madrid - El cantante griego Demis Roussos murió en la noche del pasado sábado a los 69 años de edad en su casa de Atenas, informó ayer su familia. La hija del conocido músico, Emily, confirmó la noticia al diario francés Le Figaro.

Según los medios franceses, la familia de Roussos prefirió esperar hasta ayer para dar a conocer la noticia de forma que esta no coincidiera con la histórica jornada electoral vivida el domingo en Grecia, en la que el izquierdista Syriza se hizo con una amplia mayoría. La cantante griega Nana Mouskouri reconoció encontrarse “muy muy emocionada” por el fallecimiento de Roussos, de quien aseguró ser una gran amiga, en declaraciones a la televisión francesa BFMTV. Nacido en Alejandría (Egipto) en 1946 en una familia griega de confesión ortodoxa, Artemios Ventouris Roussos regresó a tierras helenas a los 12 años y se inició en el mundo de la música en los años sesenta, primero como humilde trompetista de bar, después en un conjunto y finalmente en solitario, con gran éxito en la década de 1980.

Roussos, que labró gran parte de su popularidad en Francia, formó parte de Aphrodite’s Child, como bajista y cantante en temas como Rain and Tears, compuesto por Vangelis. Tras la disolución de la banda en 1971, lanzó su carrera como solista, consagrándose en 1973 con el disco Forever and Ever y convirtiéndose diez años más tarde en una estrella internacional con unos 60 millones de discos vendidos en todo el mundo. Roussos colocó su voz suave y melódica al servicio del amor, con canciones como Quand je t’aime, Mourir auprès de son amour o Loin des yeux loin du coeur. Publicó cerca de treinta álbumes a lo largo de su carrera, con canciones en griego, francés, alemán, inglés o español. El último de ellos llegó a las tiendas en 2009, cuando el músico tenía 63 años. Había decidido alejarse de la música y de los escenarios y regresar a vivir en Grecia.

difícil transición Si algo no destacaba en los temas que hicieron famoso al cantante griego era la profundidad de unas letras llenas de tópicos, pero que él sabía defender con la elegancia que le permitía el movimiento vaporoso de sus túnicas. Incluso en algunos casos, el éxito de una canción se basaba en la simple repetición cacofónica de un sonido sin significado alguno. Así fue con uno de sus mayores éxitos, Mañanas de terciopelo (Velvet mornings), que en 1973 puso al mundo entero a bailar al ritmo de triki, triki, triki, triiiki, triki, Mon Amour, triki, triki, triki, triiiiii.

Acompañado de un leve chasquido de dedos, el cantante convirtió esta canción en un himno que cantó en griego, inglés, francés o español. Un artista internacional que supo salir de la limitación que le imponía su idioma, el griego, que él reconocía como complejo y muy local, pero que supo exportar a través de esas melodías que le hicieron tan popular en casi todo el mundo, aunque el éxito que logró en España no fue comparable a ningún otro. En España vendió una buena parte de los 50 millones de álbumes que colocó a nivel internacional y al español tradujo la mayor parte de sus éxitos: Bailaré bailarás, Mi amigo el viento, Mi razón, Cuando soy como un niño, Adiós amor, adiós o María.

“Aunque soy un artista internacional, no lo soy al cien por cien, porque en una buena parte soy un músico local”, reconocía el artista en una entrevista en 2000, cuando presentó un disco con sus éxitos de los 70. Un regreso que no tuvo la repercusión esperada y que no le permitió recuperarse de la terrible transición musical de los ochenta, como él definía a un periodo por el que transitaron como pudieron otros artistas de su estilo, como Aznavour o Mouskouri.