El arte tiene procedencias infinitas. Parte, entre otras, de vivencias, recuerdos, anhelos, esperanzas, deseos, traumas o nostalgia. Es de esta última de donde nace Derrib-Arte, la nueva exposición de Josetxo Santos en la que el arte nace a partir de un derribe, el de los Cines Carlos III -antiguo Coliseo Olimpia- y toma forma de esculturas que ahora se exponen en los establecimientos cercanos al que fuera el lugar de encuentro de tantas y tantas citas culturales. “Fue un lugar único al que tenía que rendir un homenaje”, dice su autor.

Santos, que ha realizado quince esculturas a partir de las piedras y hierros que rescató del derribo de este edificio, cuenta que toda su vida ha vivido cerca de esta zona. “Mi familia vivía al principio de la Avenida Zaragoza, junto a la plaza Príncipe de Viana, y he pasado un millar de veces por este lugar”, cuenta el artista pamplonés, que cuando supo de su derribo comenzó a sentir “una nostalgia sobre la que tenía que actuar”. “Era un espacio con una magia especial, una zona que culturalmente no se podía comparar con nada y nada tenía que envidiar”, apunta Santos, quien ha dedicado gran parte de su vida a la docencia en colegios y universidades, además de a su labor artística, y es autor de varios libros de texto. Por ello, cuando las obras ya habían comenzado, se acercó hasta allí para hablar con la constructora Erri Berri -encargada de la demolición- sobre la posibilidad de que “aquellas piedras, que acabarían trituradas, tuvieran un uso diferente”. Quería darles forma, un sentido y una perdurabilidad. Y, así, comenzó a trabajar.

Cuenta que comenzó recopilando piedras que “tenían forma de escultura por sí solas”, que le llamaban la atención y que contenían alguna particularidad. Los hierros eran un material indispensable. “Un trabajador de la obra me ayudaba a entrar y a escoger las que más me gustaban e incluso algunas veces me guardaba algunas que tenían las características que yo le había descrito”, señala. Entonces comenzó las primeras pruebas y vio que aquello podía convertirse en un buen proyecto.

Creó unas estructuras de escayola, un elemento que le gusta por su “elegancia” y su “facilidad” a la hora de trabajar. Y vio cómo “la combinación de esta junto al hierro y el hormigón resultaba bastante apetecible”. Siempre, bajo la premisa de la geometría. “Es uno de mis mandamientos”, apunta. También es fundamental, en esta y prácticamente toda su obra, el juego con el vacío. “La gran lección que el maestro Oteiza nos dejó fue que el hueco sin rellenar también forma parte de la obra, y es algo que siempre tengo muy en cuenta”, subraya. Y así fue dando forma a una serie de esculturas naturales, el movimiento, la sensación de libertad y equilibrio son una norma común.

Para él, construir estas piezas ha sido “como escribir una carta de amor”. “Comienzas por el inicio, el cual tienes que rehacer una y otra vez, pero conforme va cogiendo forma vas disparado hacia delante y haces pruebas hasta lograr una carta que consideras que está redonda, que es perfecta -describe-. Pues yo hago lo mismo en mi trabajo: para llegar a cada pieza es fácil que haga decenas y cientos de apuntes, dibujos y pruebas, pero disfruto durante todo lo que dura este proceso”. Un proceso del que ahora -y hasta dentro de, al menos, unos quince días- se puede ver en diferentes establecimientos cercanos a lo que fueron los Cines Carlos III. Estos son Arrizabalaga, Calzados Eribiti, Muro Etxe, cafetería Bahía, O’bag, SKFK, Joyería Nando, Tatapañal, Ulloa-Óptico, Lorca, Leilui, Ayestarán y el puesto de castañas de Joseba.

“Quería hacer un homenajea a todo lo que se tira y creo que he conseguido salvar una pequeña parte de este solar; lo he salvado de que muriese en una trituradora de piedra, estoy muy contento y seguiré trabajando en esta línea”, asegura.