a los asuntos banales del resto, el esloveno machacó al danés con descaro en el Dauphiné, el pasillo que da al gran salón del julio francés.
Apareció Combloux, un lugar maldito para la memoria del esloveno, glorioso para el danés, que revirtió los sentimientos dos años después. Tras la victoria, Pogacar recibió a Vingegaard con un abrazo que desprendía cierta ternura observado el rostro desencajado y angustioso del danés tras semejante paliza.
En la corona aventajó en un minuto a Vingegaard, en 1:22 a Lipowitz, en 1:30 a Jorgenson, lugarteniente del danés, y en 1:50 a Evenepoel. Arrasó Pogacar, estrategia de tierra quemada la suya. Manda el esloveno en la general con 43 segundos sobre Vingegaard.
“Me he sentido bien. No teníamos nada que perder. Estoy muy contento, un minuto de ventaja está muy bien”, argumentó Pogacar, que después de ganar silbando iba a ver a Urska Zigart, su novia, competir en el Tour de Suiza.
Citérium du Dauphiné
Sexta etapa
1. Tadej Pogacar (UAE) 2h59:46
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 1:01
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 1:22
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 21h35:08
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 43’’
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 54’’
Antes del desenlace, se mostró en medio de la foresta, el calor aplanando las sombras, la Côte de Mont-Saxonnex (5,5 kilómetros al 8,6%), una montaña en la que se disparó Lipowitz con más deseo que solvencia después de la dañina aceleración del Visma. El señuelo del alemán cruzó las miradas de Pogacar y Vingegaard, que elevaron los hombros.
Evenepoel se grapó al danés y al esloveno en un montaña serpenteante y retorcida, con ese deje propio que emana de las entrañas, siempre crepitantes, del Tour. El agua era el bien más preciado, bendita el agua. Agua para el gaznate, agua para le cogote, agua para la cabeza, agua para las piernas.
El alemán estaba a golpe de vista de un grupo escueto, selecto, con los nobles aposentados en el salón de las butacas con orejeras. Antes de alcanzar la cumbre, la afrenta de Lipowitz finalizó con un mueca de disgusto. Pogacar contaba con Wellens en la cordada. Vingegaard disponía de Jorgenson.
Leonard y Baudin, los últimos flecos de la fuga, se sostenían delante. En el descenso, el grupo creció y menguó la esperanza del dúo a la espera de adentrarse en ese escalera de Domancy y Cry. Baudin se despegó de Leonard. El canto del cisne.
El UAE dispuso el mecanismo de eyección de Pogacar. La lanzadera de despegue con un Wellens superlativo. Evenepoel se agrietó en el primer tirón. Vingegaard se sostuvo en precario equilibrio antes de que un Pogacar estratosférico, que ataca sentado.
El nuevo paradigma del ciclismo, como venció en el Muro de Huy y en Lieja. Con esa pose le ejecutó a sangre fría. A partir de ese instante, el esloveno, espumoso, creció, sin mueca, feliz en su paseo por las nubes hasta reventarlo todo. De regreso a su mundo. Pogacar es de otro planeta.