las agencias de publicidad construyen en la actualidad excelentes anuncios para la tele a fin de conseguir mover a los espectadores-clientes a la compra de los productos anunciados, desde un perfume embriagador hasta un cochazo de superlujo, pasando por un paquete vacacional o una noche de hotel en el extranjero. La competencia es el motor de la economía, o algo así proclaman los gurús de la economía, que animan al consumo desaforado y a la exposición de múltiples productos en el escaparate casero de nuestras pantallas de tele, donde se ofrecen en un escenario sin fin, toda la panoplia de artículos de consumo, y todo ello masajeado por anuncios rutilantes, brillantes y tentadores de los spots televisivos. Las marcas cerveceras llevan una larga temporada de competencia desatada, sacudiendo nuestra conciencia de bebedores-consumidores con machacona insistencia, en una alocada carrera para llegar al éxito de la notoriedad, reconocimiento y posterior compra. De momento, la palma de esta competición mediática se la lleva Estrella Damm, que ha conseguido construir un anuncio, en el que no se ve la marca anunciada, y por el contrario nos transportan al fondo de los mares para seguir los rítmicos movimientos de una bailarina, que sumergida en los vientres marinos ejecuta una insinuante danza. Es el summum ejemplo de un anuncio de birlibirloque en el que se anuncia lo que no se ve, pero se fija la atención para descubrir el trampantojo y nos orienta hacia la marca ocultada, objeto de los deseos de compra-venta. Es rizar el rizo de la creatividad, el ingenio y el diseño creativo, para llevar al consumidor hacia el objetivo de la compra de esa determinada marca de cervezas, que se distingue y señala en el complejo mercado de la competencia. Identificarse con los deseos del comprador, descubrir la creatividad de lo singular ayudan al negocio, que de eso se trata. Todo al servicio de la publi y su efecto en la pulsión compradora de nuestros días.