pamplona - La segunda jornada del festival Punto de Vista arrancó ayer con un sección oficial intensa hasta la saciedad del alma, mostrando de forma incluso bella, pero metafóricamente cargada, la tragedia que están viviendo los inmigrantes en Lampedusa (Waste) o la masacre y denigración como seres humanos a la que fueron sometidos los judíos en el campo de Treblinka.
Muestran ambos filmes de lo más abyecto del ser humano, que se completó con el ya manido negocio del petróleo (The Host), apuntado, eso sí, desde una perspectiva más que original, la de la familia de un ingeniero británico que trabaja en Irán para la British Petroleum.
A pesar de este arranque, la sección oficial también tuvo lugar para la esperanza gracias al filme como Colombi (que se proyecta hoy a partir de las 22.30 en Baluarte), de Luca Ferri, una historia de amor que desafía el paso del tiempo.
Waste (que también se proyecta hoy a las 17.00 horas), primero de los documentales proyectados ayer, es un reflejo perfecto de la incoherencia del ser humano con su propia especie, un filme que golpea con toda la dureza del devastador viaje que sufren los inmigrantes para llegar a Europa pero sin mostrar un solo inmigrante. La película se centra en Lampedusa, y más concretamente en la playa del Conejo, galardonada como una de las mejores del mundo por Tripadvisor pero que a su vez vivió en 2013 una de las mayores tragedias, con 367 inmigrantes muertos. Su director, Jan Ijäs, explicó que “la idea del filme me surgió en 2009, trabajando en un documental sobre los desperdicios vinculados al dinero, armas, ciudades... todo aquello que no tiene que ver con la basura doméstica. De esta forma llegamos a Lampedusa en 2014, donde encontramos los cementerios de barcos de inmigrantes que habían intentado llegar desde Libia. Unos barcos de la muerte que acabaron amontonados como desperdicios que, curiosamente, cuando volvimos en 2015, habían desaparecido porque al adquirir un nuevo valor, convertidos en cajas de vino, muebles o productos de moda para Bennetton”. Ahora ya ni siquiera se generan estos desperdicios puesto que los barcos no se utilizan al haber sido cambiados por lanchas neumáticas. Lo que no quita que la tragedia se siga produciendo, incluso aumentando, de hecho, el director recuerda como vio “en una revista la foto de unos bañistas tomando el sol con un refugiado ahogado a su lado. Esa playa (del Conejo) encarna -irónicamente- las ilusiones de la gente, tanto las de los europeos que quieren ira a tomar el sol y pasarlo bien como las de los refugiados que buscan una mejor vida en Europa”.
Treblinka, dirigido por Sergio trefàut (hoy a partir de las 17.00 horas en Baluarte) es un demoledor viaje en tren hacia el campo de exterminio nazi de Treblinka, rodado en el presente, con una exposición superpuesta de imágenes, en la que se mezclan personas desnudas y vestidas, que lanza al espectador hacia un terrorífico viaje hacia el pasado, hacia ese trayecto de muerte con el que los nazis sometían a los judíos. Un relato detallado y estremecedor, narrado en la primera persona de dos supervivientes, en el que cuentan, bajo la estridente y repetitiva banda sonora de las vías y el chirrido de los vagones al frenar, la denigración a la que se sometió al pueblo judío. Treblinka fue una fábrica de muerte, con entre 12.000 y 15.000 víctimas diarias, con fosas en las que se enterraron hasta 250.000 cuerpos que luego fueron calcinados, tapados y sembrados con árboles, como si nada hubiera pasado. “No sé si soy mujer, hombre, vaca, cerdo o un fantasma”. Con esta frase tan demoledora narra una de las protagonistas en off la humillación a la que fueron sometidos los judíos. Mientras, el otro superviviente logra salvar la vida dejando a un lado toda dignidad y humanidad, cortando el pelo a las mujeres, arrancando las piezas de oro de las bocas o trasladando cadáveres de las pilas “tan altas como un piso” hasta las fosas. E incluso casi deseando que no dejaran de llegar trenes con más hermanos judíos porque eso es significaría su propia muerte. Un relato escalofriante que traslada a imágenes y voz lo malditamente nefasta que puede llegar a ser la condición humana plasmada en el nazismo.
Miranda Pennell, directora de The Host (que se proyectará hoy a partir de las 22.30 en Baluarte), un filme que combina su memoria personal con la colectiva a través de las vivencias de su familia, convirtiendo ambas en una denuncia internacional, definió su trabajo como “una película de cine negro en la que yo ejerzo de detective, actuando como forense que analiza las imágenes para intentar buscar la verdad histórica que esconden. De hecho, el metraje está cogido de los archivos de lo que ahora es la empresa British Petroleum. Para mí, el objetivo era conseguir sacar provecho de esos archivos, que son corporativos, coloniales, imperialistas... pero en los que también faltan muchos detalles de lo que era el país (Irán), por eso me fijo más en lo que no se aprecia en las imágenes que en lo que se ve”. En este sentido, la pregunta que se planteó Pennell fue: “¿Qué hacen los británicos ahí en pleno siglo XX? ¿Qué opina la gente de Irán y de Gran Bretaña sobre lo que está pasando? Detrás estaba el panorama geopolítico, con el primer ministro Mosaddeq, elegido democráticamente y que fue derrocado en 1953. Así, lo que sugiero a través de la película es que lo sucedió a partir de este año es lo que dio lugar a la revolución (islámica) de 1979. El pasado tiene un efecto tremendo sobre el presente, en el sentido de que ese pasado colonial que para los británicos todavía sobrevuela como un fantasma”.