45 años después de que sonara para ellos el pistoletazo de salida, con 500 canciones o más en su haber, alrededor de 37 álbumes registrados, más de 3.000 conciertos a sus espaldas y ni se sabe cuántos millones de kilómetros recorridos, los legendarios Oskorri pisaron ayer por última vez un escenario en Nafarroa, el de Baluarte -concretamente-, disparando la temperatura ambiente como en contadas ocasiones hemos visto; llenando hasta la bandera la sala principal y protagonizando un memorable concierto en esta, la noche de su adiós a la histórica capital de los vascones.

Ante una sala en la que no cabía un alfiler, organizado por la Federación de Ikastolas de Nafarroa con motivo de su 50 aniversario, el concierto más difícil -a buen seguro- de cuantos la emblemática formación ha ofrecido en nuestro herrialde aunó emociones, encontradas, de todos tipos y calibres, quedando desatadas las mismas desde el comienzo de la velada. Transformando la sala de inmediato en lo que desde días atrás se barruntaba que habría de convertirse, en un efervescente hervidero, con el respetable jaleándoles, cantando y dando palmas a propósito de todas y cada una de las interpretaciones: un público que, integrado por gentes de todas la edades, en ningún momento dejó solo al grupo, llevándolo siempre en volandas. ¿Por qué, llegados a este punto? Porque la formación integrada actualmente por Natxo de Felipe, Anton Latxa, Bixente Martínez, Xabier Zeberio, Jose Urrejola, Gorka Escauriaza, Iker Goenaga e Iñigo Egia, si por algo se ha caracterizado, ha sido por lo siguiente: por haber representado el nexo de unión (musical) de un buen número de generaciones; por haber puesto banda sonora a muchísimas vivencias y vidas.

La velada se inició con la comparecencia de un coro infantil y un grupo de dantzaris integrado por niños, al abrigo ambas agrupaciones de la voz de una cantante y de una banda de txistularis. Y finalmente, tras los citados aperitivos de salutación y bienvenida a los cabezas de cartel, llegó el momento por todos esperado: el de la comparecencia de Oskorri.

Tal y como se esperaba, la noche se tradujo en un repaso de clásicos del grupo de ayer y de siempre, brillando con luz propia (¿cuáles no citar?)? Guretzat, Euskaldun berriaren balada, Gaztelugatxe Ezpatadantza, Emazurtz, Aita gurea, Violetaren martxa, Euskal Herrian euskeraz, Aita semeak o Sautrela, brindados antes de que el caudal de canciones y emociones, in crescendo desde el minuto 1, amenazara con terminar con Gora ta gora beti. Pero, evidentemente, dicha noche, más que nunca, eran obligatorios los bises, con presencia obligada de temas como Furra furra; de unas canciones, todas ellas, que durante las 2 horas de duración del concierto combinaron a la perfección momentos festivos con otros más emotivos, en un noche festiva y emotiva por igual.

BERROGEI URTE, TA GERO HAU En plena cuenta atrás desde que el pasado 6 de septiembre, en Getxo, arrancara la última y definitiva gira del grupo, Oskorri se despidieron de su público navarro como no podía ser de otra manera: en emocionante y emotivo loor de multitudes. Oskorri, más, mucho más que una banda de música folk -únicamente- que, cual peremne atardecer rojo (he aquí el significado de su nombre), siempre ha estado ahí, en el centro neurálgico del acervo cultural del país; formación a la que solo echaremos de menos cuando ¿nos falte? No, cuando seamos conscientes de ello. De que ya no están, al igual que pasa con la salud: en el caso que nos ocupa, a partir de, para sus miles y miles de seguidores, este infausto 2015.

Antes de recalar en Iruñea, el presente tour de despedida del grupo, denominado Hauxe da despedidia, ya ha llevado al grupo hasta Baiona, Gasteiz y Donostia. En fechas próximas les acercará a Maule y Bilbo, estando previsto que concluya allí, en el teatro Arriaga, el 22 de noviembre.