madrid - Nuria Espert no terminó el Bachillerato pero desde ayer es “tridoctora” porque la Universidad Carlos III la ha investido Doctora Honoris Causa, reconocimiento que se suma a los que ya tiene de la UIMP y la Complutense. “Nunca en mi vida pensé en nada semejante”, dijo Espert.

La actriz y directora barcelonesa, que el 11 de junio cumplirá 85 años, explicó que se “quedó” en cuarto de Bachillerato porque no podía compaginarlo con una carrera que había empezado a los 13 años haciendo de gato en una función en el Teatro Romea de su ciudad natal. “Jamás se me ocurrió que años después alguien podría concederme un honor semejante. Ya el título de Honoris Causa me hace temblar”, señaló. Siempre ha sido “ambiciosa” pero en el sentido de que “había montones de cosas que quería hacer y otras que no quería en absoluto. De recién casada -con el fallecido Armando Moreno- repasaba los textos con los que soñaba”, recordó. De todos ellos, nunca podrá explicarse “por qué” no ha hecho la Cleopatra de Shakespeare. “Me la he leído mil veces; me la sé de memoria, podría hacerla en cualquier momento”, sugirió riéndose.

Aunque empezó hace 70 años a hacer teatro -“sin ningún éxito; no gusté nada”- Espert estudiaba danza y pensaba que aquella iba a ser su profesión, pero a los 17 años conoció “a un director joven, muy talentoso”, el que fue fundador de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), Esteban Polls, y él fue su “verdadero maestro” y el que le inoculó la pasión por la escena. Espert se describió como “una enferma de lorquitis”, como el director Lluis Pasqual, con el que está haciendo otra obra de García Lorca, Romancero gitano, que les ha llevado a Argentina, Uruguay, Italia y a más de 50 ciudades españolas. “Lo que viene es estrenarla en el Soho de Málaga, que tengo muchas ganas de conocer porque tengo muchísima admiración por todo lo que ha conseguido Antonio Banderas”, señaló.

Lorca, dijo ante el auditorio universitario, le abrió “las puertas del mundo entero ¿Qué habría sido mi vida, mi carrera, mi yo, sin él?”, se preguntó. Se atrevió primero con Yerma; luego llegó Doña Rosita la soltera; y más tarde dirigió ella misma a Glenda Jackson en La casa de Bernarda Alba. Años después hizo con Pasqual “una arriesgadísima y bellísima” dramaturgia a partir de Bodas de sangre y más adelante La casa de Bernarda Alba. - Efe