se recuerda con manifiesta ironía aquella definición dada por la inconmensurable presentadora y conductora de programas varios, Mercedes Milá, retirada de momento y apasionada de cámaras y platós, sobre el contenido de las primeras experiencias de telebasura o telerrealidad; las definió como experimentos sociológicos, o lo que es lo mismo, tomadura de pelo monumental con troupe de nuevos rufianes de la tele, ávida de encontrar fórmulas frescas que enriquecieran las parrillas de programación.

Aquel experimento de hace más de dos décadas ha devenido en fórmula habitual de programas que buscan escándalo, transgresión y carne desnudada; explotada al máximo en la cadena de Mediaset, Cuatro, que se ha especializado en programas simplones, estupidizantes y cargados de mal gusto y zaborra mediática.

GH o GH VIP ocupan espacio en la cadena referente del grupo, Telecinco, y los demás realities se amontonan en la cadena subsidiaria, donde pasean novias con suegras inaguantables o cocineros improvisados que dan de comer a personajes ocupas de las casas donde los invitados calibran méritos y torpezas.

Mientras en La Sexta se mantiene el informativo crítico del Gran Wyoming con el apoyo de Dani Mateo y la imprescindible Sandra Sabatés que pone un poco de orden y concierto en un programa que en ocasiones parece que va a embarrancar, cuando los artistas se saltan el guion e improvisan alocadamente.

Es mérito extraordinario mantener este producto en la franja del prime time y conseguir cuota de mercado en la pelea de las cadenas en la noche de los días laborables. La sátira política, la lectura humorística de la actualidad, el pim pam pum con políticos en el poder o la oposición son signos de un estilo periodístico entretenido e informativo que conviven en el gran mercado de la tele.