‘Best of Be Festival’

Piezas: ‘Shan Shui’, de Edurne Rubio y María Jerez (España-Bélgica), proyección en tiempo real. ‘Sickman’, de Squarehead Productions (Irlanda-Alemania), con Darragh McLoughlin y Joseph Summers, en vivo presencial. ‘Conferencia Espectacular’, de David Espinosa (España), ‘online’. Programación: Fundación Gayarre. Fecha: 27 de octubre de 2020.

bundando en la filosofía de teatro público y, por lo tanto, arriesgando en rarezas y vanguardias de algunos espectáculos, el Gayarre, -incluso este año, el más raro de todos-, como en ediciones anteriores, nos acerca una muestra del festival interdisciplinar de Birmingham, que este año, por razones obvias, no se ha celebrado en su formato habitual. A cambio, el festival ha pedido a algunos artistas que elaboren propuestas muy personales y desde sus confinamientos. Al escenario pamplonés nos han llegado tres: una presencial (Stickman); otra, por internet, interaccionando, las artistas, en tiempo real, con el público (Shan Shui); y la tercera, una Conferencia Espectacular de David Espinosa, que explica, ayudándose de una pléyade de figuritas, la historia del teatro, y que se puede ver online.

Shan Shui es una proyección sin texto, de Edurne Rubio y María Jerez, que nos muestra cómo se las apañan estas dos artistas para recibir las sensaciones -sobre todo, auditivas y visuales- de estar en la montaña, sin salir de casa. Está bien realizada. A partir de los elementos cotidianos que nos rodean crean el viento (discretos silbidos), la sensación de vaquerías con cencerros (tapadera cafetera), moscas, pasos sobre el río (bolsas de agua), búho, tormenta, lluvia… etc. Tiene su gracia ver la imaginación de ambas, para evocar la naturaleza (Shan Shui, es montaña-agua, naturaleza, en chino).

Stickman (Hombre palo), -en directo- es una genial actuación de Darragh McLoughlin, de esas que, con lo mínimo -un simple palo- hace lo máximo, y consigue atrapar al espectador a fuerza de ingenio, buen humor y alguna dosis de virtuosismo, al manipular el palo a su antojo. Una tragicomedia que no nos quita la sonrisa de los labios durante más de treinta minutos, y que al final, con giro inesperado, acaba en tragedia. El artista irlandés llena la escena, completamente, con su persona y el palo, mientras, en una pantalla, se nomina lo que hace, en algunos casos de forma hilarante. De lo más evidente -lo evidente en escena, se transforma en extraordinario cuando se hace bien-, a lo absurdo. Pasea con el palo, el palo le pasea a él, el palo es barra de un autobús, baila con le palo, el palo le convierte en abuelo, en mendigo, en cura, el palo le atraviesa las manos, los pies, diversas partes del cuerpo, -(si se lo coloca en el sexo, lo titula exageración)-, el palo es fregona -sublimada por la música de fond-, el palo es un alien, un dolor, un junco, un mástil… todo con un fondo humorístico que atrapa. Más enigmático es el corto tramo que habla de la abuela; pero, enseguida vuelve a su relación con el palo, con el que pinta, medita y con el que “empalando-expalango” muere. Entra en escena Joseph Summers, que, aun teniendo la posibilidad de resucitarle con el palo, produciendo descargas, opta -y aquí viene la tragedia-, por pulverizar el palo, y confirmar -como nos decía la pantalla- que Joe es un traidor y un mentiroso. Una historia simplísima, con el elemento más simple, y sin embargo todo un espectáculo.