nacido en Texas en 1984, durante su infancia siempre escuchó que su familia provenía de Trebiñu, el pueblo que está en el origen de su apellido. “Mi abuela y mi bisabuela me contaban historias sobre la participación de nuestros antepasados en la construcción de la iglesia, pero no tengo ni idea de cuándo se trasladó mi familia a EEUU”, asegura el director de orquesta, que hace unos meses visitó el enclave burgalés que Álava reclama para sí. “Fue muy emocionante ir allí, me gustaría volver a intentar investigar mis raíces y mi conexión con la localidad. Es curioso, pero soy el ejemplo de que no controlamos absolutamente nuestros destinos. Aquí estoy, cerca del lugar de mis ancestros: he vuelto. De una forma extraña el universo ha movido los hilos para traerme aquí”, dice exhibiendo una amplia sonrisa.

En un momento de la entrevista, Robert Treviño se detiene a evocar los orígenes humildes de los suyos y, por momentos, parece estar relatando una de esas clásicas historias sobre la conquista del sueño americano. “Vengo de una familia pobre. Mi bisabuelo era granjero y su mujer, analfabeta. Mi abuela no terminó la escuela, pero siempre mantuvieron una esperanza que ha pasado de generación en generación y que ha estado encaminada a mejorar nuestra educación y lograr sacar a la familia de unas condiciones nada buenas”, recuerda. De hecho, el padre de Robert tenía tres trabajos para costear los estudios de sus hijos. “Hubo un tiempo en que no teníamos dinero ni para pagar la luz, usábamos velas, pero vivimos en una comunidad bien situada que me permitió acceder a las mejores escuelas”, rememora.

Una última anécdota. Su familia siempre utilizó el apellido “Treviño” pero su padre reemplazó la ‘ñ’ por la ‘n’ porque en su juventud había mucha hostilidad hacia la gente de origen latinoamericano. Desde sus inicios como director, Robert ha firmado como Trevino, aunque con motivo de su incorporación a la OSE, ha recuperado la ‘ñ’: “Ya forma parte oficialmente de mi nombre”.