Ni feas, ni malvadas, ni locas que hacían pócimas. Pablo Agüero echa por tierra el mito de las brujas que ha llegado hasta nuestros días en "Akelarre", un drama histórico que transcurre en Euskal Herria en 1609 y que busca proponer una lectura feminista y libre de clichés de lo que fueron las cazas de brujas.

Filmada en Euskal Herria y con un reparto encabezado por Amaia Aberasturi y Alex Brendemhül, la película se ha proyectado hoy en la sección oficial del 68 Festival de Cine de San Sebastián y es la única representación de ficción española -coproducción con Argentina- en la competición de este año.

Agüero (Mendoza-Argentina, 1977), que hace cinco años presentó en este mismo certamen su acercamiento a otro mito con nombre de mujer, el de Eva Perón en "Eva no duerme", se ha inspirado esta vez en el libro "Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios" del juez francés Pierre de Lancre.

De Lancre recorrió Euskal Herria en 1609 interrogando a cientos de personas y condenando a decenas de mujeres a la hoguera por supuestos actos de brujería. Eran mujeres jóvenes, de entre 15 y 24 años, que si por algo asustaban era por la rebeldía característica de la edad y la libido que generaban en los hombres, según admite el propio juez en su relato y defiende Agüero en el filme.

"Es la belleza y libertad de esas mujeres lo que les perturba, lo interesante es que este juez lo admite mientras que otros lo niegan, buscan subterfugios porque no quieren admitir que el demonio en realidad está en ellos", subraya a Efe el director argentino.

Agüero incide en la trascendencia política, económica y social que ha tenido históricamente la represión de la libertad individual y sexual de la mujer "por tratarse de algo nocivo para todo un sistema de poder patriarcal".

"Si la mujer no obedece a su marido y a su padre, se derrumba el sistema de poder. La mujer ha estado siempre en lo más bajo de la pirámide, en toda nuestra cultura cristiana se le acusa del origen del mal, es la culpable de la expulsión del paraíso, está maldita".

Pablo Agüero es un cineasta que se aleja de los caminos más trillados y desde los inicios de su carrera se ha dedicado a deconstruir mitos y a analizar el rol de las mujeres en la sociedad. Asegura que esta producción es la que más le ha costado sacar adelante -más de una década- porque los productores "no veían" la vigencia del tema.

Una y otra vez, ha explicado, le proponían reorientar la historia al punto de vista del juez y al género de fantasía. "Si hubiese querido ganar dinero la hubiese hecho así, pero mi convicción íntima e ideológica más profunda es ponerme al lado de ellas".

Lo peor, en su opinión, es que el punto de vista del inquisidor sigue prevaleciendo en la actualidad. "He visto todas las películas sobre brujas y reproducen el lenguaje e ideas de los inquisidores. Hoy ya no creemos que hubiera demonios, pero sí persiste la idea de mujeres locas que hacían pócimas", advierte, "y no eran mujeres locas, les hacían confesar eso para estigmatizarlas".

Agüero opta por un tono realista y contemporáneo y evita a propósito los clichés de época. "Creemos saber cómo era la gente del siglo XVII porque vimos otras películas, pero las películas se van copiando unas a otras", advierte.

Las filma como "chicas de hoy en día" para llegar al espectador actual y hacerle sentir que esa "violencia patriarcal" podría sufrirla hoy cualquier mujer.

La música tiene una protagonismo especial en el filme. Agüero y su equipo investigaron las melodías tradicionales vascas y les hicieron arreglos más actuales. "Trabajamos mucho con las actrices para que las hicieran suyas y darles vida".