CONCIERTO de la osn y Kun-Woo Paik

Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Navarra. Kun-Woo Paik, piano. Dirección: Manuel Hernández Silva. Programa: Cartel de Fiestas de Remacha. Concierto para piano y orquesta, número 2 de Prokofiev. Segunda sinfonía de Schumann. Programación: ciclo de la orquesta. Lugar: sala principal del Baluarte. Fecha: 10 de enero de 2019. Público: tres cuartos de entrada.

Me reconcilio totalmente con el pianista Kun-Woo Paik. Aquella primera visita que nos hizo en 2014 con el concierto para piano en Sol mayor de Ravel, no nos dejó tan impresionados. Hoy, a sus 72 años y con el endiablado concierto para piano número 2 de Prokofiev, nos asombra. No hay nada que colme mejor las expectativas de la versión de una obra que las cualidades de madurez y jovial energía, juntas. El resultado es, siempre, de una transparencia y claridad de discurso asombrosas. Incluso en esta música de Prokofiev, tan extraordinariamente exhibicionista de la dificultad pianística, en la que, en algunos tramos, ni sabemos dónde quiere ir a parar; y que, sin embargo, las manos del pianista surcoreano nos llevan al esplendor, al dominio del timbre y del sonido, a la domesticación del ritmo a través, a veces, de su exacerbación; a la resolución, en suma, de todo el entramado pianístico, en la emoción de esos calmos compases finales del primer movimiento. En estas obras, a veces tan abruptas; de música tan a boca jarro para el oyente, en la que casi no te da tiempo a ver -ni oír- pasar las notas, y en las que sólo cabe dejarse llevar por la rapidez del vivace del segundo tiempo -por ejemplo-, que acontece como un rayo fulgurante, es cuando se descubre la grandeza del pianista, que, magistralmente, lo controla todo. También, y de qué manera, el hermoso lirismo de la parte central del último movimiento, cuando el piano se vuelve especialmente cantor de una melodía muy rusa y algo melancólica que nos emociona. Cambios atmosféricos radicales, de nuevo, en el despliegue, sin fisuras, de energía para que el final de la partitura nos siga manteniendo en la más alta tensión. Al indudable protagonismo del pianista -esas largas y comprometidas cadencias- se unió una orquesta milimétricamente metida en el tempo del solista. Una gran labor del titular de la velada, que maximizó el esplendor del piano sin que nunca dejara de mandar.

Comenzó el concierto con la agradecida y satisfactoriamente escuchada Cartel de Fiestas de Remacha. Hay que ir programando la obra del maestro tudelano. Es muy bien recibida; por lo menos en estos casos en los que el público que la escucha por primera vez identifica sus temas, y se ve identificado en ellos. Hernández Silva se la tomó muy en serio, la cogió con cariño, -mostrando la partitura al final-, e hizo una buena versión con la orquesta, aún en sus, nada fácil de concretar, aires de jota, mezclados y ligeramente distorsionados. El resultado es una música luminosa, una orquestación que se arrima a lo popular y lo enaltece. Una cierta reparación de la nostalgia que nos produce el tratamiento del folclore por otros grandes compositores -rusos, eslavos?-.

La sinfonía 2 de Schumann se caracterizó por la buena acentuación, que el titular marca con fruición de batuta; y los tiempos elegidos: muy ágiles en los tres movimientos más rápidos, para contrastarlos, poderosamente, con el adagio: lento, muy bello, recreándose largamente en la cuerda, y con sobresaliente oboe. Entran los metales algo destemplados, en el comienzo, pero, enseguida, los serena la cuerda. La transición hacia el tema principal es algo torcida, pero alcanzado aquel, ya todo va que chuta. El segundo movimiento es transparente en todas sus melodías, con una cuerda conjuntada y limpia. La velocidad del molto vivace, quita cierto peso a la sinfonía, pero así coge vuelo, optimismo, y uno se siente revivir. Es de lo que se trata.