La crisis afecta a todos, grandes, medianos y pequeños, y si no que se lo digan a Joaquín Sabina, cuyo concierto se iba a celebrar el pasado 11 de septiembre en la Plaza de Toros de Pamplona y, al final, se ha tenido que recluir en el pabellón Anaitasuna. La actuación del creador de 19 días y 500 noches en la capital foral, que se anunció como la última de esta gira aunque finalmente el de Úbeda también ofrecerá varios recitales en noviembre, tendrá lugar mañana, a partir de las 22.00 horas (las puertas se abrirán a las 20.00 horas y las taquillas, a las 18.00 horas).

Todavía quedan entradas a la venta a través de www.ticketmaster.com, www.inoutnavarra.com y el teléfono 902 150025. El precio de las mismas es de 41.40 euros más gastos (3,10 euros). El concierto contará con 300.000 watios de luz, 150.000 watios de sonido y 2 pantallas de vídeo de 4x3 metros.

Historia de "Vinagre y rosas"

Después de cuatro años sin editar nuevas canciones, Joaquín Sabina alumbró el 17 de noviembre de 2009 el álbum Vinagre y Rosas, que actualmente ya ha superado el triple disco de platino. Todo un logro en los tiempos que corren, aunque lleves detrás una imparable maquinaria publicitaria. Quién se lo iba a decir a aquel tipo que en 1978 editó su primer disco, Inventario, una de cuyas canciones abogaba por "recuperar de nuevo los nombres de las cosas, llamarle pan al pan, vino llamarle al vino". En este caso, el pan se llama 44,5 euros y el vino, eso sí, es añejo y casi siempre deja un buen sabor de boca, a no ser que la botella se rompa antes de salir al escenario y nos quedemos sin probarla.

Desde aquella primera aventura han pasado 32 años en los que Joaquín Sabina ha publicado 18 discos más (entre trabajos de estudios, directo y recopilatorios y sin contar el de la Mandrágora) de los que ha vendido casi diez millones de ejemplares.

Para Vinagre y Rosas, Sabina recabó la ayuda de Benjamín Prado, con quien firma a pachas las letras de diez canciones, así como de Luis García Montero (con quien firma otra). En lo musical, Rubén y Leiva, de Pereza, pusieron sus guitarras y voces al servicio de otras dos composiciones.

Pero Sabina, a pesar de todo, sigue siendo un luchador, un ángel oscuro al que hay que defender porque hace lo que quiere y cuando quiere y sin plegarse a casi nadie; y eso, a día de hoy, es un valor en alza. Así, tal y como apuntaban en la promoción que se hizo de Vinagre y Rosas cuando el retoño salió de la incubadora, "con 61 años a cuestas, Joaquín Sabina sigue desnudándose en sus canciones escéptico y utópico, real y fantástico, nunca complaciente. Como siempre, mete el dedo en la llaga y jamás sale seco. Las canciones de Joaquín son vida y tienen el callo que da la nostalgia, la decepción y la ilusión, mezcladas en proporciones diferentes en las canciones de un álbum inspirado, emocionante y despojado. En Vinagre y rosas, el pan sigue siendo pan y el vino, vino". Un poco caro, eso sí, pero pan y vino, al fin y al cabo. n

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