Fecha: Viernes, 26 de agosto. Lugar: Recinto de la Ciudadela, Iruñea. Intérpretes: Iván Sevillano, Huecco, a las guitarras acústica, eléctrica y a la voz; acompañado por Raúl, a la batería; Leonardo, a la guitarra; Piti, a los teclados, y Óscar, al bajo. Como teloneros abrieron noche Saunah. Incidencias: Primer concierto del ciclo Ciudadela Sound. Hora y media de duración, bises incluidos. Alrededor de mil personas. Público que se mostró muy participativo.
FINALMENTE, cual guinda del veraniego pastel de músicas y ritmos servido bajo el membrete de Ciudadelarte (por medio de las diferentes programaciones artísticas organizadas desde finales de julio), arrancó el ciclo estrella, el Ciudadela Sound, siendo Huecco el artista encargado de detonar su pistoletazo de salida.
Quienes en verdad subieron la persiana fueron Saunah, combativa formación de hip hop que, integrada por dos mc's, un dj y un graffitero -al más puro estilo del pintor que acompaña a Muchachito Bombo Infierno-, trató de caldear la noche reivindicando su estilo de vida con sus reflexivas e incisivas rimas de venenoso magnetismo, mostrándose sin miedo a nada ni a nadie: ni tan siquiera a la ausencia del grueso del público durante su hora de actuación, algo que combatieron con su original puesta en escena, ganándose uno a uno a cuantos presenciaron su pase y saliendo airosos del trance. Y acto seguido, ante un auditorio totalmente expectante, lo que todos estaban esperando: la comparecencia del vitalista y dador de vida Iván Sevillano, conocido desde 2006 como Huecco.
A la espera de que vea la luz el todavía nasciturus Dame vida, su esperado tercer disco (a escasas semanas del alumbramiento creemos que las vibraciones no pueden ser mejores, a la vista de las ecografías con forma de canciones que tuvo a bien mostrar), el referencial vocalista, acompañado por cuatro músicos (uno de ellos, Óscar Muñoz, natural de Iruñea) ofreció un show erigido a caballo entre los dos discos con que cuenta, arrancando, tras un introito rico en energía y ritmos balcánicos, bajo los sabrosones sones de Mamba negra, de su seminal primer CD: del mismo trabajo que la siguiente interpretación, un medley que agrupó Rayos (a ritmos de rumba y de reggae) y el por siempre imprescindible Pa'mi guerrera, despachado con inusitada prontitud. A la tercera de cambio. Como si quisiera centrarse cuanto antes con lo nuevo, algo que, como si de enseñar la patita se tratase, hizo a continuación, brindando Amor suicida, tema con el que el artista terminó de meterse en el bolsillo a los presentes: a un público que, en una nueva noche de obligado jersey o chaqueta, disfrutó de la actuación cantando, botando y bailando; participando de las letras y de las siempre mestizas y policromáticas notas musicales de temas como Reina de los angelotes, el antibelicista Mirando al cielo o Cerezas (extraídos de Assalto, su segundo CD) o de otros como Apache, Tacones baratos y No te lloraré, del primero; marcado por sus ritmos de batucada y su sabor a selva-roots este último y brindado antes de terminar en falso con la energía liberada en clave de corrido-core de Se me olvidó olvidarte: y es que, a la vista de que sólo habían transcurrido 70 minutos entre la primera canción y ésta, Iván volvió a salir, rematando finalmente la noche con dos ases que se había guardado en la manga: el tema de estreno y futuro pelotazo -si no ya puro presente- Dame vida, y, evidentemente, toda vez que aún no había sonado, Se acabaron las lágrimas, composiciones que resultaron más que del agrado de sus guerreros y guerreras. De su público. De un gentío que, en buena parte de los casos, sólo echó en falta un poco más de volumen. Que sonara un poco más alto el equipo de sonido, siendo como es el volumen a determinados tipos de música como la velocidad a la Fórmula 1, imprescindible. Por lo demás, bien Sevillano y los suyos. Dando, insuflando vida a sus guerreros. Nada que objetar.